La pregunta ahora no es si Gustavo Madero tiene motivos o no para denostar a los medios por la divulgación del esperpento panista y sus escándalos de corrupción.
En días recientes hemos presenciado un debate casi bizantino (de pequeñas proporciones) entre algunos comentaristas quienes se trenzaron en discutir si la existencia del Fondo de Cultura Económica es un simple ejercicio de subsidio indebido o se trata de una institución de fomento cultural necesaria a todas luces.
Por una parte, quien defiende la libertad mercantil, la mano del mercado y la hegemonía del dinero por encima de cualquier otra consideración, (señaladamente Leo Zuckerman) lleva sus argumentos al terreno de la lógica del oro, en la cual muchos pecados del mundo se pueden justificar. Si deja dinero, es bueno.
Por la otra, quienes reconocen la necesidad de fomentar las expresiones del pensamiento en un país paradójicamente rico en cultura pero mal organizado en educación (como Jesús Silva-Herzog Márquez y otros), miran en el FCE una institución cuyo gasto está plenamente justificado así se cometan errores de dirección o administración.
Un ejemplo: la complejidad de Pedro Páramo —según me relató Alí Chumacero, quien fue subdirector de Producción del FCE y tuvo hasta dubitativos señalamientos críticos iniciales sobre la obra de Rulfo— no le habría augurado mucho éxito en las editoriales abiertamente comerciales.
Quienes se dedican a labores de alta pedagogía lo saben bien, tan importante como crear ideas es divulgarlas, distribuirlas, fomentarlas. Por eso en las universidades se enseña, investiga y divulga. ¿Debe el Estado divulgar, editar y distribuir? Sí me lo parece.
Con un criterio meramente mercantil José Vasconcelos no habría editado los “libros verdes” con cuya circulación se divulgaron ideas desconocidas por muchos en aquel tiempo. Y si se tratara de aprovechamiento comercial, no habría jamás el Estado sido patrono de los pintores del muralismo mexicano, tan inútil, a fin de cuentas, como cualquier obra de arte. Inútil en términos de comprar y vender.
—¿Cómo se le fue a ocurrir a Lorenzo de Medicis patrocinar a los genios del Renacimiento, si eso no dejaba dinero inmediato?
En lo personal yo siento una cercanía importante con el Fondo de Cultura Económica. Ese sello editó mi primer libro (“México y el Club de Roma”, colección Archivo) en el año de 1975, lo cual me permitió festejar mis primeros 25 años de edad de una manera “gloriosa”.
Alguien dirá al conocer esta anécdota, haber editado a este reportero muestra plenamente la inutilidad del Fondo, casi como Groucho Marx negaba la calidad de un club en el cual lo admitieran como socio. Pero si se le quita ese pecado, el fondo ha publicado libros maravillosos fuera del interés de los simples mercaderes del papel impreso y de los cuales no tendríamos ni noticia.
Pero lo más interesante de todo es cómo surgió esta discusión: por haber emitido un programa periodístico de televisión fuera del contexto de un aniversario editorial.
MADERO
La pregunta ahora no es si Gustavo Madero tiene motivos o no para denostar a los medios por la divulgación del esperpento panista y sus escándalos de corrupción. No. La pregunta es hasta dónde está dispuesto a llegar haciendo el ridículo de esa manera tan lamentable. No somos su “cuadrilátero”, ni él se llama Francisco.
rafael.cardona.sandoval@gmail.com