Algunos historiadores han dicho sobre la Casa Blanca de Washington (en ambos sentidos pues fue de Mr. George y está en la ciudad epónima del padre fundador), es alba y lisa por haber sido cubierta de cal y harina de arroz; fue construida por inmigrantes forzados, pues así se les llama eufónicamente a los esclavos africanos y diseñada por un francés y en la actualidad su construcción subterránea supera la parte superior. Blanca por fuera; negra por debajo.
Pero ya será asunto de otra historia cuando alguien quiera explicar esa fotografía reciente en la cual los reflectores de luz convierten el simbólico edificio en la bandera del arco iris, expresión cromática del incluyente movimiento “Gay” internacional, cuya enorme victoria ha sido el matrimonio homosexual (y sus derivaciones) en todo el territorio de esa enorme nación. A partir de esa imagen, podrán comenzar a ver de otro modo la nueva historia de un país donde en verdad están ocurriendo cosas jamás vistas, supuestas o imaginadas, expresadas hasta de manera semiótica en el juego de los colores vemos a un presidente negro viviendo la Casa Blanca, construida en sus cimientos por esclavos de traídos con grilletes de allende el mar, ya no se diga la pigmentación del revolucionario inquilino de la alba residencia.
En ese sentido hay innovaciones sorprendentes en la vida americana. Profundas, intensas cuyo efecto, por cascada, llega a otros lugares del planeta. Los Estados Unidos, son tan fuertes y potentes como para siempre darle la razón a Rubén Darío y sus definiciones geopolíticas al menos en América Latina:
“…Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
Que pasa por las vertebras enormes de Los Andes.
Si clamáis se oye como el rugir del león.”
Hace apenas unos días –como ya dijimos más arriba–, nos sorprendió la iluminación de la Casa Blanca, convertir la Casa Blanca en «The Rainbow House», la Casa del Arcoíris, pero no fue el reflejo de un cuento infantil, «El Mago de Oz» o esas cosas, sino la ya comentada bandera libertaria. Una cosa era lograr la resolución de la Suprema Corte en cuanto a las uniones matrimoniales y otra cosa festejarlo de una manera tan ostensible y tan insoportable ante los ojos de los más derechistas y machistas entre los radicales de la Unión Americana.
No me imagino a todas las pandillas de «Rednecks” del sur y de todas estas gentes del «Tea Party»: la expresión producida por esto debió ser tan apabullante –ya metidos en otro asunto de novedad insólita–, como el aturdimiento producido en terrenos de política internacional con el restablecimiento o establecimiento, de las relaciones con Cuba.
Y 54 años esperamos quienes éramos niños y vimos a los barbudos de la Sierra Maestra entrar a la Habana, para ver cuanto hemos visto con Cuba a lo lago de más de medio siglo. Toda una era.
Sin embargo ese potente imperio descritos por el “Bardo rey” tuvo por años, más de media centuria, una piedra en la bota: Cuba. Por eso ahora es notable el viraje impulsado por el presidente Barack Obama (no por su gusto, sino por el dictado del tiempo; el más implacable de los dictadores) para restablecer relaciones diplomáticas con el gobierno de La Habana. Con todo y Fidel.
“…Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los americanos no pueden con él…”
El anuncio doble de cubanos y estadounidenses para la inminente apertura de embajadas en toda forma es una de las grandes noticias del último periodo presidencial de Barack Obama quien se ha convertido, en «el hombre del nunca antes», porque no se había visto en Estados Unidos nada parecido a esta audacia de segundo periodo y de gran promoción del Partido Demócrata emprendida por su habilidad diplomática, cuyo ejercicio le permite brincar así otras barreras impuestas por sus recalcitrantes adversarios (enemigos, pues) del Partido Republicano.
Quizá deberíamos considerar cómo el hombre compensa desde el Ejecutivo todo el bloqueo de los republicanos desde el Legislativo.
