El aluvión de mensajes tuiteros de supuestos adherentes y promotores espontáneos del Partido verde en la víspera y el inicio de la jornada electoral ha generado una cascada de denuestos y una enorme cantidad de vestiduras rasgadas en una proporción verdaderamente exagerada.
A fin de cuentas quien decidió una estrategia de adhesiones mediante las nunca reglamentadas (válgame Dios, dirían los políticamente correctos) redes sociales solo caminó por la vereda: quizá violó la ley, pero no quebró la norma.
Yo nunca votaré por el Partido Verde. Conozco su historia y sus antecedentes. En algún tiempo tuve una relativa relación con su fundador, Jorge González Torres y todavía recuerdo la mañana cuando acompañé a Manuel Camacho Solís, entonces jefe del DDF, a sembrar una jacaranda en una esquina de la Catedral Metropolitana.
Y esos antecedentes y otros cuya naturaleza no deseo publicar, me hacen sentirme distante de ese partido. No me importa. Pero eso no impide reconocer una ingeniosa forma de burlarse de una omisión legal.
Las salvedades de la propaganda en este sistema electoral son aberrantes. Hay varios casos.
Quizá alguien recuerde la guerra del calzón; cuando Juan Manuel Márquez subió al ring con un parche tricolor con el emblema del PRI. Todos los correctos se hicieron un grito colectivo: ¿Cómo es posible? Recordemos aquel octubre:
“Los miembros del Consejo General del Instituto Federal Electoral (IFE) impusieron una multa por 698,900 pesos al Partido Revolucionario Institucional (PRI) por el logotipo del tricolor que portó el boxeador Juan Manuel Márquez en la pelea que sostuvo un día antes de las elecciones en Michoacán.
“En su encuentro contra el boxeador filipino, Manny Pacquiao, el 12 de noviembre de 2011, Márquez portó el logotipo del PRI. Este miércoles el IFE consideró que fue una aportación en especie del boxeador mexicano que no fue reportada en los gastos del PRI y que tuvo un costo en el mercado de 465,933 pesos, señalaron los consejeros”.
Pero ese costo en el mercado de la propaganda se contabilizó por la transmisión de la imagen por la TV. No por el calzón en sí. Mucho menos por la decisión de portarlo.
En el caso “Verde-piojo” las cosas son distintas. En esencia se trata de ciudadanos libremente decididos, en grupo o no, por convocatoria o sin ella, a solidarizarse públicamente con un partido político. Ellos no son sujetos de obediencia electoral. Yo le puedo mandar u mensaje quien quiera diciendo cuanto me venga en gana. ¿Y?
Pero los “correctos” y las “correctas” son casualmente los mismos quienes por convocatoria política, signan desplegados y adquieren la discutible y meritoria condición de “abajofirmantes” o envían, en número de decenas de miles, adhesiones en favor de cancelar el registro al partido Verde por haber violado la ley de manera sistemática.
Ellos se han erigido en custodios de la legalidad, emblemas de la ley, pero da el caso de toparse ahora con algo tan fuera de la norma como para no violarla con lo cual su berrinche es doble. Ni tumbaron al Verde y el partido les saca la lengua.
¿Quebrantó el Verde el espíritu de la ley? Obviamente. ¿Rompió la norma? Obviamente no.
Y ahora solo quedan dos cosas por hacer. La primera, probar la venalidad del recurso. La segunda guardarse el entripado.
El Verde les metió un golazo a los “correctos”. Se lo hubiera metido a Brasil…
BRONCO
Don Jaime Rodríguez, quien se pasea por el mundo impunemente con el apodo de “El bronco” nos demostró una de las muchas maneras de mandar al diablo a las instituciones.
PERSONAJES
Por una razón o por otra pero dos personajes del futbol acaparan la atención.
En Morelos, Cuauhtémoc Blanco y en las redes, “El piojo”.
Y para quienes lograron disfrazar algunas cosas, como Andrés Manuel y el PAN, con la supuesta atención distractora del partido México-Brasil, ya se habrán enterado: la participación no mermó en las urnas por mirar el infumable juego de la Selección Nacional.