Con justicia mayor Fernando del Paso ha recibido el Premio cervantes, presea cuyo significado y valor se habían disminuido en recientes entregas. Prosistas de mediano pelo de allá y de acá han recibido el monárquico galardón el cual retorna a sus altos grados de calidad no por quien lo otorga sino muchas veces por quien lo recibe.
Fernando del Paso es uno de los más grande escritores en la historia de México. Audaz, innovador, amo de la `palabra y el estilo; erudito, sagaz, original. ¿Cuántos méritos tiene? Seguramente michos inadvertidos para esta columna cuya aproximación con la literatura es bastante lejana.
Escribir es muy difícil. Y escribir así, es más arduo todavía:
“…Hoy no estoy vestida con un manto de estrellas, y n i siquiera con el polvo de los llanos de Tlaxcala o la arena blanca de las dunas de Antón Lizardo. No estoy vestida Maximiliano con el polen de las rosas de la isla de Lacroma, ni con la nieve del pecho de la Iztaccíhuatl. No me han cubierto tampoco las hojas secas y doradas del bosque de Soignies, ni con sus alas las golondrinas de la hacienda de la Teja. Son los gusanos los que me cubren y me visten y con su telaraña de hilos de seda los que han tejido mi velo nupcial, los gusanos los que se meten en mi boca y en la nariz, en mis oídos y en los ojos. Los gusanos que como orugas untadas con babas tibias en su camino a mi vientre devoran la pulpa dulcísima de mui vulva y se duermen después en sus capullos para soñar, como yo soñé algún día, que tienen alas. Dentro de unos meses o dentro de unos años a quizá mañana, hoy, Maximiliano, voy a dar a luz un enjambre de mariposas negras…”
Esas líneas forman parte del larguísimo e insuperable monólogo de Carlota, la mujer enamorada del amor, la princesa de todos los títulos, la coqueta cuya fatiga la llevó a guiñarle un ojo a la muerte y tocar en el sueño la campanilla del suicida sin decisión ni muerte; del arrojo sin mesura, de la vida sin felicidad, la marquesa de Mapimí, la virreina de las provincias de Lombardovéneto, emperatriz de México y delirio de todos los sueños habidos y por haber.
Es cierto. Del paso ha hecho obras colosales. Muy difíciles. Pero también ha hecho cosas fáciles. Como esta, por ejemplo:
–“Criticar a México en un país extranjero me da vergüenza.
“Pues bien, me trago esa vergüenza y aprovecho este foro internacional para denunciar a los cuatro vientos la aprobación en el estado de México de la bautizada como ley Atenco,ley opresora que habilita a la policía a apresar e incluso a disparar en manifestaciones y reuniones públicas a quienes atenten, según su criterio, contra la seguridad, el orden público, la integridad, la vida y los bienes, tanto públicos como de las personas.
“Subrayo: es a criterio de la autoridad, no necesariamente presente, que se permite tal medida extrema. Esto pareciera tan sólo el principio de un Estado totalitario que no podemos permitir. No denunciarlo, eso sí me daría aún más vergüenza”.
El primer entrecomillado, el majestuoso, el creativo, es parte de la obra genial “Noticias del imperio”. El segundo es parte del discurso ofrecido en el paraninfo de la universidad de Alcalá de Henares donde Del Paso recibió el Premio Cervantes, como ya se ha dicho.
Atribuirle a la “Ley Atenco” el preludio de un estado totalitario (la ley, por cierto se halla bajo la impugnación de una controversia constitucional presentada por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, lo cual no es propio de estados totalitarios), es una exageración atribuible a la complacencia con las buenas causas y la corrección política.
Pero ese discurso de panfleto bien le queda a América del Valle.
Por fortuna el premio de Del Paso no es por otra cosa sino por la calidad de su literatura. El Cervantes es un premio literario, no un reconocimiento a la militancia. La crítica política está bien, muy bien, requetebién, pero no es ese el distinto de un artista cuyo trabajo trascendente va más allá de las coyunturas panfletarias.
“…yo no comencé a enloquecer cuando estaba sola en mi habitación y el sudor brotaba de mis potros en gotas diminutas que en esas noches claras y tibias de Cuernavaca repetían con su brillo, y sobre la piel de mis senos y de mis muslos, y de mi vientre el camino de las constelaciones que tu, así lo hubiera querido yo, Maximiliano, podrías haber apagado con tu cuerpo…»
el tratar de ridiculizar a un literato, agudo observador y pensador libre como don Fernando del Paso, solo se entiende como de quien viene, si, de un mamarracho chayotero y mediocre que vierte opiniones muy afines a su asquerosa imagen