Las inundaciones recientes, aun cuando hayan ocurrido por la insuficiencia de dos segmentos del desagüe, obedecen al mismo fenómeno: una cuenca cuyo drenaje es cada vez más complejo, pues del absurdo ha pasado al desastre latente
Nadie puede negar la magia de México. En este país los objetos inanimados de pronto cobran vida propia. La bala en el cerebro de un futbolista, agredido en medio de una borrachera de madrugada, penetra en el hemisferio derecho en inoperable rincón, pero súbitamente se muda al izquierdo como tocada por la vara de un hechicero.
Como si David Copperfield se hubiera vuelto neurocirujano.
De la misma manera, los avisos de tormenta se convierten en rutinarias advertencias de lluvia y las obras ya terminadas resultan inconclusas en espera de pomposa inauguración en medio de discursos y ditirambos de agua negra.
—¿Cómo entender las declaraciones iniciales de José Luis Luege Tamargo, director general de la Comisión Nacional de Agua, a la luz de las versiones matizadas en sentido contrario por él mismo? Pues solamente bajo la lámpara de la conveniencia política.
Las inundaciones recientes, aun cuando hayan ocurrido por la insuficiencia de dos segmentos del desagüe, obedecen al mismo fenómeno: una cuenca cuyo drenaje es cada vez más complejo, pues del absurdo ha pasado al desastre latente.
No importa si en el caso del DF tuvieron un escenario y en el Estado de México otro. El problema pertenece a la misma conurbación cuyas dimensiones ya no son manejables, pues las cosas son insuficientes apenas se han terminado, y más todavía cuando se dan por terminadas pero no se ponen en operación inmediata.
La Comisión Nacional de Agua lo dice así, en pocas palabras:
“Hoy la capacidad del sistema de drenaje de la zona metropolitana es insuficiente y presenta serios problemas. Basta comparar la capacidad que tenía en 1975 con la que posee actualmente que es 30 por ciento menor, mientras que la población se ha duplicado.
“Esta disminución se debe principalmente al constante hundimiento de la ciudad de México, originado por la sobreexplotación de los mantos acuíferos del Valle de México. Por otro lado, el Emisor Central es el ducto del cual depende la seguridad de desalojo de las aguas residuales y pluviales del valle”.
El ingeniero Luege, un hombre indudablemente afortunado, pues luego de su feble papel en el PAN del DF fue premiado con la ya dicha comisión desde la cual bombardea un día sí y otro también al PRD en la capital, es capaz hasta de recuperarse de un accidente de helicóptero sin perder la compostura o decir cosas como éstas al noticiario de Carlos Loret de Mola:
“…también es verdad, y eso yo lo aclaré… que el GDF sí respondió, el GDF sí abrió las compuertas del Drenaje Profundo que estaba en mantenimiento. Y también, en una reunión que tuvimos ayer —muy prolongada toda la mañana con los técnicos de la Conagua—, también ya quedó demostrado que en el caso del Río de la Compañía fue la saturación misma del Canal de la Compañía, (que) no tiene ningún efecto, digamos, lo que operó en la zona del Río de los Remedios con lo que sucedió allá en Valle de Chalco.
“Necesitamos una coordinación y una comunicación total frente a la angustia y a los problemas que está sufriendo la gente…”. ¿Y antes de la angustia y los problemas, no?
Entonces, la magia se vuelve a montar sobre la realidad. Primero, el drenaje estaba cerrado por obras; después estaba abierto por una respuesta responsable del Gobierno del Distrito Federal. Vaya modo de cambiar las peras por manzanas y éstas por perones.
Pero el problema del Río de la Compañía no debió haber ocurrido. Al menos no si uno se atiene a los textos de la propia Conagua, puestos en sus páginas web.
“El Túnel Río de la Compañía, una obra relevante finalizada en 2009, tiene una longitud aproximada de 6.7 kilómetros, cinco metros de diámetro, seis lumbreras, y una capacidad de desalojo de hasta 40 m3/s. (Se) Inicia a 20 m. de profundidad y alcanza 31 m. en la lumbrera cuatro. Será útil para resolver la problemática de inundaciones en el tramo más crítico del Canal del río de la Compañía”.
Pues por lo visto, la obra terminada en 2009 (el año pasado si el calendario no ha enloquecido) ha quedado “acabada sin concluir”. En la misma entrevista Luege dijo:
“…el túnel Río de la Compañía, que es un túnel subterráneo (como suelen ser los túneles, por otra parte) que la Conagua construye desde hace tres años, está terminado, y la decisión del Presidente, que la semana pasada lo indicó, es acelerar todos los trabajos para operar este túnel inmediatamente, entonces vamos a tener que hacer una serie de esfuerzos para que el equipo faltante, que estaba previsto se entregue en julio”.
¿Por fin se terminó en 2009 o lo van a terminar en 2010?
Claro, cualquiera diría o se preguntaría ¿cómo?, ¿no funciona todavía?, pero en la hechicería nacional hay cosas imposibles de pasar por alto: lo más importante de una obra no es su construcción, ni siquiera su utilidad, sino su inauguración y la consecuente oportunidad de lucimiento del señor Presidente de la república.