Indudablemente la tecnología de la comunicación, no la comunicación misma, pues esta no se logra únicamente con el uso extensivo de aparatos y nuevos ingenios, es el fenómeno revolucionario de nuestra historia. El universo digital, como le llamaba el gurú de hace algunos años, Mr. Negroponte, nos ha cambiado no sólo la forma de enlazarnos fugazmente, sino de creer en esa fugacidad como el sustituto de una verdadera relación humana.
Hoy las personas creen estar enlazadas emocionalmente unas con otras cuando en verdad sólo se emocionan con los espejos de virtualidad de sus mensajes, tuiteos y pedacería abandona en el ciberespacio.
Pero si el mundo virtual sustituye al mundo real, la mayor realidad de las telecomunicaciones es su enorme potencia económica. Los grandes negocios de la actualidad son la energía y la administración tecnológica de la comunicación o la conexión, como se le quiera llamar. Para mí s i no hay intimidad e identidad de propósitos, no puede haber comunicación esencial.
No puede el amor sustituirse con mensajes llenos de xxxx y crucecitas. Hace unos días en el Metro una muchacha cuchicheaba con su amiga: sufría por un novio el cual hacía días no le mandaba caritas sonrientes por el teléfono. “Lo voy a cortar”. No importaba si el desatento vive en Chihuahua.
Pero en la legislación mexicana cuyas leyes secundarias se preparan ahora con ahínco y no exentas de la leyenda urbana de los potentados en abierta presión sobre los legisladores (lo cual ya fue desmentido categóricamente al menos por Manlio Fabio Beltrones, líder de los priistas en San Lázaro) y con pactos subrepticios entre los jugadores dominantes y el gobierno, no ha habido una real reforma.
Y no podrá haberla por una razón: con cambios o sin cambios, los actores de la industria son los mismos y seguirán siendo los mismos. La reforma fue como jugar al cubilete con los mismos dados; al dominó con las mismas fichas (después de la bonita “sopa”) o al ajedrez en los mismos tableros.
Se habla de competencia; pero no puede haberla cuando alguien tiene una capacidad industrial y de conocimiento acumulada por sesenta años (por ejemplo Televisa) y un novato a quien se le debe explicar desde la “A” para entrar al negocio.
–¿Cuántas compañías telefónicas podría haber? Tantas como se quiera, pero sólo hay una gran red de distribución y esa es de una sola empresa. ¿Las van a subdividir? No importa el ADN no se cambia. Las cosas serán absolutamente “gatopardianas”, cambiarán para seguir igual, según nos ha enseñado en la vida don Giuseppe Tomassi de Lampedusa.
Pero en este asunto seguiremos viendo la filosofía de Güemes y las gallinas de abajo seguirán salpicadas por las de arriba y veremos de quien son la mesa y el mantel y a quien le tocan las migajas. Y no ocurrirá así por maldad o ineptitud de los legisladores sino por un hecho simple y real: la ley se hace con los elementos de la realidad; no la realidad con las aspiraciones de la ley.
PRECIADO
Notable ha sido la transformación del líder de los panistas en el Senado. Del timorato cuya lengua se trababa en los días cuando Gustavo Madero lo impuso como pastor del rebaño insumiso a estas fechas cuando hace de las auyas en la estridente presencia de las tripmetas ,mariacheras en el Senado de la República para festejar a su señora esposa de todos nuestros respetos (faltaba más), hay un nitabLE CAMBIO.
Es verdad, ahora ya se siente (como decían los chavos de la escuela), “muy, muy” y se desplanta a la primera oportunidad y se da el lujo de sentirse dueño y señor de espacios cuya dignidad debería mantenerlos ara otros fones; para los naturales a su función y su condición.
Pero en México somos proclives a banalizarlo todo, a reducirlo a su expresión pachanguera y al tardío, inútil e inconsecuente arremetimiento disfrazado de acierto.
Y hacemos en los patios legislativos tianguis, mercados populares, exposiciones de artesanía, campos de moda rústica o tenderetes de plateros de Taxco o Pachuca.
Si bien la atronadora música del “Mariachi loco” fue a fin de cuentas una falta de respeto, también ha habido en el Senado en estos días expresiones de solidaridad humana altamente significativa como esa bienvenida al parecer sincera de muchos al coordinador de los amarillos, Luis Miguel Barbosa, quien como todos sabemos ha pasado (exitosamente) por una dura prueba de la vida, la cual ha enfrentado con notable aplomo y una enorme valentía.
Hoy recuerdo otros casos de mexicanos poderosos a quienes la vida mutiló: Antonio López de Santa Anna, Álvaro Obregón. Y eso por no repetir el lema de Juan Velasco Alvarado jefe de una junta militar en el Perú, amputado desde la rodilla:
–“Cuando el hombre gobierna, que mierda importa una pierna”. Eso decían.