Aun cuando muchos lo han dicho, las palabras del Papa Francisco –fuera de creencias religiosas o no—deberían ser leídas con detenimiento por todos quienes nos dedicamos al periodismo en cualquiera de sus varias formas. El periodismo es la profesión; la comunicación es la materia.
Y por eso mismo no se debe confundir el envase con el contenido; el vino con la botella o la comunicación con la tecnología.
En el mes de abril de 2006, el actual pontífice, entonces presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y arzobispo de Buenos Aires fue orador invitado a la cena mensual de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas; colegios y asociaciones.
El amplio texto, en el cual abundan las reflexiones sobre la responsabilidad y el trabajo compartido; la tendencia y la búsqueda de la verdad como materia inevitable del quehacer de los periodistas, se cifra, a mi ver, en una sola reflexión “madre” de la cual derivan todas las demás, hasta las de tono axiológico:
“Comunicar es mucho más que distribuir noticias. Comunicar es la acción de poner algo en común; la comunicación humana entraña establecer vínculos entre las personas. La comunicación social comienza en personas concretas y se dirige a otras personas también concretas y, al establecer relaciones entre ellas, va formando el tejido social sobre el que se construye la vida de la comunidad.
“No es suficiente decir que la comunicación es humana cuando se establece entre seres humanos. Fácilmente podemos observar que hay un tipo de comunicación que hace al hombre más plenamente hombre y otras formas que van limitando su capacidad de actuar, sentir y pensar con libertad, con alegría, con creatividad. La comunicación es más humana cuanto más ayuda a los hombres a ser más plenamente humanos”.
Considerada así, esta profesión deja de ser la simple transmisión de hechos. Requiere, para cumplir con todo lo anterior, jerarquizar los hechos y saber cuál es la parte de ellos mediante cuyo conocimiento establecemos intereses comunes para todos.
En ese sentido no puede haber periodismo sin valores. Y estos de nada sirven si no se practican de manera comprometida, cotidiana y a veces hasta silenciosa.
Dice el Papa Francisco:
“Los periodistas se presentan siempre ante la sociedad como «buscadores de la verdad». Quien ama y busca la verdad no permite que se la convierta en mercancía y no deja que se la tergiverse o se la oculte. Además, quien realmente se interesa por la verdad está siempre atento a las reacciones de quienes reciben la información, procura el diálogo, el punto de vista diferente.
“El que busca la verdad es humilde; sabe que es difícil hallarla y sabe también que es más difícil encontrarla cuando uno la busca en soledad. La verdad se encuentra con otros. La verdad se anuncia con otros. Así como falsificar la verdad nos aísla, nos separa, nos enfrenta; buscarla nos une, nos acerca, nos aproxima; y encontrarla nos llena de alegría y nos hermana”.
Visto así, bajo esas condicionantes y sometido a esa ética, posiblemente el periodismo no existe. Existen cosas parecidas, pero una industria de la comunicación basada en el cumplimiento de esas premisas, no existe y si existe yo nunca la he visto. Quizá otros sí, Yo no, como tampoco he visto jamás un cristiano absolutamente puro.
Y posiblemente el Papa tampoco lo ha visto en una práctica generalizada. Si no, no se habría publicado ayer en los diarios esta nota tomada de la versión digital de “La Stampa” y transmitida, entre otros, por la corresponsal Irene Savio:
“La amenaza que corren los periodistas es la de incurrir en la coprofilia -atracción fetichista por los excrementos-, esa tendencia a ver sólo la suciedad y no lo positivo, dijo en una entrevista concedida en 2012 el entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio.
«Los periodistas a veces corren el riesgo de enfermarse de coprofilia y fomentar de esta manera la coprofagia: que es el pecado que marca a todos los hombres y mujeres, es decir, ver siempre las cosas malas y no las cosas buenas», afirmó.
La plática con la periodista Andrea Tornielli fue realizada mientras el Vaticano se cimbraba por las revelaciones del espía de cámara del hoy Papa Emérito, Benito XVI, en un caso no de coprofilia, sino de copro-conducta del célebre traidor, “il signore” Paolo Gabriele.
Y quizá la divulgación de estos hechos, cuya edición tanto molestó al entonces cardenal, no haya sido coprofilia. El hecho desnudó a la Santa Sede y tiró a un Papa quien de otra manera (no lo podemos asegurar) aun estaría sentado en el trono de Sam Pedro.
PAN
No es por hacer alusiones familiares, pero si a Gustavo Madero le venden un circo le van a crecer los enanitos. Al paso actual será más fácil reflotar el Costa Concordia. Cómo estará el asunto de grave cuando ya algunos panistas consideran con seriedad una presidencia en manos de Margarita Zavala.
Bueno, quizá eso se merezcan.