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Si queremos comenzar con un cierto orden en el análisis de los nuevos “audio-escándalos” deberíamos plantear una premisa: los delitos son punibles cuando se cometen, no cuando se habla de ellos. Obviamente hay delitos basados en un dicho, como por ejemplo las amenazas, pero en materia electoral no es posible considerar delictuosa una conducta (de la cual el espionaje se puede ser un indicio), únicamente por una escucha clandestina.

Por otra parte la intercepción de comunicaciones y su aprovechamiento político son delitos en sí mismos y su propagación, divulgación, reproducción y radiodifusión son la prueba de haberlos cometido.

Si no fuera así, Purificación Carpinteyro, perseguida del régimen, no estaría ahora acosada y empujada a un berenjenal de tribunales por divulgar material grabado de origen ilegítimo a pesar de no haber sido ella quien lo produjo.

Pero lo más sorprendente de todo esto es la orgullosa exhibición de la propagación del material ilícitamente obtenido (dígase Veracruz, Oaxaca o Puebla más cuanto se acumule en los días por venir) cuya divulgación se convierte en la ostensible vulneración de una legalidad traicionada de origen.

Muchas veces se ha dicho, sobre todo en materia de Derechos Humanos: no se puede tolerar el combate al delito desde el delito. Tampoco se puede predicar la honestidad (bueno, ni siquiera el fair play) desde la trinchera oscura del espionaje. Es un contrasentido, o para decirlo de manera más simple, una hipocresía.

Por eso llama mucho la atención el dicho de César Nava, presidente del Partido Acción Nacional, quien disfruta estos episodios como si fueran la garantía de futuras derrotas electorales para el Partido Revolucionario Institucional y la prueba de su capacidad política para la intriga y la maniobra.

Esta actitud de Nava tiene obviamente un aliento doctrinario de justiciera convicción.

Detrás de su conducta, más allá de la necesidad de satisfacer las instrucciones de su jefe, el presidente Felipe Calderón quien de manera obvia ha autorizado todas estas maniobras, como permitía en su momento los excesos a la larga infructuosos de Germán Martínez, Nava tiene una actitud personal gracias a la cual puede seguir esos dictados ciega y alegremente.

Yo no he podido por mi mismo hallar una definición para el comportamiento de Nava, para su actitud entre la moralina y la oreja detrás de la puerta. No hallo los términos precisos. Por eso recurro a una persona con talento; a Joseph Conrad.

En un libro suyo poco conocido llamado “El agente secreto”, Conrad describe a un personaje cuyo padre había sido un predicador. Dice de él:

“… esta postura moral se convirtió en un desordenado puritanismo de la ambición. La fomentaba como si poseyese una santidad profana. El verla frustrada le abrió los ojos a la verdadera naturaleza del mundo, cuya moral era artificial, corrupta y blasfema. El camino de las revoluciones, hasta de las más justificables, está abierto por impulsos personales disfrazados de credos…

“… Destruir la fe general en el imperio de la ley era la fórmula imperfecta de su pedante fanatismo; pero la convicción subconsciente de que la estructura de un orden social establecido sólo puede ser destruida eficazmente con una forma de violencia, colectiva o individual, era justa y correcta. El era un agente moral…”

Así es como encuentro sentido a las acusaciones de Nava en contra de Enrique Peña Nieto a quien señala de ser el espía escondido. Por lo pronto, y eso ya es un avance, Nava le pone nombre al ataque contra los “señores feudales”: espionaje.

Puestos así los argumentos hay dos equipos (para seguir con el símil del futbol tan de moda). Unos acusan a los órganos de seguridad del Estado. Obviamente el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont quien de diez tiros penales falla once, lo niega con la poco convincente vehemencia de costumbre.

Nava por su lado acusa a Peña.

–¿Hay algún antecedente de estos casos de espionaje? Sí, los hay y muy recientes. Leamos un loco, pues para eso son las hemerotecas. Mayo de 2007.

“Con dinero del gobierno de Estados Unidos (La jornada, con información de Los Angeles Times) la administración del panista Felipe Calderón Hinojosa obtuvo tecnología para aumentar su capacidad de intervenir llamadas telefónicas y hurgar en las cuentas de correo electrónico de ciudadanos mexicanos”.

El 7 de julio del 2008 (Vanguardia), “el gobernador priísta Humberto Moreira Valdés dijo que es vigilado por integrantes del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (Cisen) y pidió a la Secretaría de Gobernación que “en lugar de espiar a políticos” se dedique a combatir el crimen organizado.

“Sin embargo, dijo que no le preocupa que el Cisen vigile y grabe sus conversaciones telefónicas”.

OTRO MOREIRA

El presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, Rubén Ignacio Moreira Valdez (PRI), aseguró que “no hay una objeción que pueda detener por sí misma la reforma de derechos humanos, porque en algunos casos solo son cambios de semántica y de lenguaje”.

El país –dijo Moreira–, exige políticas efectivas de derechos humanos para evitar resoluciones como las emitidas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación con el caso de la guardería ABC de Hermosillo Sonora. Otro caso reciente es la muerte de los niños Bryan y Martín Almanza quienes fueron ejecutados en una carretera de Tamaulipas.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona