Quizá usted crea en la existencia de los problemas del país. Tal era el nombre de una grave materia de la escuela de sociología, problemas económicos y políticos de México. Los estudiantes sufrían o aprovechaban; era a veces el camino, para ingresar a la militancia, casi siempre priista.

Se hablaba ahí de la justicia, la injusticia; el desorden social, la zozobra de la posguerra, los cruentos episodios en el reparto de la tierra, las divergencias sindicales, el corporativismo, la desigualdad crónica, la desnutrición el hambre y la pobreza. Los jinetes del Apocalipsis galopaban por las aulas y colmaban los discursos, rellenaban las hojas y las cuartillas de estudiosos de nuestra pobre realidad.

Eran otros tiempos, se pensaba y se quería discutir, hasta de la contaminación ambiental… la explosión demográfica o la propiedad del petróleo, pero ahora hemos llegado a la síntesis de los problemas nacionales: si el presidente de la República se pone o no al revés los calcetines.

Obviamente la humanidad se ha pasado tiempo en la discusión sobre cosas y objetos cercanos a los poderosos. Los museos están llenos de pares de anteojos de los próceres nacionales y mundiales. Hay quien guarda la camisa ensangrentada de Maximiliano y no falta quien venere un pelo de la barba de Mahoma, pero darle condición de tema mayor a una carrera dominical y de entretenimiento deportivo y por consecuencia indagar si la calceta iba por el derecho o por el revés, demuestra una ociosidad ilimitada y una forma bastante menguada de perder el tiempo.

Y ya si hacemos del precio de dichas prendas protectoras del metatarso, una nueva polémica sobre la distribución del ingreso y el dispendio contrario a los fines republicanos y adversos a los sentimientos de la Nación con los cuales Morelos nos pidió moderar la opulencia y la indigencia, entonces estamos perdidos de todo extravío. Ya no tenemos remedio.

Pero si eso sucede en el páramo de la inteligencia cuyo dominio sobre las redes sociales –perniciosas y masificantes hacia abajo–, en otros campos no vamos menos en la discuisión de lo estéril, cuando no de lo inútil.

En las estaciones del Metro se han colocado policías con chalecos cuya especialidad y fuerza nos advierten con letras luminiscentes y cuyo objeto de cuidado es impedir la entrada de sonideros y vagoneros de diverso comercio. Ya no se puede vender en el Metro, lo cual supuestamente está prohibido desde los tiempos de don Alfonso Corona del Rosal cuya prehistoria dinosáurica es demasiada prologada como para ser del conocimiento de las actuales generaciones.

El Metro nació en el siglo pasado bajo dos compromisos: conservación, limpieza y veto al comercio ambulante trasladado a sus andenes y estaciones. Por eso se dispusieron abundantes locales comerciales en su interior.

Pero da a de eso ha valido como de seguro será inútil prohibir lo prohibido o recurrir a la demagogia pastosa de Joel Ortega quien quería capacitar a los incapaces para convertirlos en todo cuanto no quieren ser : cualquier cosa menos vagoneros y sonideros, llévelo, llévelo, bara, bara…

Así la vida se nos va en descuidar las cosas para después presumir cómo las cuidamos. Perder el tiempo de un análisis político en la dimensión, precio o colocación de un calcetín )o los dos) y mirar cómo pasa el tiempo con sus rastros de perjuicio. Todo para la derrota nacional, m todo para el olvido, todo para no remediar…

BELAUNZARÁN

¡Después de la carta con definitivo rapapolvos de Fernando Belaunzarán en contra de Andrés Manuel López Obrador, podrá este joven lanzado a la arena de dirección del PRD convencer a alguien de un discurso unificador de todas las izquierdas que en el mundo han sido? Poco creíble.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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