Mont

Quizá no se recuerde caso igual desde aquella denuncia o advertencia de Marx y Engels en el célebre manifiesto cuya consecuencias ahora ya no tiene caso comentar. Un fantasma recorría el mundo y en contra suya se organizó una “santa alianza”. “Santa jauría (tradujo Bakunin) de todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar; Metternich y Guizot; los radicales franceses y los polizontes alemanes”.

Hoy por los cielos y los suelos inundados de México hay otro espectro en recurrencia: el regreso del PRI.

Y en su contra se han aliado santamente todas las fuerzas del pánico, la desmemoria (como dice AMLO) y el oportunismo.

Se han agrupado en muégano indescriptible la izquierda venal y la derecha impotente; han clamado con voces tipludas algunos “intelectuales”; se han sembrado en todos los mentideros y corrillos de la política especies de varia categoría para exhibir por un lado la operación electoral de fondo y por la otra la histeria temerosa por un regreso al “pasado autoritario”.

Quien salga de este país por algunos días hallará a su regreso las muestras inevitables del primitivismo y el interminable giro de la noria. La legislación en el estado de México para formar coaliciones electorales en lugar de ocasionales candidaturas comunes desechables, ha sido pretexto para reunir los leños en cuya pira se quiere quemar (por lo pronto) a Enrique Peña Nieto. Y de eso no salimos.

Pero valen la pena algunas preguntas.

Nadie explica (ni se explica) cómo el Partido Acción Nacional y sus voceros, oficiales y disimulados condenan hoy los mecanismos legales y constitucionales en el estado de México para eliminar las candidaturas comunes y sustituirlas por coaliciones con plataforma y prerrogativas específicas, se prestaron hace meses a una maniobra de cambalache por la cual se comprometían votos parlamentarios a cambio de la cancelación de los hoy añorados recursos de comunidad electoral.

Como todos recordamos esos acuerdos produjeron entre otras cosas la defenestración del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont quien no solo perdió el empleo sino antes hasta la rancia membresía al partido de sus ensueños democráticos. La “realpolitik” se enfrentó a las ilusiones y quimeras de una pureza imaginaria.

Don Fernando se fue a su casa; César Nava, el presidente del Partido se quedó colgado de su propia firma y traicionó, junto con su jefe la palabra comprometida. Frente a la engañifa, el gobierno del estado de México desató a una acción jurídico política por la cual hoy los aliancistas se quejan con amargura.

Regresión al autoritarismo, dicen quienes no tienen la menor idea de cómo es un régimen verdaderamente dictatorial en el cual su partido nunca habría prosperado con base en concertacesiones antidemocráticas y reparto de sinecuras y prebendas con el régimen entonces imperante.

Pero la historia no se escribe con base en el relato de los hechos sino en la vigencia de las interpretaciones y hoy quienes cazaron en los cotos del salinismo se dicen defensores de la democracia, la verdad y la justicia.

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Ha cumplido setenta y un años de fundado el Partido Acción Nacional cuya raíz fue para decirlo llanamente la contrarrevolución. Específicamente la oposición al cardenismo.

Y en torno de ese aniversario ha habido muchas reflexiones, pero de entre todas ellas una destaca por encima de todas: la del presidente/militante, Felipe Calderón quien en una extraño caso de reverencia extemporánea, construye una pieza oratoria cuyos mejores momentos son calca y cita de antiguas expresiones de Carlos Castillo Peraza de quien acabó notoriamente distanciado. Pero una cosa son los vivos y otra muy diferente los difuntos.

“No deja de ser una paradoja –dice FCH—que nuestros adversarios (pues será el PRI, pues los otros son sus aliados) nos sigan viendo con temor, con recelo y con enorme preocupación. Y que por eso se lancen una y otra y otra vez contra nosotros; que por eso todos los días, hora tras hora se esmeren con denuedo en hacernos sentir mal respecto de nosotros mismos.

“Y todavía nos asombra y todavía nos asusta y todavía nos preocupa si hay un empeño deliberado de vulnerar lo que es Acción Nacional. Es claramente –entre otras cosas–, porque ellos sí saben lo que somos, sí saben lo que valemos y si tienen un enorme temor de que Acción Nacional recupere su alma (luego entonces ¿es un partido desalmado urgido de anímico rescate?); recupere su ánimo (¿desanimado?) y nuevamente vaya y gane –como, lo haremos, como lo hemos hecho–, la voluntad y el apoyo de los ciudadanos de México”.

