Otra vez el escenario del otero luminoso bajo cuya claridad el sol deslumbra. De nuevo el poeta con su uniforme de campaña. Una vez más la ceremonia del minuto silencioso, dolido y condolido y para seguir con algo cercano a la incipiente tradición los sentimientos murmurados y las respuestas precisas y claridosas.
Piden los civilistas y responde el gobierno. Yo digo no; tú dices sí. Nosotros dialogamos, vosotros dialogáis.
Nada ha de cambiar pues no es la palabra herramienta del cambio; eso le toca a la acción. El verbo es anuncio o traición; nunca obra, excepto en la literatura o la oración.
Si Miguel Concha, sacerdote de larga data en los movimientos civiles de defensa de los Derechos Humanos llama anticonstitucional a la presencia del Ejército en las actuales labores, ya le responde el Presidente. No. Punto
Es absolutamente apegada a la constitución y Sanseacabó.
Ya le dicen los guardias a Sicilia, pásele por aquí, lo vamos a revisar, a “trasculcar” diría una señora del pueblo, para enfrentar la negativa del poeta. No somos delincuentes ni sospechosos, ni tenemos motivos para ir a la báscula.
Nones, nada, ni madres.
Y llega Roberto Gil, el secretario particular con su aspecto de abogado comprensivo y les dice, bueno, bueno, no le hagan pasar estos sofocones al vate, no lastimen su dignidad de víctima; no lo hemos invitado aquí para tratarlo como sospechoso de algo como si fuera cualquier pasajero a punto de subir al avión.
A ver, abra los brazos, a ver separe las piernas, ¿cómo es eso? ¿No entienden?
Pero ahora la sociedad se muestra con sus muchos rostros pues a pesar de los jaloneos y la pugna por la representación genuina de los quejosos; víctimas, similares y conexos, ya se puede ver bajo la misma sombrilla a la señora Isabel Miranda de Wallace, al señor Alejandro Martí y a Don Javier y los sicilianos et al.
Pero el río, a pesar de Heráclito, sigue llevando la misma agua.
Diálogos van y diálogos vienen y la única gananciosa es Doña Oratoria quien no ha llevado a las juntas a su prima lejana la señorita Solución.
No es este en verdad un Estado fallido, dice el poeta. Es un Estado fracturado. Y en el juego de las palabras cae todo el peso del diagnóstico.
Regresa el riesgo de las elecciones de la ignominia, se vuelve a insistir en la interminable cantidad de víctimas, se habla de los desaparecidos, se insiste en la imposibilidad de vencer la violencia con más violencia en una guerra interminable.
Y vuelve a su vez el Presidente a exponer sus índices y sus avances y todo parece haberse dividido en bandos entre la comprensión (Wallace) y la rebeldía (Solalinde, Concha, Sicilia).
A fin de cuentas el secretario de Gobernación, Francisco Blake, carga con el papel del villano (si no favorito, si recurrente) y el Presidente Calderón se presenta como el hombre cuyo talante democrático permite estos diálogos impensables si (como se lo han dicho) encabezara un Estado represor (cuando él se ufana de desplegar la fuerza de un Estado Protector), alejado de los sentimientos ciudadanos, las demandas populares y la dignidad de las víctimas.
Después Sicilia convoca a otra manifestación masiva para el 31 de octubre en memoria de todo lo memorable, y la señora Wallace le propone otra fecha, no se vaya a mezclar con el jalogüin.
¿Trick or treat?
Noche de muertos donde nadie cometería la mala pregunta en medio de la masiva contabilidad de los muertos nacionales –cuya cuantía ya va por los 43 mil (y contando) según ha dicho la muy confiable Ad ministración Contra las Drogas, mejor conocida en el bajo mundo como la DEA–, de preguntar si le dan su “calaverita”.
TERRORISMO
Ya se ha dicho hasta la saciedad pero en esa reiteración Terminada la “Guerra fría” con la indudable derrota del bloque comunista los Estados Unidos se quedaron solos y dueños del escenario internacional.
Pero entre tanta felicidad hallaron un faltante: ya no tenían villanos contra los cuales luchar. ¿De quién iban ahora a salvar al mundo? Los comunistas de antaño no espantaban ni a los niños.
Era un orbe tan triste como Supermán sin Lex Luthor; Batman sin el Joker, Manolete sin el Miura o el Santo sin momias ni zombis contra los cuales practicar certeros topetazos.
Excluido el comunismo internacional y reducido el mal a un simple eje de tres países los militaristas americanos replantearon la estrategia: los terroristas islámicos, asociados con todos los demás terroristas son la malévola presencia internacional contra cuyos actos y maniobras negras debe actuar quien por derecho divino es custodio, guardián y padre de la democracia.
