No afligiré estas páginas con la desventura del mínimo y dulce Francisco de Asís, así su bondadoso ejemplo haya sido en ocasiones escudo para el “austericidio” administrativo de este bienamado gobernante cuya palabra se extiende día con día sobre nuestra patria con la persistencia de una densa neblina cuya opacidad todo lo envuelve; no, hablaré de otros motivos y de otros lobos, especialmente de ese torvo animal llamado demagogia, la cual es nuestra nueva bandera, como a continuación podremos deducir.
Como todos sabemos, como consecuencia de la marcha “rosa”, promovida en defensa del Instituto Nacional Electoral en contra de los caprichos protervos desde el Palacio Nacional para restarle autonomía al proceso comicial, el adalid de la Cuarta Transformación hizo sonar las trompetas de su indestructible Jericó, y como ángel vengador o vengativo, según se vea, llamó a sus ejércitos parta demostrar por las calles de la ciudad su potencia de número; la enormidad de las voluntades a su lado, la fuerza de sus convicciones administrativas y el poderío de su verbo encarnado.
Pero en abierto y no conseguido disimulo de sus intenciones, ahora nos dice los verdaderos motivos. O mejor dicho, nos ofrece motivos añejos, los cuales bien pudieron ser esgrimidos antes de la marcha ciudadana, y no después, porque se trata de constantes en el diseño de este gobierno, son sus fortalezas (reales algunas; imaginarias otras, delirantes las más). Es decir, ni siquiera el verdadero motivo de la marcha quiere ser expuesto, y para ello se recurre a la demagogia, la cual –como hemos dicho— es nuestra nueva bandera. O al menos la bandera de los morenos y su iglesia redentora.
Si estos son los motivos de la fiesta, de los tamborileros y los marimberos por el Paseo de la Reforma, pues no había necesidad de tanta algarabía: son los mismos logros (o intenciones) de los muchos informes trimestrales, anuales, semestrales y prácticamente cotidianos de cada mañana, servidos en el plato de la repetición, y aderezados con el adobo musical de Chico Che.
“La marcha es para celebrar que no se permite la corrupción, la marcha es para celebrar que ahora sí pagan impuestos los potentados que antes no pagaban; la marcha es para celebrar que tenemos finanzas públicas sanas; la marcha es para decir que el 85 por ciento de los hogares mexicanos recibe cuando menos una pequeña porción del presupuesto público; la marcha es para decir que nos sentimos muy dichosos de estar entre todos apoyando a los más pobres; la marcha es para decir que no queremos que en México haya racismo y que vamos ganando esa batalla.
“La marcha es para decir que no aceptamos el clasismo ni la discriminación; la marcha es para decir que está triunfando nuestra estrategia de atender las causas que originan la violencia; la marcha es para decir que la paz es fruto de la justicia; la marcha es para decir que ya son 12 millones de adultos mayores que tienen una pensión y que a partir de enero van a tener un aumento del 25 por ciento; la marcha es para decir que van a seguir aumentando los salarios a los trabajadores; la marcha es para decir que 11 millones de jóvenes estudiantes de familias pobres reciben becas; la marcha es para decir que nos estamos ahorrando 50 mil millones de pesos por no pagarle publicidad a los medios de información.
“La marcha es para decir que hay esperanzas, que hay felicidad en nuestro pueblo; la marcha es para decir que, a pesar de la pandemia y de otras calamidades, México está avanzando y se acrecienta su prestigio en el concierto de las naciones en el mundo”.
–¿De veras alguien cree en el prestigio de México “en el concierto (¿Ucrania incluida en ese concierto?) de las naciones en el mundo?
Nomás Guillermo Ochoa. Por ahora…