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Pero ese optimismo no está en todas partes.

Ayer Vicente Fox, el hombre cuya audacia mediática (entre otras cosas) logró sacar al PRI de Los Pinos irrumpió en la escena con una entrevista concedida a Salvador García Soto a quien como arúspice abajeño, le interpretó el lenguaje de los dados (la “dadomancia”) y los datos: el PRI podría regresar a la Casa Presidencial.

Más allá de la ligereza con la cual se toman casi siempre las palabras de Fox, cuya falta de seriedad no requiere demostración, el diagnostico vale más como evaluación y menos como predicción. Frente a la arenga del animismo y la espiritualidad del PAN expresada en el aniversario en tonos casi de misticismo contrito por FCH, la rudeza campirana de Fox resulta una bofetada para el Presidente.

Así dialoga Fox con SGS:

“— Cuando dice “los que creen que van a ganar” ¿se refiere al PRI?

— ¿Para esta que viene? Pues sí…

— Pero Calderón dice a los panistas “vamos por el tercer periodo para el PAN”, ¿usted no lo ve así?

— Cada quien va a hacer su lucha y otra vez va a ser una lucha que si bien divida electoralmente (¿a los propios panistas?), conjunte en un proyecto sexenal cuando menos. Me parece que es una buena oportunidad este tramo que falta para ciertos acuerdos.

“Al preguntarle sobre la actitud del presidente Felipe Calderón, quien parece estar más interesado en ser jefe del PAN que del país, Vicente Fox considera que cada quien “juega sus canicas a su manera, no todo lo que se ve es lo que sucede, yo noto al revés que está echando lazos y conexiones ahorita para algún propósito que espero tendrá que ver con el país; está mucho más voluntarioso en ese sentido.

“Claro, él tiene que echar el lazo a su partido, cómo le pides que no lo haga, pero también tiene que echar el lazo hacia el PRI para las reformas que todavía se pueden alcanzar”.

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Pero el fantasma sigue su dispersión. El ectoplasma se presenta en todas partes y los aliancistas (ahora frustrados en el Edomex) han acuñado un nuevo pecado: el PRI tiene miedo de las candidaturas comunes cuya conformación misma demuestra –como es obvio– nuestra falta de temor. Si tuviéramos miedo no atacaríamos en bloque, dice el absurdo.

Nosotros tememos, vosotros teméis.

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Toda corriente política tiene su adalid.

Para algunos mexicanos la voz más calificada para hablar de México es la del novelista peruano-espáñol, Mario Vargas Llosa, quien desde su frase feliz de la “dictadura perfecta” y más tarde su confesión, “si fuera mexicano votaría por Fox”, es algo así como un intocable santón. Y más ahora cuando la Universidad Nacional Autónoma de México, como parte de sus conmemoraciones centenarias, le ha dado un doctorado “honoris causa” pero no por su clarividencia política sino por su excepcional obra literaria. No confundamos.

Y así el literato ha dicho:

“No deseo que el PRI vuelva al poder en México, pero tengo la convicción de que, si sucede, no podrá ser el mismo, no tendrá el control absoluto, pues dudo que los mexicanos permitan otra vez esa manipulación de la vida pública de todo un país por un partido único.”

Resulta extraña la convicción ante lo dudoso pues si el regreso del PRI al poder cae en el campo de las posibilidades, no se valdrían entonces tan rotundas profesiones de compromiso ante algo posible o imposible excepto si se piensa como Borges, “lo imposible o lo posible que es la misma cosa.”

Pero más allá de la palabrería y los juegos de precisiones y espejismos, el fantasmita ya dicho parece estarse alimentando hasta la obesidad hoy tan de moda, sólo con el conjuro con el cual se le invoca.

Quizá quienes profetizan con pavor el retorno de esos brujos, van a terminar generando el cumplimiento de su augurio. No sería la primera vez, pues en política sucede como en la infancia; el “coco” se puede aparecer nada más por llamarlo con la fuerza del pensamiento obsesivo.

*Esta columnna ya acabó sus vacaciones

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona