El estilo es el hombre, ha dicho alguien y en ese sentido nos debemos preguntar si por seguir los dictados de su forma, el gobernante puede perder la naturaleza misma de su labor política.
Hasta el día de hoy sólo he visto dos pronunciamientos públicos (y críticos) de jefes de Estado en torno de las decisiones arbitrales o disciplinarias en el Mundial de Futbol de Brasil. Una, la del presidente Enrique Peña, quien no pudo más y en una reunión con empresarios y prestadores de servicios turísticos, dijo con buen talante: ¡No era penal!
La otra, más sonora y contundente, la del presidente de Uruguay, José Mújica, quien defendió a su “mordelón” conciudadano, el señor Suárez, mientras condenó a los burócratas de la FIFA con su rotundo, son una manga de hijos de puta. Manga, por aquellos lares significa, pandilla.
Eso nos lleva a recordar aquello del hombre y el estilo o del gobierno como una consecuencia de las características personales. Si bien la palabra estilo nos remite a la escritura, al punzón para grabar en tabletas enceradas los caracteres, se ha dicho por añadidura de cualquier forma única de hacer las cosas, al distintivo, al sello personal.
El estilo es el hombre, ha dicho alguien y en ese sentido nos debemos preguntar si por seguir los dictados de su forma, el gobernante puede perder la naturaleza misma de su labor política.
Por ejemplo, en el caso de la legalización de la mariguana y los dos presidentes ya mencionados.
Mújica no tuvo empacho en abrir la puerta con todas las posibles consecuencias. Las previsibles y las no sabidas hasta ahora. El presidente Enrique Peña manifestó su opinión personal y dejó en todo caso abierto el tema a un debate. No es lo mismo decir, no fue penalti a lanzar la manga de hijos de puta. Una cuestión de estilo y el estilo como consecuencia de la historia personal y la forma de llegar al poder.
Narcomenudeo Impresionantes las cifras ofrecidas por la fiscal Marcela García Torres, de la PGJDF, en cuanto al narcomenudeo en la ciudad de México.
Revisemos. “… del 21 de agosto del 2012 —cuando esta fiscalía inició sus actividades— al 31 de mayo pasado, de las seis mil 366 averiguaciones previas iniciadas, mil 058 fueron por venta de drogas, mientras que cinco mil 308 por posesión simple (compradores o adictos)”.?
“De esas averiguaciones previas integradas, señala, fueron detenidos dos mil 680 presuntos vendedores de droga y seis mil 891 adictos, de los cuales fueron consignados mil 833 y dos mil 185, respectivamente; es decir, fueron liberados 847 presuntos narco-menudistas y cuatro mil 706 compradores”.
Si 847 vendedores de drogas han sido puestos en libertad por deficiencias del proceso, imprecisión en las acusaciones o cualquier otro recurso, eso quiere decir nada más una cosa muy sencilla: hemos legalizado por las vías de hecho, la venta de drogas en la ciudad de México gracias, quizá, al recurso de liberalizar la posesión en cantidades menores, pero cada vez más altas.
Eso se llama, entre otras cosas, barrer por debajo del tapete.
¿Será también una cuestión de estilo en nuestras leyes y barandillas?