El hallazgo de una bodega repleta de –¡oh!, obviedad–, cosas diversas a la manera de un bazar de inutilidades o bienes de segunda mano en Córdoba, Veracruz, perteneciente a una empresa o al menos una firma propiedad de Xavier Duarte de Ochoa y su esposa, la señora Karime Macías, contiene piezas suficientes para muy poco en el enorme volumen de los fraudes del ex gobernador.
Pero tiene algo más allá de la sorpresa: los diarios manuscritos de una mujer delirante.
Si en aquella famosa cinta de Stanley Kubrick, “El resplandor” (hoy los cultos van a ver su exposición a la Cineteca, entre suspiros), un enajenado escritor escribe y escribe la misma frase hasta el delirio (“All work and no play makes Jack a dull boy, «Solo trabajar y no jugar hace de Jack un chico aburrido«), como evidencia de su trastocada personalidad y su insania definitiva, agresiva y obsesiva, en los diarios Córdoba también la locura esta presente.
Llenar planas y planas, como niño castigado en la escuela con el viejo tormento de las “líneas”, con una sola frase, con una sola idea la cual a un tiempo es disculpa y destino, resulta lo más sorprendente de toda esta historia de corrupción, ambición y delirio avaricioso.
“Sí merezco abundancia, sí merezco abundancia, sí merezco abundancia…”
Más allá de la pertinencia o la conveniencia de relatar mediante una especie de bitácora la singladura del barco de las andanzas por los mares del dinero y los ranchos y las casas y los departamentos, bien valdría la pena un análisis siquiátrico de la pareja más buscada del país, porque la imaginación no da para explicarse cómo funciona una mente tan afectada por la ambición desbordada. Es un caso de acumulación avariciosa, una vida desplegada como la urraca ladrona; un mundo repleto de insatisfecha necesidad de acumular y acumular; pero todo bajo un imperativo autocomplaciente y justificante: merezco la abundancia.
No la riqueza, no la seguridad, la abundancia de manera soez, como el lodazal de la zahúrda; como el agua del mar, como el oxígeno del aire.
Cuando alguien define su vida como el resultado de un mérito derivado de su propio juicio, incurre no sólo en el egocentrismo sino en una especie de autismo extravagante. Haría falta la mente de un novelista genial para decir cuáles pensamientos llenaban la mente de Karime mientras llenaba hojas y hojas con el “mantra” de su manipulación y auto convencimiento.
Merezco abundancia, debe haber pensado Al Capopne. Tanto como Howard Hughes y no se debe dudar de esa idea como el motor en los negocios de esos magnates cuya capacidad cumulativa no tiene fin, como podría ser el caso de Donald Trump quien ahora expande su forma hasta la caótica Casa Blanca en Washington.
El mal original de todo esto no es la ratería, los peculados o los fraudes; no, el pecado es la ambición sin límites en la cual incurren quienes lo hacen de manera más o menos leal o también aquellos cuyo método es romper leyes, reglas y códigos para tomar lo ajeno y acumularlo, guardarlo, extenderlo en ranchos infinitos con caballadas de ensueño, con potros de sangre pura, con reses de mayor registro; cuadros cuya zafiedad no entiende, pero cuyo valor sorprende, bibliotecas sin lectura, botes sin navegación, haciendas abandonadas, vinos cuyo corcho nadie olisqueará, ociosa acumulación, pozo sin fondo.
Es el sueño infinito de la riqueza infinita.
“No supiste –cuenta Borges– , le decía un rey a otro rey, muerto de hambre dentro de la cámara de su riqueza, rodeado de piezas de oro y joyas en cantidad infinita, en la cual fue encerrado, por su grave maldad, que el dinero sólo sirve para lo que puede comprar”.
Los diarios de Karime no se sabe si son explicación o confesión. Cualquiera imagina las mañanas del relato interno, la contabilidad del progreso de una hacienda ruin y podrida, la gozosa contabilidad de los pecados.
–“Sí merezco la abundancia”, frase inmortal para escribir en el ático de un mausoleo de Córdoba, epitafio del PRI en Veracruz, carcajada de gato, pregunta de bruja frente al espejo de la riqueza ambicionada,
–Dime espejito, ¿quien merece la abundancia?, habría dicho la malvada reina con una manzana frente a la Blanca Nieves de la República.
Cosas de la corrupción y la siquiatría…
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