Mucho se insiste en este país sobre nuestro extraño diálogo con la muerte y ya comienzan a hartar los lugares comunes de catrinas y calaveras por aquí y por allá. O mejor dicho, cansan las peregrinas explicaciones sobre algo tan simple una profunda noción de respeto ante la vida, pues eso es el fondo la pagana liturgia de venerar y acercarse a la muerte.
Son cosas de la deficiente aproximación de los extranjeros ante los residuos de las tradiciones prehispánicas. La muerte a filo de obsidiana no tiene ninguna relación con el asesinato a mansalva con los cuernos del chivo.
La traición mexica del sacrificio era cualquier cosa menos una muestra de crueldad primitiva. Al contrario, era la expresión final de un diálogo místico con la divinidad, por el cual la sangre de los hombres alimentaba al sol, o para decirlo de otra manera, el sol daba la vida y después tomaba la vida gota a gota; piel a piel.
No era el tzompantli –esa exhibición de cráneos perforados como la cuentas de un ábaco macabro–, expresión de control, político, sino recordatorio del destino final del guerrero cuya vida y cuya muerte adquirían un sentido perdurable.
Y en la mezcla de la muerta cristiana, síntesis del misterio de la redención, por cuya verdad el Dios-Hombre se sacrifica por todos los demás hombres, los mexicanos hemos hallado una extraña forma de sinergia de dos emociones y dos sentimientos cósmicos. Pero en el fondo de ambas mitologías hallamos lo mismo: el eterno, inacabado y silencioso diálogo con la divinidad, la vida y la muerte.
Por desgracia toda esa profundidad se ha extraviado en los caminos de la mercadotecnia y sus disfraces de jalogüin.
Hoy los niños sin necesidad también salen a las calles a pedir dinero. El resto del año lo hacen para sobrevivir.
No todos, pero sí los profesionales de la limosna, los expertos en la sensibilidad ajena, los pobres, los explotados y limpiavidrios, los “canillitas”; los futuros “ni-ni”, los “olvidados”, como les habría llamado el gran Buñuel quien –dicho sea entre paréntesis–, no se imaginó jamás ver un tren subterráneo en la esquina de su casa como ha sucedido ahora con la línea 12 sobre Felix Cuevas.
Y si hemos de hablar de este tren y relacionarlo con la muerte, podemos decir sin miedo a la exageración: los muertos de Mixquic, ya podrán ir y volver a la delegación Tláhuac, por debajo del suelo, como corresponde a todo cadáver digno de llamarse tal y vagar por el túnel amarillo junto con los turistas briagos de cada año hasta verse las caras y sentir los hálitos en el viejo cementerio iluminado de San Andrés.
Hoy es día de muertos, nos dicen los calendarios. Los demás días del año, también, nos dicen los noticiarios de esta patria ensangrentada cuyo destino parece ser la persistente violencia ante la cual –se pueden argumentar muchas mentiras— no hallamos ninguna solución.
VERACRUZ
El 15 de agosto se dio a conocer esta información: autoridades del estado de Veracruz informaron que detuvieron a un presunto líder del Cártel Jalisco Nueva Generación así como seis de sus cómplices quienes confesaron haber privado de la vida a por lo menos 36 personas, entre las que incluyeron a cinco periodistas…
“Lo anterior fue dado a conocer en conferencia de prensa y se aseguró que con esta detención quedaron aclarados los crímenes perpetrados en contra de Ana Irasema Becerra Jiménez, Guillermo Luna Varela, Gabriel Huge Córdoba, Esteban Rodríguez Rodríguez y de Víctor Manuel Báez Chino.”
Posteriormente, hace tres días, el gobierno veracruzano divulgó la noticia sobre la solución del “Caso Regina”, como se le conoce a la investigación sobre el asesinato de la corresponsal de “Proceso” en esa entidad.
Sin embargo la suspicacia ha secundado a los esfuerzos policiales. En este caso, como en el caso del gobierno de Chihuahua tras la captura del asesino de Marisela Escobedo, los quejosos no se satisfacen con la verdad oficial. Quieren otra verdad.
Por eso “Apro” divulgó este despacho: “… Para el gobierno de Veracruz no existen dudas de que el asesinato de Regina Martínez, corresponsal de Proceso, ha sido resuelto, aseguró el secretario de Gobierno, el expanista Gerardo Buganza Salmerón.
“Pese a que la Procuraduría General de la República (PGR), la organización Articulo 19 y el propio director de Proceso, Rafael Rodríguez Castañeda, han puesto en duda los resultados, para Buganza Salmerón se trató de un trabajo “extraordinario”.
“Entrevistado en el World Trade Center de Boca del Río, el funcionario estatal rechazó que el gobierno de Javier Duarte de Ochoa, se haya precipitado a “esclarecer” el asesinato debido a la presión de la prensa, nacional e internacional,
“No señor, las tareas son muy claras: Que no haya impunidad. Con la contundencia que se presentó (el caso Regina) no hay duda. Habrá opiniones favorables, otras que reconozcan el trabajo… el resultado que se ha tenido es extraordinario”, insistió Buganza.