Falsarios, ladrones y mentecatos. De todo hay en los partidos… Los partidos políticos nos dan vergüenza. Nosotros les damos dinero. El arreglo es maravilloso para ellos.
Pues sí, el Partido Acción Nacional le ha regalado al interminable catálogo de la corrupción nacional asociada y generadora de la ineptitud, algunas de sus mejores páginas: el crecimiento exponencial de Oceanografía, por ejemplo; la construcción de la Estela de luz, las patrañas inmobiliarias del ex gobernador Oliva de Guanajuato, y en fin, seguir sería la fatiga del teclado, el sadismo contra la memoria.
Casi tanto como intentar un recuento de las pillerías del sol azteca principalmente en la ciudad de México, por no hablar de las herencias en todos sentidos del gobierno de Leonel Godoy en Michoacán o las hazañas de Marcelo Ebrard en la construcción de la Línea 12 del Metro; cosa lamentable por donde se le vea y se le juzgue, pues a pesar de todas las explicaciones, el hecho simple es su parálisis parcial y la imposibilidad de explicar cómo los trenes funcionan en un tramo y resultan inservibles en otros donde no se embonan lo ancho con lo largo ni lo largo con lo ancho.
Pero el Partido Revolucionario Institucional no podía quedarse atrás y antes de la exhibición ajena prefiere poner él mismo remedio a sus males y para comenzar expulsa de sus filas al indescriptible Manuel Martínez Garrigós en Morelos, para después armar el expediente del Berlusconi de la “pepena”; Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, quien se las gasta en aquello de pagar servicios sexuales, quizá por lo imposible de lograrlos mediante el atractivo espectacular de su persona.
El caso de Gutiérrez de la Torre es de un pragmatismo espantoso: antes de permitir un cisma en temporada preelectoral y arriesgarse a la mudanza de sus votos, sean cuantos sean; el PRI prefirió cerrar los ojos y dejar pasar a quien no solo había caído en el feo (y conocido) vicio de la concupiscencia de alquiler sino ha atacado, mandado golpear y amenazar a otras mujeres lejanas a sus apetitos carnales, pero cercanas a sus ansias de poder, como sucedió con Rosario Guerra.
Y ya ni hablar de las varias ocasiones cuando a sillazos y patadas reventó las sesiones del Comité Ejecutivo en el DF con sus “porros” y mandriles, mientras María de los Ángeles Moreno o Beatriz Paredes, miraban impotentes la exhibición de primitivismo impune.
—¿Dónde estaba entonces el “Nuevo PRI”? Quién sabe, pero no donde debió haber estado.
En esas condiciones los ciudadanos siguen indefensos ante la acción de esas entidades ubicuas, todopoderosas y en cierto modo invisibles en el momento de sus tejes y sus manejes: los partidos políticos cuya organización se dedica a cualquier cosa menos a representar, promover o defender los intereses generales. En ese sentido los partidos son autistas pero autárquicos.
Son máquinas para fabricar votos, canjearlos, alquilarse o venderse al mejor postor, pactar alianzas cupulares –con Pacto o sin Pacto—, o insertarse en los órganos colegiados, como acaba de suceder por ejemplo con el nuevo Consejo General del Instituto Nacional Electoral, cuya condición de mescolanza no podrá ser corregida en mucho tiempo.
Hoy todos exhiben sus deficiencias y su naturaleza gracias al destino de sus personajes. El PRI tiene a un gobernador interino sometido al arraigo por hechos de sobra conocidos: su cercanía con templarios y delincuentes. Hasta en la familia suya. Por eso se lo decía, Reina ni reina ni gobierna. Para reina una conocida mía.
El PRD metió en la cajuela a otro distinguido ciudadano (y los demás partidos se hicieron guajes, por no decir se hicieron pendejos), medio hermano por cierto del ex gobernador Godoy y lo empujó al juramento legislativo para dotarlo de fuero y permitirle la fuga. Todo un hijo de Tuta, dicen quienes hasta el día de hoy lo buscan sin querer hallarlo.
Falsarios, ladrones y mentecatos. De todo hay en los partidos y no queda carta aborrecida. La fundadora del Partido Nueva Alianza, Elba Esther Gordillo, en la cárcel; su hija, la senadora Mónica Arriola, peleada a muerte con su cuñado Fernando González, si no se ha cambiado el nombre, quien ni suelta gran parte de los honorarios con cuya cuantía se pensaba pagar la defensa de la matriarca de una tribu hoy dedicada al canibalismo (10 millones de dólares había para la defensa). “¡Qué bonita familia!”, decí un cómico de antaño.
Pero el asunto carece de gracia si bien en algunos momentos permite la hilaridad. También de dolor se canta, decía el mariachi.
Los partidos políticos nos dan vergüenza. Nosotros les damos dinero. El arreglo es maravilloso para ellos.
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