Dueño de la verdad, si la verdad se lograra por decreto o por las instrucciones enrevesadas del jefe máximo, el vocero presidencial y coordinador de (in) Comunicación Social de la Presidencia de la República, pastor de los yutuberos sembradores de cucurbitáceas escondidas y los reventados del ejercicio profesional; el gran señor de todas las moléculas, Jesús Ramírez Cuevas, logró ayer algo verdaderamente: superar sus propios ridículos.
El miércoles por la mañana, frente a un compungido Julio Scherer Ibarra cuya presencia en la lectura del mensaje presidencial por el III año de Gobierno quedaba tan forzada como el disimulo de una monja embarazada, Jesús Ramírez justificó la presencia del dimitente con una evasiva y una acusación.
La evasiva fue decir, Julio está aquí (arrinconado), en su condición de consejero jurídico y la acusación fue contra los medios, como siempre.
“Un rumor”.
Pero el rumoroso (cuya dimisión fue divulgada como primicia por Pascal Beltrán del Río, ex sub director de “Proceso”, la revista familiar), ahí estaba seriecito y con cara larga, escuchando aquello de “tengan para que aprendan”. Y al día siguiente él iba a aprender algo: en este gobierno hasta las renuncias se hacen de acuerdo con el interés del presidente, no de quien. se quiere ir.
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O como diría José Alfredo Jiménez, te vas porque yo quiero que te vayas… y a la ora que yo quiera te detengo.
Y lo detuvo un día y luego lo obligó a seguir un guión y –como Juan Gabriel, a cantar “Amor eterno… e inolvidable…”
Si la frase educativa dirigida al aprendizaje de los neoliberales, desplante y síntesis de todo el rollo del III Informe, suena como una paráfrasis del cuento fantástico de José Emilio Pacheco, tenga para que se entretenga, el papelón de Scherer frente al presidente (distinto del papel de otro Scherer frente a Echeverría), fue una especie de repetición de las reacciones diazordacistas frente a sus empleados, al menos frente al entonces secretario de Educación Pública, Agustín Yáñez, quien se quiso ir en 1968
– A mi ningún pendejo me renuncia.
Octavio Paz renunció, pero no era ningún pendejo. Conste.
En este caso, cuando la conducta de Scherer pasó del rumor a la palabra consagratoria en el púlpito matutino, las cosas se presentaron de esta manera. Así comenzó la conferencia:
“Bueno, vamos a informar. Primero, quiero dar a conocer que el licenciado Julio Scherer Ibarra, consejero jurídico del Ejecutivo federal, ha decidido dejar el cargo y el encargo porque va a reincorporarse a sus actividades como abogado.
Julio es como mi hermano, nos ha ayudado mucho. Él es parte de este proceso de transformación…”
Y en ese momento a don Jesús Ramírez el carruaje se le hizo calabaza. La realidad (siempre ausente de sus maniobras y “tenebras” o el cumplimiento de instrucciones equivocadas, lo empujaba a tirarse una conferencia de prensa en la cual –a pesar de las preguntas sembradas–, el presidente no se refirió al rumor ni al desmentido, sino a la dimitente condición de su “hermano”.
El desencuentro me recordó aquella noche cuando Fidel Castro leyó una carta obligada del Che Guevara a quien había separado de la revolución, sin otra salida más allá de la loca aventura boliviana. A fin de cuentas –por distintos procedimientos–, Camilo Cienfuegos y el Che, terminaron muertos. Y Fidel, entronizado por medio siglo.
“…He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe…” , dijo el sumiso Che en forma de loa ovípara (la escribió a huevo).
Hace muchos años, cuando los procesos de Moscú, alguien escribió esto:
“…se trata de una forma inusualmente pedagógica (las purgas), de demostrar ante todos y, especialmente, ante la nueva élite que ahora llegaba plenamente al poder, que nadie estaba por sobre el sistema totalitario, que todos estaban amenazados y que “cualquiera puede desaparecer en cualquier momento”, para decirlo con las acertadas palabras de Leonard Schapiro. Se trata de aterrorizar incluso a quienes ejercen el terror”.
Obviamente esto no sucede en México. Muy lejos estamos de eso. Son apenas leves semejanzas; pero es notable la capacidad de todos los correligionarios para exaltar la figura del presidente, no sus resultados. Es algo más allá del culto a la personalidad.
Leamos dos fragmentos breves. Uno pronunciado en el Congreso el día primero por Ricardo Monreal, coordinador del Partido en el Senado y otro del propio Scherer Jr., al abandonar el cargo.
Dijo Monreal:
“…Tienen que aceptar que Andrés Manuel López Obrador ha sido el Presidente más honesto en la historia reciente del país, así como el hombre más íntegro y el que le ha dado más horas a su patria en su atención y función”.
Y Scherer:
“…Desde la Consejería Jurídica atestigüé la batalla diaria que el presidente López Obrador emprendió para que los mexicanos vivamos orgullosos de este, nuestro gobierno, de nuestra nación y de nosotros mismos…”
Leo el “Canto general” de Neruda:
“Stalin alza, limpia, construye, fortifica,
preserva,mira,protege,alimenta,
pero también castiga.
“Y esto es cuanto quería deciros, camaradas: hace falta el castigo”.
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