Hoy, así sea por un rato, la imaginación desbordada de aquella pulquería cercana a La Merced en cuyos muros la inspirada brocha del rotulista decoró con letras negras: “El día que los aztecas conquistaron Nueva York”, se hará realidad. Una vez más se harán festejos callejeros en honor de la Independencia de México, celebrada en Estados Unidos en una fecha distinta al 16 de septiembre.
La Batalla de Puebla es para algunos gringos la fecha de la emancipación mexicana de un dominio europeo, lo cual nos colocaba, en el siglo XIX, más cercanos a su radical “Doctrina Monroe” según la cual América debería ser para los americanos, no para los europeos. Y como México (al menos por unos años) ganó aquella batalla gloriosa, pues entonces les viene bien a los “continentalistas” de Washington.
Pero hoy la fiesta esta empañada por algunas circunstancias y no todo serán serpentinas y papel picado sobre la Quinta Avenida. Primero, la consolidación casi definitiva de Donald Trump como candidato republicano a la Presidencia de ese país (y posible ganador de la Casa Blanca), y la segunda, las torpezas contestatarias de la comunidad hispana, cuyas protestas frontales con banderas mexicanas y todo el asunto escenográfico, no han hecho sino confirmar ante los seguidores de Trump el vandalismo genético de la chicanada. Mala estrategia.
La victoria de Trump, la retirada de Cruz y la ebriedad victoriosa del empresario fundamentalista, son cada día más un peligro inminente. Si hace meses esta humorada no se la tomaba en serio nadie, o muy pocos, hoy el señor Trump es una posibilidad real frente a cuyo crecimiento nadie puede hacer nada sino escandalizarse por la cantidad de imbéciles dentro del electorado americano y la enorme masa en las calles y pueblos de la América silenciosa y endogámica dispuesta a compartir la patraña del aislacionismo racista y supremacista.
Y si bien la construcción del muro fronterizo ha sido vista por algunos como la mayor amenaza, se debería revisar si en el fondo no hay otras advertencias peores. En ese sentido vale la pena revisar un texto de Jaime Zabludovsky (Letras libres) sobre la demolición del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, como el verdadero peligro. Los aranceles son sus ladrillos. Dice:
“…es sorprendente que aunque Trump esté luchando por la candidatura del Partido Republicano –el bastión pro libre comercio en Estados Unidos– les haya arrebatado sus argumentos más vociferantes a las facciones más proteccionistas del Partido Demócrata. Trump ha borrado las diferencias ideológicas entre republicanos y demócratas, y ha unido a buena parte del electorado estadounidense alrededor de un discurso aislacionista.
“Esto no quiere decir que, de ser elegido presidente, Trump vaya a poder cumplir sus promesas de campaña. Por el contrario, una de las primeras sorpresas que se llevaría el presidente Trump sería descubrir que el campo de maniobra de la Casa Blanca es mucho más limitado de lo que él se imagina y, claramente, de lo que se necesitaría para cumplir con su programa de gobierno. De hecho, si insistiera en llevar a cabo dicho programa, pronto vería que los costos serían altos.
“Tomemos dos de los ejemplos más radicales y repetidos durante la campaña: la promesa de imponer aranceles a las importaciones estadounidenses, en particular a los automóviles procedentes de México y China, y la de construir un muro fronterizo financiado por México.
“En caso de obtener el apoyo del Congreso para imponer aranceles a vehículos procedentes de México, la administración Trump estaría cometiendo una violación flagrante del TLCAN, que contiene obligaciones estrictas para garantizar la libre circulación de bienes entre México, Estados Unidos y Canadá. Existen precedentes que muestran la severidad de estas obligaciones y el poder de las represalias comerciales para inducir el cumplimiento del acuerdo trilateral…
“…En 2015, México fue el primer proveedor externo de vehículos en el mercado estadounidense con ventas por 75 mil millones de dólares, el 26% del total de las importaciones automotrices de Estados Unidos. El arancel prometido por Trump de 45% implicaría “daños” a México de, por lo menos, 33.75 miles de millones de dólares que, de acuerdo con el TLCAN, México podría “resarcirse” imponiendo aranceles equivalentes a productos procedentes de Estados Unidos.
“Claramente, de ganar la presidencia Trump podría evitar violar el TLCAN, simplemente denunciándolo, esto es: decidiendo soberanamente dejar de ser parte del mismo. Nada obliga a un país a formar parte de un tratado internacional si así no lo quiere…”
Exportaciones e inversiones extranjeras se vendrían abajo. Es el muro económico. El derrumbe de todo un modelo continental.