Una de las principales características de las “dictaduras democráticas» o los gobiernos autocráticos cuyo arribo se dio por la vía electoral –como es el caso de Evo Morales a quien los bolivianos mandaron al rancho de nuestro Señor Presidente—, es la progresiva destrucción de las estructuras de contención del poder y su sustitución por órganos nuevos, afines a un proyecto ideológico o simplemente su disolución mediante una fantasía oratoria bajo cuyo disfraz está el dominio absoluto y prolongado.
Todo eso coronado por las sucesivas modificaciones constitucionales.
En México el ejemplo más talentosamente logrado de este progresivo afán, lo impuso durante años el Partido Revolucionario Institucional, el cual logró una “dictadura perfecta” (lo único perfecto en nuestra historia); es decir, un régimen sin opciones reales de alternancia, pero con las suficientes libertades para no parecer un régimen absoluto. Y lo era.
Hoy la IV-T emprende el mismo camino. Por eso los primeros pasos han sido las radicales transformaciones a la Constitución, ya sea para la Guardia Nacional; la ampliación del catálogo de delitos merecedores de prisión oficiosa, la tramposa “revocación” del mandato o la eliminación del fuero y la limitación de haberes en la burocracia o el desmantelamiento de la flota presidencial o el Estado Mayor.
Pero esas son cosas del pasado. Ahora se trata de cumplir con una ley inquebrantable: la mía.
La dotación de una poderosa dentadura para el verdadero fiscal de este país, Santiago Nieto, pues el decano Alejandro Gertz duerme la siesta desde muy temprano, es un camino más en ese sentido.
Una forma legal de hacer a un lado a los adversarios y los estorbos y al mismo tiempo justificar las acciones presentes con la perpetua condena del pasado y sus protagonistas.
Carne para los leones.
Lo mismo sucede con la asimilación de los órganos reguladores, ya sea en cuanto a la energía, la transparencia o los Derechos Humanos. Una embestida destructiva con dos posibilidades: o se cooptan mediante la inclusión en sus directivas de afines al proyecto unipersonal, o se destruyen de plano. A veces nada más se les cambia el nombre en favor de la proclama oratoria.
El servicio de administración de bienes enajenados, se llama instituto para devolverle al pueblo lo robado así no sea producto del hurto sino de la mala práctica del habiente. Lo mismo ocurre con el Seguro Popular y presumiblemente con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos cuya fachada, en el futuro, podría decir: Defensoría del Pueblo.
Revolcar la gata pero todo en el nombre del pueblo. No hay populismo sin pueblo diría Pero Grullo.
La tesis es simple, para ajustar la conducta a la ley se debe hacer una ley ajustada a la conducta. Es la simulación.
Por eso es tan importante el control de las cámaras. El poder legislativo queda sometido al proyecto del Poder Ejecutivo, el dominio posterior sobre los jueces y la judicatura en pleno, es cosa más simple: se les cambia la ley. Y en cuanto a los órganos autónomos, se les domina desde dentro o se les desaparece legalmente.
Hoy las baterías se enfocan contra el Instituto Nacional Electoral, una institución tan importante como su accidentada vida. Le echaron a patadas a sus consejeros tras las elecciones del 2006 y luego de Federal lo pasaron a Nacional, por un capricho del Partido Acción Nacional, frente al cual Enrique Peña no quiso combatir porque le habrían negado votos para sus reformas estructurales.
Logró las reformas y ya se vienen cayendo una a una como la de Educación, por ejemplo.
Pero ese es otro cuento.
Lo notable ahora es ver cómo mientras se ajusta la ley a modo para ampliar el periodo de gobierno de Jaime Boinilla, impulsado desde el Centro, se quiere limitar el periodo –ya en curso–, del consejero presidente de un órgano autónomo ( y por tanto incómodo), como el INE.
Y cuando alguien se queja o denuncia, recibe el calificativo de moda: golpista. Así les dicen a quienes exigieron limpieza electoral en el reiterativo e ineficiente gobierno de Evo Morales, uno de los amigos más cercanos de este gobierno, a quien Marcelo Ebrard, designó visitante distinguido de la ciudad de México, casi 500 años después del encuentro de Hernán Cortés y Moctezuma.
Hoy, cuando la rebelión boliviana obliga a Evo a renunciar y tomar las de Villadiego, el señor Ebrard presuroso le coloca la alfombra roja del asilo.
Lástima, tan bonitas las felicitaciones del gobierno mexicano por el «triunfo democrático» de Don Evo (renunciado a huevo) hace unos días.
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