La fraseología del gobierno comienza a mostrar signos de agotamiento. Las cantaletas ya no advierten ni divierten; arrullan.

Un ejemplo un tanto grotesco:

Al referirse a la extracción de los datos de los periodistas acreditados ante la coordinación de Comunicación Social de la Presidencia –cuyo titular, Jesús Ramírez Cuevas no halla la puerta– el presidente atribuyó ese ciber ataque a la implacable y opulenta malevolencia de sus enemigos políticos.  

Pero no debería preocuparse el SP, por los conservadores; de tirar el tepache se encargan sus discípulos. Y eso porque el discurso de la reacción encabezado por Claudio X. González se derrumbó en muy pocas horas, cuando la tarde del lunes, el propio Cuevas, acompañado de la señorita Luisita Alcalde y un pasmado responsable del área digital (Emilio Calderón), atribuyó las filtraciones a la aleve conducta de un ex empleado (a) de su propia oficina.

No dijo quién o “quiena”, pero con eso quiso ocultar la medula del asunto: la incapacidad de este gobierno en el resguardo de sus propios archivos. Y es natural: ninguno tiene carrera profesional. Sólo tienen filiación política.

El inicio de la explicación fue muy jocoso:

“…Primero, precisar que el acceso no autorizado a información no fue a la base de datos de los periodistas acreditados en la Presidencia de la República, sino a un archivo que contenía una información parcial de periodistas que han sido acreditados en la fuente presidencial. Esto es importante para que, digamos, acotar esta información, porque no fue a la base de datos, sino a un archivo que se encontraba en una página, que se va a detallar cuál era su tarea, bueno, cuál es su labor”.

Haciendo de lado la atribución de una “labor” a un archivo contenido en una base de datos, la cual no fue atacada en su todo, sino nada más en una de sus partes, la constante es disminuir la importancia de las cosas.  Es una de las características de la mala administración. Contradecirse es otra.

No rompieron el huevo, nomás le sacaron la yema y no toda, ¿eh?

Y luego dijo Jesús:

“…alrededor de las 2:00 de la tarde nos enteramos, tuvimos conocimiento de la probable vulneración de información del Sistema de Acreditación de Prensa de la Presidencia de la República (…)  A partir de ese momento se notificó a la Dirección General de la Coordinación de Estrategia Digital Nacional (quien debía saber no sabía), quien de manera inmediata coordinó cerrar cualquier acceso al Sistema de Acreditación de Prensa de la Presidencia de la República.

“En segundo lugar, se aplicó el Protocolo Nacional Homologado de Gestión de Incidentes Cibernéticos…”

Eso, quiere decir, después del niño ahogado, aplicamos el Protocolo Nacional Homologado de Gestión de Taponamiento de Pozos, Agujeros y Coladeras sin Tapadera…

Sin embargo, eso no resuelve el meollo del asunto: la ineptitud para operar sistemas. O, mejor dicho, la incapacidad de hacerlos seguros.

Y esa conducta contraviene lo dispuesto en la ley de datos personales.

“Artículo 19.- Todo responsable que lleve a cabo tratamiento de datos personales deberá establecer y mantener medidas de seguridad administrativas, técnicas y físicas que permitan proteger los datos personales contra daño, pérdida, alteración, destrucción o el uso, acceso o tratamiento no autorizado. Los responsables no adoptarán medidas de seguridad menores a aquellas que mantengan para el manejo de su información. Asimismo, se tomará en cuenta el riesgo existente, las posibles consecuencias para los titulares, la sensibilidad de los datos y el desarrollo tecnológico…”

Pero la joya de la estulticia la ofreció Emiliano Calderón, el funcionario digital:

“…en la analogía del coche, en realidad el coche estaba estacionado y cerrado con llave, y alguien agarró una llave y lo abrió. O sea, no es que hubiera estado con la puerta abierta…”

Con esa clase de razonamientos queda muy claro por qué cuando van al baño hasta el jabón se les pierde.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona