Con apremiante celeridad, como conveniente complemento a sus medidas, el gobierno recurre a lo único para cual sirven los organismos internacionales: aparentar, recomendar, extender certificados de buena conducta, respaldar a sus aportantes, proporcionar argumentos para ganar una discusión y… ayudar a cualquier régimen contribuyente a lavarse la cara.
Sólo quien no haya estado en los pasillos de Ginebra, Suiza o East River en Nueva York, ignora cómo todo en las Naciones Unidas se logra a través de respaldos recíprocos, promesas de financiamiento, cabildeo y un quid por quo permanente. Así funcionan todos sus satélites.
Hoy la súper coordinación del combate a la epidemias, en manos del ubicuo y siempre activo Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, ha promovido las buenas calificaciones de la Organización Mundial de la Salud a la estrategia sanitaria mexicana, aun en contra de las predicciones y augurios de la Organización Panamericana de la Salud, la cual nos augura –a pesar de las declaraciones–, un aumento en la cantidad de muertes.
A la primera el gobierno le ha planteado una “consulta” respondida en términos muy diplomáticos en cuyo edulcorado texto ginebrino le dice sí, si muy bien, los felicitamos por su estrategia pero deben hacer pruebas y más pruebas en la etapa posterior, cuya fecha de inicio está prevista para el siguiente mes.
El asunto de las pruebas, a las cuales el gobierno no ha podido dar una respuesta suficiente (no lo hizo ni siquiera con la simple recurrencia a tapabocas y guantes), es uno de los más evidentes huecos en la estrategia “lopezgateliana”, lo cual no impidió el diplomático respaldo de la OMS, tan necesitada de fondos por el abandono de los Estados Unidos.
Para evitar o devaluar cualquier crítica al conductor del carro de combate, pero especialmente contra quien lo ha nombrado su vocero, el gobierno también propició una invitación para incluirlo en un grupo de expertos de la OMS, en el tratamiento de enfermedades infecciosas.
Es fue el primer avance en la “Operación lavabo”, cuyo propósito es simple: lavar la cara y anular toda crítica exhibiendo los méritos del doctor Hugo y las palmadas en la espalda de las Naciones Unidas. Para lograrlo Martha Delgado la subsecretaría multilateral, trabaja horas extra.
Por eso la secretaría de Relaciones Exteriores divulgó jubilosa el reconocimiento (a medias) de nuestros esfuerzos por contener lo hasta ahora incontenible.
Ese mismo día, cuando el Señor Presidente se trenzaba en una interminable discusión sobre la mortalidad, la letalidad y la contabilidad, culpando a los medios del amarillismo mortuorio, se llegó a la mayor cifra negra: 501 muertos cuyos cerrados ojos no pudieron leer las felicitaciones de la ONU.
“En respuesta a la consulta de México, la OMS felicita al Gobierno de México…”,dice.
Pero también dentro de casa se afanan los funcionarios por llevarle agua y jabón a su jefe. Zoé Robledo decora con un mural de luz el Centro Médico y ya se apuran los troqueles para la medalla “Miguel Hidalgo” a los servidores de la salud, a quienes se había señalado como mercaderes de la salud.
Hoy se les dice héroes de la humanidad, se les endulza el oído y se les confieren diplomas, chequecitos y corcho latas, lo cual se agradece pero mejor sería para ellos (y así lo han dicho), equipo profesional suficiente, de buena calidad; respiradores, camas adicionales e insumos tan necesarios como escasos. Y buenos salarios.
Por cierto, al instalarse en la Cámara de Diputados el consejo de la presea Miguel Hidalgo, se le define como la más alta en cuanto a reconocimiento de los méritos civiles, pero hasta hace poco tiempo, se decía lo mismo de la medalla Enrique Neri, el equivalente a la Belisario Domínguez del Senado de la República.
“… (CdD).- Este domingo se instaló el Consejo de Premiación de las Condecoraciones Miguel Hidalgo, que es la más alta presea otorgada a las o los mexicanos con méritos eminentes o distinguidos, conducta o trayectoria vital ejemplar, por relevantes servicios prestados a la Patria o a la humanidad, o actos heroicos”.
Pero también existe esto en la misma Cámara:
“…La Medalla al Merito Cívico «Eduardo Neri y Legisladores de 1913», es un galardón entregado anualmente por la Cámara de Diputados “a aquel ciudadano o ciudadana que se haya distinguido relevantemente, sirviendo a la colectividad nacional, a la República y a la humanidad, destacando por sus hechos cívicos, políticos o legislativos” .
A ese paso serán tantas las preseas como para repartirlas a la enredada del Congreso.