Hoy ya no buscan armas químicas en los arenales de Mesopotamia. Ya invadieron Irak, Mataron al tirano Hussein y lograron la permanencia en Afganistán. Ahora ya no quieren ir tan lejos para imponer su ley y dominar los recursos naturales de cualquier zona del planeta. Les basta con establecer una presencia militar en ambos lados de su frontera sur. A fin de cuentas ahora los “Zetas” son el equivalente de las armas masivamente destructivas.
Por eso su planteamiento, paciente y calculado, es –al menos en la hegemonía sobre el continente americano–, demostrar la alianza (coalición, le llamarían otros) entre los delincuentes mexicanos y los terroristas islámicos, de preferencia iraníes, pues necesitan toda la solidaridad internacional primero para acabar con las repúblicas musulmanas cuya tiránica condición ya ha sido condenada con el piar del tuiter y la ubicuidad del Facebook, mientras se mantiene el dominio hemisférico hasta lograr un Plan Colombia absoluto para cada una de nuestras naciones. En México se llama “Iniciativa Mérida”.
Y para esto es necesario ir paso a paso.
Lo primero es crear una conciencia continental de los riesgos terroristas. Para eso se ha edificado un monumento discursivo con el emblema de las Torres Gemelas. Después, asociar esos riesgos con el crimen organizado. Una vez batida la charamusca, se debe meter al horno gracias a dos o tres atentados furibundos, sea quien sea su autor.
Y después soltar gota a gota la idea: si los mexicanos no pueden cuidar su territorio, nosotros les podemos ayudar.
En este sentido el gobernador de Texas ha jugado un papel notable. Su dureza y su falta de visión hacia cualquier rasgo humanitario, quedó muy en claro en una declaración der hace ya varios años, en la cual rechazó cualquier solicitud de clemencia para los condenados a muerte, con un argumento irrebatible: si no quieren morir ajusticiados por la ley de Texas, no vengan a Texas a cometer delitos. Si rompen la ley, los vamos a matar. Esa es la ley.
En 2008 la Corte Internacional de la Haya intervino a favor de seis mexicanos condenados a muerte por delitos cometidos en EU. Perry, de quien habría dependido el perdón a una junta, fue contundente: No hay clemencia ahora pues entonces debería haberla siempre.
“Nada va a cambiar por lo que diga un tribunal extranjero”, afirmó entonces (EFE) Robert Black, quien señaló que el estado de Texas no está obligado a cumplir el dictamen del TIJ, que es el máximo tribunal de la ONU… damos la bienvenida a los visitantes y los inversores, pero los extranjeros que vengan (a Texas) con la intención de cometer crímenes sufrirán las consecuencias”.
Ese mismo gobernador fue el encargado de dar el siguiente paso ya no para condenar a los mexicanos delincuentes en Estados Unidos sino para los delincuentes en territorio de acá de este lado. Pero la novedad no estriba en esta propuesta.
Lo importante es darse cuenta de cómo podríamos pasar de la “Expedición punitiva” a la “Intervención preventiva”. Este es el camino.
Esto se divulgó hace apenas unos días:
“El precandidato republicano a la presidencia Rick Perry dijo el sábado (8) que está dispuesto a enviar fuerzas estadunidenses a México para ayudar a combatir los cárteles del narcotráfico.
“Podría requerirse de nuestras fuerzas militares en México, para trabajar en coordinación con ellos a fin de eliminar estos cárteles narcotraficantes y mantenerlos alejados de nuestras fronteras”, señaló el también gobernador de Texas
“Perry comparó la situación en México con la de Colombia, cuyo gobierno aceptó el apoyo militar estadunidense en la guerra contra la droga”.
Y mientras tanto los mexicanos participamos en la anulación de un complot para acabar con el embajador saudita en Washington y a cambio de nuestra previsora expulsión del cerebro de dicha operación , recibimos un algodón de azúcar en el circo del Tío Obama. Y vaya si lo agradecemos.
Dijeron desde Los Pinos:
“El Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Felipe Calderón Hinojosa, recibió una llamada telefónica del Presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, quien le agradeció y destacó la cooperación de México en la detención del señor Manssor Arbabsiar”.
LUNAMIELERO
Ahora, con cualquier pretexto el señor jefe de gobierno, Marcelo Ebrard la emprende por el mundo acompañado de su joven y bella esposa. Se acaba de casar y ya se marcha a Kuwuait, según él a hacer negocios.
El pretexto es el mismo de cuando viajó con Mariagna a China: buscar inversiones y cooperación internacional para la ciudad. Y de paso ver gotear la miel derramada desde la luna celestial. Con nuestro dinero, claro.