Hace muchos años el carismático Adolfo López Mateos dijo de los periodistas –y alguna vez me lo confirmó entre risas su secretario, Humberto Romero, con la disculpa de una mala broma presidencial–, “…son como los chinos; muchos y todos muertos de hambre”.
Dos fueron los gremios especialmente zaheridos con la aguja del humor de Abel Quezada. Los periodistas flacos y laminados de la calle Bucareli, sostenidos por una horqueta, y los policías panzones, con bigotes aguamieleros y rodeados de moscas.
Pero en aquellos tiempos ser periodista no era tan peligroso como ahora. No me voy a referir a la marcha de algunos compañeros el domingo pasado pues no me parece ese el camino. Ni marchar por las calles ni encuerarse como los Cuatrocientos Pueblos. Si queremos decir algo tenemos un oficio cuya naturaleza es precisamente esa: expresar ideas; divulgar información.
Sin embargo en las condiciones actuales, vale la pena reflexionar sobre una iniciativa de ley presentada hace dos meses y sobre cuyo contenido se ha pasado de noche. No propongo su aprobación ni me parece una panacea, pero tampoco me atrevo a tirarla al cesto de los papeles viejos. Me parece interesante tocar un tema soterrado, soslayado por los medios y sobre el cual deberíamos debatir con una cierta seriedad.
Es una iniciativa formulada por el diputado Francisco Hernández Juárez quien hace algunas consideraciones interesantes previas a las propuestas de modificación del Título Sexto de la Ley Federal del Trabajo.
“A lo largo de todo el territorio nacional, a las y los trabajadores de los medios de comunicación se les han negado el derecho a un trabajo digno con el consecuente deterioro de sus condiciones de vida y de trabajo. La precariedad en que desarrollan sus trabajos los coloca en una situación de exclusión en el pleno ejercicio de sus derechos humanos laborales…
“…En el ejercicio de su trabajo han enfrentado situaciones de alto riesgo que ponen en peligro su vida y que desafortunadamente otros la han perdido, quedando sus beneficiarios en la total desprotección.
“Bajo estos hechos las empresas no asumen la responsabilidad de cubrir las prestaciones, poniendo al descubierto las prácticas de simulación laboral que tanto dañan a la economía y a las instituciones de seguridad social y sobre todo a la desprotección de los más de 23 mil trabajadoras y trabajadores de los medios de comunicación.
“Otro aspecto derivado del resultado de su trabajo es la imposición de las empresas para modificar el contenido de sus reportajes que atentan contra su ética y dignidad, que los pone en la disyuntiva de aceptar estas condiciones para mantener su trabajo o el despido injustificado”.
“…La Comisión Nacional de Salarios Mínimos, por ejemplo, sólo incluye en su catálogo de sueldos al reportero o reportera en prensa diaria impresa y al reportero gráfico o fotógrafo. Esto habla del rezago en el reconocimiento de otros puestos de trabajo que se han creado por la diversidad que existe en los medios de comunicación, pues existen trabajadores de la comunicación en diarios, semanarios, revistas quincenales y mensuales estaciones de radio, televisión, medios digitales, agencias informativas entre otros. Y todos quienes hacen posible esta tarea son trabajadores de los medios de comunicación.
“El salario es menor a los 170 pesos, cantidad irrisoria para las necesidades diarias de un trabajador de los medios, sobre todo para el reportero que a diario usa transporte y cubre de tres a cinco notas informativas en distancias considerables.
“Para los periodistas no hay horario de alimento, las jornadas y horarios de trabajo estipulados por ley en la mayoría de las ocasiones es sustituida por las órdenes o necesidades de trabajo. Las enfermedades derivadas del trabajo y la atención médica son un buen sueño a realizar, ya que al no tener seguridad social tienen que cubrir con su raquítico salario las constantes enfermedades tanto de las y los trabajadores como de sus familiares”.
Pero la peor parte es esta:
“…Los periodistas, además de ganar poco, en fechas recientes se han convertido en víctimas del crimen organizado que los ha tomado como blanco de sus intereses oscuros y nefastos, inhibiendo con ello la libre actividad del comunicador.
“En menos de once años han sido asesinados 78 comunicadores y están desaparecidos 15 más, según cifras de organizaciones no gubernamentales y publicaciones periodísticas… en una década se han suscitado 21 atentados en las instalaciones de medios de comunicación. Esto pone en riesgo constante al periodista y a todos los trabajadores de los medios.
“Así, trabajar en un medio de comunicación en México ya es una actividad de alto riesgo”.
Quizá divulgar estos intentos serios de modificar las condiciones laborales permita ver el problema con otros ojos. La primera justicia para los periodistas debe provenir de los propios medios. Y eso no se consigue caminando el domingo por el bulevar. Se logra haciendo política.