En medio de una borrasca y 48 horas antes de perder el respaldo personal del más insolente gobierno estadunidense conocido por los mexicanos, no obstante tolerado y agradecido por el régimen de la transformación, el Señor Presidente maquilla las quejas americanas, por la infidencia documental y las críticas sobre las investigaciones en torno del general Cienfuegos (durante el gobierno de su amigo), y con toda la fachada nos dice:
“…yo pienso que hay bastante comprensión de parte del gobierno estadounidense sobre este asunto…”
Este desatino confuso, interpretar como respeto los insultos de Trump o comprensión las quejas de la justicia americana, encaja perfectamente en el rompecabezas de la Cuarta Transformación para cuya propaganda nada es como antes.
Pero mientras el “suicidio” de exonerar al señor general sin siquiera tomar las acusaciones como indicio, –en contra del compromiso liberador—ya era un motivo de desconfianza, la filtración (o distribución) de los documentos originados por la DEA, colmó la paciencia del Departamento de Justica, el cual fue orillado al desistimiento por motivos de un pacto político entre presidentes.
Pero Trump ya se fue y el agravio queda.
Y mientras eso sucede y ambas naciones se dicen decepcionadas, una por las filtraciones y el apresurado “carpetazo”; y la otra por la mala calidad de las investigaciones cuyo resultado ya no es un agravio individual, sino “una ofensa a México…”, el otro problema agobiante –la epidemia–, sufre un quebranto en su programación curativa: las vacunas de Pfizer no llegarán en la cantidad previamente arreglada porque los laboratorios han sentido el llamado a la solidaridad de la ONU, y a su manera han dicho: por el bien de todos, primero los pobres…
Sí, los países pobres entre los cuales –no vaya usted a creer–no estamos nosotros.
Y para atender a los miserables de la tierra, dejan en pausa la dotación internacional y nos prometen reponer lo faltante, para lo cual ya se le envió un memorándum al licenciado Covid, para solicitarle pausa en su avance, hasta cuando lleguen las nuevas vacunas, incluyendo esa llamada aquí “Morena”, conocida en otros países con el nombre de “Moderna”.
Y por favor, si usted piensa contagiarse, o morirse, espere para cuando lleguen los repositorios.
Pero hay otra morena en el panorama: la doctora Miriam Vera responsable del Plan Nacional de Vacunación, tira el arpa. Su dimisión, por motivos de salud, es increíble, porque nadie se enferma tan repentinamente, excepto si tuviera un fulminante contagio de Covid, lo cual sería una horrible paradoja.
Ya se conocerán sus reales motivos, las razones de “a de veras” de la doctora Veras, pero por lo pronto resulta sospechosa la insistencia de Ricardo Cortés, Director de Promoción de la Salud (valido de López Gatinflas), quien presentó las razones “meramente personales” de la doctora, como si fueran suyas, e insistió –como diría López Velarde, en negar la sombra del disturbio.
Una persona con malas condiciones de salud no habría aceptado (sobre todo si trabaja entre médicos, como ella misma), un encargo como el ahora perdido sin conocer su favorable estado general.
Y más todavía; ¿cómo pudo enfermar al grado de la incapacidad si el 18 de diciembre orgullosa organizaba la vacunación simulada?
Quizá su talento era para el simulacro y no para la resistencia burocrática, a la cual ya debería haberse acostumbrado, porque simultáneamente a esta responsabilidad ahora declinada, desempeñó la dirección general del Centro Nacional para la Salud de la Infancia y de la Adolescencia, de la Ssa. Unto para el queso.
Pero todo esto nos hace ver con optimismo el porvenir. Menos vacunas –y menos vacunados– es un éxito. Todo le sale bien a esta administración.
El mundo se equivoca y nosotros acertamos. Los servidores de la Nación se vacunan y las brigadas trabajan. Todo lindo.
Todo esta bien, todo es bello, todo funciona de maravilla y hay gente capaz de morirse con tal de hacer quedar mal al Señor Presidente.
De veras…
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