No se trata de caer en trasnochadas fisiocracias ni cosa por el estilo sino simplemente de establecer algunas comparaciones entre los males de un organismo viviente y las condiciones de una agrupación política. Yo tengo para mí –como dicen las señoras en el te canasta cuando exponen sus sospechas de algo—ciertas evidencias muy difíciles de remover: los males del PRD son incurables.

Apenas el domingo, poco después de la unción (no elección) de Agustín Basave como líder del «Sol Azteca», esta columna se preguntaba si la sola llegada de un hombre honesto y sensato podría eliminar la corrupción acarreada por el clientelismo y el auge de las “tribus” en el reparto de la influencia de un partido cuyo tránsito entre la oposición política y el aprovechamiento económico de administrar delegaciones y funciones de gobierno en el DF (principal pero no exclusivamente) ha construido una catedral de ruines negocios.

Si tomamos en cuenta las primeras declaraciones del bien lanchado Agustín Basave, nos hallamos frente a un catálogo de vaguedades y lugares comunes entre los cuales sólo destaca uno: se acabaron los pactos con el gobierno. Pues sí, especialmente porque al gobierno ya no le interesa hacer arreglos para impulsar reformas ya consumadas. Siempre es muy fácil rechazar las cosas cuando nadie te las está ofreciendo.

En alguna otra ocasión en este espacio he comentado la obra de Adriana Borjas sobre la estructrura, organización interna y desempeño del PRD. Si bien el libro se ciñe allapso 1989-2003, hay rasgos analósticos aun vigentes, co o por ejemñlo la definici´kn de la nautrraleza de esa institución en la cual concurren dos vertientes a veces contradictorias: un sistema de solidaridad junto a un sistema de intereses.

“…el PRD es una organización de carácter híbrido en cuyo interior han coexistido desde un primer momento y de manera simultánea un sistema de solidaridad y un sistema de intereses que configurados respectivamente por los militantes y los líderes, ha impedido el proceso de institucionalización y la consiguiente articulación de los fines que permite la estabilidad y consolidación del partido como organización y como entidad que se dirige a la conquista del poder”, dice la investigadora Borjas.

Pero más allá de eso el arribo de Basave rompe, de plano, con la más arraigada de las características del PRD desde su fundación: el caudillismo originado desde el momento mismo de la irrupción de Cuauhtémoc Cárdenas, con todo el peso de su linaje y la fractura en el PRI.

Si bien el PRD fue una entidad en la cual ni la hoja del árbol se movía sin la voluntad del ingeniero, sabio tutor de todos y patrono de algunos, tolerante o vengativo, según fuera el caso, hoy se repone de una orfandad en busca de un remedio milagroso.

Los sucesivos líderes del PRD (Porfirio, Andrés Manuel, Heberto) no hicieron sino afianzar la “personalización institucional”. En ese sentido– justo es decirlo–, sólo Heberto comprendió la utilidad de hacer a un lado cuando fue necesario. Los demás no se movieron dentro del marco institucional, simplemente se fueron cuando no hallaron el absoluto respaldo necesario para el señor feudal. Desgajaron el árbol y se llevaron cada uno su rama.

Toda esta transformación, reflejada en el aplastante resultado de una aplanadora bajo cuya pintura amarilla se advierten viejas capas de barniz patrimonialista aplicada con paciencia y habilidad por los ”chuchos”, no augura una corrección automática. Nada puede serlo, es verdad, pero esta conducta casi de borra el papel y comenzar con una nueva cuenta, no hace sino confirmar la característica crónica el mal.

¿Cuándo se pasa de lo crónico a lo agudo; lo incurable a lo mortal; lo progresivo y lo definitivo? No se sabe en este caso, pero la disminución del proceso democrático solamente nos recuerda aquella frase de Michels: “… es un producto de exportación; no de consumo interno…”

En ese sentido el PRD no ha logrado una real institucionalización “…pues continúa siendo un medio para fines a veces coincidentes y otras contradictorios , en la medida que no se ha transformado en un fin en sí mismo, los intereses estables en la propia supervivencia y las lealtades organizativas, no se han desarrollado”.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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