El pasado quince de septiembre hubo gritos por todas partes. La mayoría de ellos relacionados con el festejo (por fortuna ya terminado) del escenográfico bicentenario, pero hubo otros, relativos al movimiento político y las acciones de las fuerzas actuantes con miras al 2012, cuya potencia se elevó hasta el cielo.
No se recordaba desde hace tiempo lenguaje tan virulento como el del PAN en torno de las coaliciones electorales en el estado de México en sustitución de las candidaturas comunes.
En el estado de México –como todos sabemos–, no habrá alianzas electorales. Habrá coaliciones lo cual es en esencia lo mismo, pero no de la misma forma.
Más allá de la metodología electoral para desarrollar esa fórmula de concurrencia política, es digno de mencionarse cómo el modelo promovido por el Partido Verde (Adrián Fuentes) ha causado escozor y furia entre los aliancistas y sus corifeos.
–Es una muestra del pánico de Enrique Peña gritaba anteayer por la tarde un merolico en la frecuencia modulada sin darse cuenta del contrasentido. Quienes tienen miedo (en todo caso) son los “montoneros” cuya abigarrada asistencia a la papeleta proviene de horror ante el “bebesaurio” capaz de echarlos de Los Pinos.
Por otra parte valdría la pena explicar cuál es la diferencia entre las candidaturas comunes y las coaliciones. En el primer caso los partidos se unen por un simple oportunismo de última hora, sin orden ni concierto y cada quien pone su dinero en una “polla” en favor de un candidato cuya competencia desnivela (al menos en lo económico) la competencia.
En el caso de las coaliciones (figura vigente en el derecho electoral) los partidos coaligados deben presentar una plataforma común. Entonces se registra una fórmula común y programada y no una concurrencia oportunista de partidos aislados con proliferación de emblemas. Pero lo grave para ellos viene después: los recursos se dispensan para esa fórmula, a despecho de las percepciones de los partidos si cada uno de ellos hiciera la candidatura común.
Por eso no querían la transformación, los limita en lo económico, les corta las campañas a 45 días y además los obliga a plantear sus intenciones de largo plazo mediante el registro de un programa común, cosa a veces no tan simple –al menos en la teoría– cuando se unen organizaciones políticamente divergentes como el PRD y el PAN.
Octavio Germán Olivares, presidente del Comité Directivo Estatal del Partido Acción Nacional ha dicho que esta es la muerte de la democracia; Peña la ha matado; etc. Pero nada más se ha puesto orden en la concurrencia electoral.
Ahora bien, si la crítica proviene de lo favorable como pueda resultar a futuro para Peña Nieto, pues ni modo. Las mayorías electorales y parlamentarias son para eso, para apoyar a quienes tienen más fuerza y más votos; conservar la mayoría e imponer su peso.
Pero además de la comprensible actitud de los panistas en el Edomex, pues ellos vendrían siendo los más afectados por la cancelación del “montonerismo” y la creación de coaliciones formales, el artículo de Juan Ignacio Zavala en “Milenio”, el miércoles mismo, ha llamado mucho la atención. El artículo no vale tanto por sus ideas sino por su firma. Quizá refleje un pensamiento similar al de la Casa Presidencial.
“La ley que hizo Peña Nieto es antidemocrática; es una regresión al México de hace 50 años. Los diputados que aprobaron esa ley son una vergüenza; es seguro que el gobernador se los sabrá compensar en efectivo. Negar la competencia, rechazar la posibilidad de perder, no en las palabras sino en los actos, prohibir ganarles, eliminar de la manera más burda posible al adversario: esa es la lección que deja lo sucedido en el Estado de México.
“Los miedos de Peña Nieto reflejan también un profundo desprecio por la voluntad ciudadana. No cree que los votantes puedan decidir por sí solos. No le importa lo que piensen, él ha decidido por ellos cómo deben de votar en las elecciones del año entrante.
“Lo que sucede en el Estado de México es gravísimo. Al margen del derroche de dinero público que se utiliza para la imagen del gobernador, es sabido el amplio control que tiene sobre los medios de comunicación en el estado…”
Es muy llamativo el argumento de fondo. Se parece al de Juan Sandoval (el cardenal de Guadalajara) en el caso de las adopciones y los ministros de la Corte: nada en este mundo se hace si no es por dinero sucio. Zavala acusa de corruptor a Peña y a los diputados locales (y de refilón a los medios) de corruptos. Ya nada más le falta demostrarlo.
Lo mismo dijo el PAN mexiquense (15 de septiembre) de la aprobación legal en los cabildos mexiquenses de esa misma reforma:
“A las 7:00 de la mañana, en las rodillas y en lo obscurito, acatan lineamientos de la bancada del PRI y sus cómplices
“En un nuevo acto de autoritarismo de Estado, los presidentes municipales del PRI, en sesiones de cabildo al vapor, aprovechando las distracciones del 15 de Septiembre, aprobaron en “fast track” las reformas constitucionales “promovidas” por el Partido Verde Ecologista que impiden las alianzas políticas en el Estado de México para turnar los “acuerdos” a la legislatura y proceder a su pronta publicación en la Gaceta de Gobierno”.
* Esta columna se va de vacaciones.