Sus grandes reformas sociales en lo interno se vieron detenidas, pero hay privilegios del ejecutivo para mostrar el poder y ejercerlo. Como todo esto, pintar de colores la Casa Blanca o ponerse en la línea telefónica con los hermanos Castro; el patriarca y el vice patriarca, de una revolución cuya desgracia los enemigos no se cansan de anhelar, anunciar y equivocarse.
Una revolución, la cubana, con México desde su origen, desde su planeación, desde el embarco de los combatientes, con muchos momentos de afinidad diplomática, política y cultural cuyo ocaso no se cuando se dio, (si ya se dio del todo), porque su curso les compete a los cubanos y por lo visto hoy también les importa (a buenas horas) a los estadounidenses.
¿Cómo podemos ahora entender la crisis de los misiles, cuya peligrosidad tuvo al mundo al borde de la Tercera Guerra Mundial, con esta reconciliación diplomática? “O tempora o mores”, diría aquel.
¿Cómo podemos entender a quienes decían, «solamente muerto Fidel se podrá normalizar esto»? ¿Y cómo podemos mirar el desfile de los espectros?
Los fantasmas detrás de la sombra de Fidel Castro: Eisenhower, Kennedy, Nixon, Ford, Johnson, Reagan…
Fidel se sentó en la puerta del Mar de las Antillas y desde su casa vio pasar el cadáver de sus enemigos.
¿Cuántos directores de la CIA han pasado de 59 para acá?
Casi tantos como intentos fallidos de magnicidio contra Fidel han fracasado en más de cien planes para matarlo. Y está la invasión y está Playa Girón o Bahía de Cochinos, y está la perseverancia de los cubanos, y está su maravilloso ejercicio diplomático paso a paso y aquella visita del Papa como punto principal en el principio del gran cambio de los cubanos. Los Papas siempre presentes en todo cambio.
¿Nos importa a nosotros si Cuba tiene o no tiene embajada con los gringos o si se llevan bien o si se llevan mal?
Pues le debería importar sobre todo a quien viva en la Riviera Maya, como parte del conjunto turístico de la industria mexicana más exitosa de los últimos años. La apertura de Cuba es también el surgimiento de un enemigo, un competidor turístico de dimensiones formidables.
Si en unos cinco años Cuba es un destino turístico viable para los americanos, no sólo para los de Miami; no, para los de Minnesota, donde hace frío de verdad, para los de Washington y Oregon, porque quien vive en el helado Portland se podrá ir a Cuba a beber mojitos en Santa Clara o Guanabacoa, o La Habana o Varadero. Y ese es un gringo menos en México.
Con la leyenda de los habitantes (especialmente las “habitantas”) de Cuba ¿podemos imaginar el “Springbreak” en La Habana, con cuatro mil o cinco mil adolescentes verdaderamente infectados por la lujuria del trópico cubano?
Eso va a ser una competencia terrible para los cancunenses y los quintanarroenses en general.
Entonces sí nos importa lo que está pasando con ellos y sí nos importa ver en el terreno internacional dos fenómenos muy impresionantes.
El primero, ¿cómo logró Fidel Castro esta longevidad política y geopolítica?
Enfermo y cuanto se quiera, pero ¿cómo logró la perdurabilidad del poder?
Quienes digan con simplismo, «es un tirano, es un dictador», dirán una huevada. No por ser dictador se garantiza la eternidad. Fidel sigue dictando líneas generales para el Gobierno de su hermano.
Ese ejemplo de genialidad política ahí está para la historia, y también está para sus páginas el relato de un país capaz de decirle en coro a los Estados Unidos:
«–¿Saben qué? Que no».
Y durante 54 años dijeron NO.
Pero un día les convino decir sí y se van a abrir las embajadas.
Y desde su casa bañada por la brisa, Fidel insinúa una de las
ajio. por fuera; negra por dentro.a, Fidelm dibuja una de las ad. .
pues) del Oarytudo republicano.
es imrpee darle la razúltimas sonrisas de su vida…