Apenas y nos revolvía el espanto por el caso de la planchadora martirizada en Tlalpan cuando otra dosis de horror, suficiente para cualquier pesimismo sobre las actuales condiciones de la convivencia social, la educación y el progreso humano, nos abofetea.

Una pandilla de precocidad criminógena, juega al secuestro, asesina e inhuma a un pobre niño. Lo “levantan”, lo atan, lo apuñalan y lo cubren con tierra y encima el cadáver de un perro muerto. La fiesta se ha completado.

“Estábamos jugando al secuestro”, explican.

En el caso de la planchadora alguien  escribió:

“…Esto es el dolor,  la brutalidad, la inhumanidad simple y llana. Es un  campo de exterminio con una sola víctima en un rincón de Tlalpan. Es la sevicia, la inconsciencia.

“Y para más calamidad, no es sólo una simple demostración de la maldad inhumana. Es un caso real, como quizá por desgracia haya muchos más, sólo nos falta conocerlos, aun cuando podemos imaginarlos.

Ahora ya conocimos algo peor –o igual–  si la maldad tuviera gradaciones.

Había otra reflexión en aquel caso cuyas palabras parecen escogidas (también) para  el actual espanto:

“…Es una evidencia del empobrecimiento espiritual cuya horrible condición  lleva a toda una familia (en este caso a una gavilla de 5 menores de edad, el mayor de los cuales no llega a  los 16 años)  a tratar a otro ser humano como si no fuera tal, como si fuera una cosa, un objeto; un bulto explotable y desechable cuando ya no tenga utilidad, hasta disminuirlo incluso físicamente…”

En Chihuahua, donde ocurrieron esos incomprensibles hechos,  los niños “jugaban” al secuestro. En Tlalpan, ganaban dinero.

–¿A dónde hemos llegado en la pedagogía de los medios llenos de cadáveres en cada escena cuya sola exhibición ya es una apología de la violencia, de la ruindad como materia de exhibición y,  se quiera admitir o no, enseñanza? ¿Seguiremos viendo los juegos electrónicos de video como algo inocuo, inocente, entretenido con sus cascadas  de sangre virtual siempre capaz de transformarse en sangre real?

Se decía de Ana, la martirizada:

“…Llena de pavor en el dolido corazón y la piel ajada y quemada una y mil veces; el esqueleto reblandecido, la mente sin sueños ni esperanza…”,  pero quién podrá narrar el dolor del niño asesinado por sus compañeros de juego.

Leamos la noticia escueta y ojalá no la olvidemos nunca:

“..Cinco adolescentes –uno de 12 años de edad y dos de 15, además de dos mujeres de 13– fueron detenidos por la Fiscalía General del Estado (FGE) debido a que dieron muerte a un menor con quien jugaron “al secuestro”, informó Sergio Almaraz, titular de la dependencia en la zona centro..

“Cristopher Raymundo Márquez Mora, de seis años de edad, desapareció el jueves por la tarde en la colonia Laderas de San Guillermo. Su ausencia fue reportada el viernes.

“Aquél día, los cinco muchachos de la misma colonia lo encontraron fuera de su domicilio, lo invitaron a recoger leña y, una vez alejados de la zona habitacional, decidieron jugar con él al secuestro y lo ataron.

“De acuerdo a las investigaciones, una niña de 13 años lo apuñaló por la espalda para garantizar que no serían delatados. Luego cavaron un poco, lo enterraron y cubrieron con maleza y los restos de un animal muerto para disimular el mal olor”.

Ellos querían disimular el hedor.

La mefítica precaución le debería ser aplicada a la conciencia de muchos en este país cuyo discurso sobre «el interessuperiordelmenor» , la orfandad moral y  el proceso educativo, nunca toma en cuenta la realidad.

La realidad nacional es inhumana, progresivamente dolorosa y cruel.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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