No sabemos hasta donde llegue la posibilidad de utilizar el futbol como el pan simple entregado “generosamente” en el circo contemporáneo, pero al parecer su magia como distractor en el mundo ha comenzado a agotarse.
Al menos en el lugar donde menos se lo hubiera uno imaginado. En Brasil.
Hoy el futbol brasileño ya no es capaz de paliar las manifestaciones de protesta en sus grandes ciudades, ni siquiera en la etapa previa al campeonato Mundial de la Fifa y en plena Copa de las Confederaciones, lo cual nos revela dos circunstancias.
La primera y ya dicha, su relativa inutilidad en cuanto a su capacidad de engañar el hambre social con la golosina de balones y patadas y la segunda, la falsa imagen de una propaganda por la cual durante años se nos presentó al país del Amazonas como una especie de Suiza feliz con recursos tropicales.
Si bien no son los cronistas deportivos quienes pueden enviar información exhaustiva sobre movimientos sociales, esta nota de “Medio Tiempo” (Ar) da una buena idea de las dimensiones del asunto:
“Las protestas y manifestaciones que han ensombrecido la Copa Confederaciones 2013 en Brasil no fueron ajenas al partido entre México e Italia en el Estadio Maracaná de Río de Janeiro.
“Si bien las autoridades locales no esperaban manifestaciones de la gravedad que se presentaron en Brasilia previo y durante la inauguración del torneo, las protestas fueron del mismo tamaño e incluso la reacción de la Policía Militar y de Río de Janeiro fue contundente y peligrosa.
“Los más de 100 manifestantes lograron llegar hasta una calle aledaña al estadio donde se disputó el partido de México y ahí comenzaron a lanzar consignas contra la FIFA, el gobierno de Río y el gobierno de Dilma Rousseff, la Presidenta de Brasil, que este sábado ya había sido increpada durante la inauguración del torneo.
“Ante las protestas los elementos de seguridad lanzaron gas lacrimógeno para dispersar a los manifestantes y a replegarlos con los escudos y toletes que portaban los que iban a la vanguardia del muro que estableció la policía”.
La silbatina obsequiada a la heredera del “Lulismo”; doña Dilma, fue más o menos de la dimensiones de la propinada Felipe Caldeó cuando se inauguró el estadio de Torreón o
El abucheo a Gustavo Díaz Ordaz cuando se inauguró el Estadio Azteca, por no mencionar otras expresiones de repudio en el estadio, la arena o el coso taurino.
Hoy debemos concluir: el futbol no anula los malestares de una sociedad agraviada por las cosas de siempre: el alza en los transportes, la falta de empleo, la carestía, la mala educación; la pobreza, en fin.
Y en cuanto a la emergencia de Brasil como una potencia incontenible, pues mucho hay de exagerada en ello. Magnificar las cosas ha sido siempre una constante en la propaganda y la diplomacia brasileñas. Recordemos aquel célebre lema de los años de los gobiernos militares: junto a enormes fotografías de Pelé, Fittipaldi y algo más, la manta clamaba: “ninguém mais segura este país”.
Y pues si, nadie lo contuvo, nadie lo detuvo. Brasil ha progresado enormidades dentro de su insólita diversidad, pero de ahí a quererlos usar como el ejemplo de todo y para todo,hay una notable distancia.
Solo como un dato final: mientras en México se registra una tasas de 17.9 homicidios por cada cien mil habitantes, en Brasil la cifra se alza por encima del 22.
MIGRANTES
Hace unos cuantos días se dio a conocer el rescate de 165 personas extranjeras aparentemente secuestradas por traficantes de personas quienes los llevaban a Estados Unidos en la ya conocida ruta de la muerte.
El secuestro, cuya prolongación se evitó gracias a la intervención del Instituto Nacional de Migración y el Ejército Nacional, según decía la información oficial, podría no haber sido tal. Quizá los migrantes estaban simplemente estacionados en espera del día oportuno para seguir su recorrido.
“El vocero del gabinete de Seguridad del gobierno federal, Eduardo Sánchez, informó sobre el rescate de 165 personas, entre ellos siete niños, quienes habían sido secuestrados por una organización criminal, con el objetivo de extorsionar a sus familias.
“Los migrantes fueron secuestrados, según sus testimonios, en un periodo de entre dos y tres semanas previas a su rescate y se encontraban en condiciones de hacinamiento, insalubres y precarias.
“Entre las personas salvadas había dos mujeres embarazadas, una hondureña y otra salvadoreña, en total fueron liberados 77 ciudadanos salvadoreños, de los cuales ocho son menores de edad, 50 guatemaltecos, de los cuales 10 son menores, 23 hondureños, una persona de la India y 14 mexicanos”.
Sin embargo la ausencia de (polleros) detenidos y la facilidad del operativo de “rescate”, hacen dudar a algunos.
Siria Oliva, de la organización, “Litigio Estratégico en Derechos Humanos, A.C.”, comenta:
“…llama la atención que hayan sido deportados de manera tan inmediata.
“Lo que quiere decir es que no hubo ningún interés por parte de las autoridades de documentar y tomar las evidencias suficientes para emprender las investigaciones que den a la sociedad una respuesta ante estos hechos.
“Dos el hecho de que en el grupo de se encuentren menores de edad la Ley de Migración y la misma Convención de los Derechos del Niño precisa aspectos de protección específicos para proteger la unidad familiar y el interés superior de la infancia.
“Lo que habría que preguntarse en este caso, cómo en otros rescates de personas migrantes indocumentadas, a qué política criminal corresponde el hecho de rescatar, cuando no se llevan a cabo las declaraciones, retratos hablados o no se reúnen mayores evidencias mediantes los testimonios, aun cuando estas personas migrantes son devueltas a su país en menos de una semana y se hace un énfasis muy particular de qué ninguna persona quiso realizar denuncia alguna, cuando además este tipo de delitos son perseguidos de oficio”.