–En su trabajo usted debe conocer gente de toda, ¿no?,  me dijo una señora desconocida quien se acercó para preguntarme sobre el futuro de “El mañanero”. Es una de las consecuencias de trabajar en la TV. Se crea una especie de familiaridad y algunas persona quieren charlar con quien ven en la pantalla.

Para una mañana de domingo en un centro comercial la conversación no tenia nada de extraño. Pasos más adelante al entrar a un café alguien  había dejado el periódico de ayer. En la página al azar se daban detalles de la liberación en Estados Unidos de “El Güero” Palma.

No conozco a Palma; pero su nombre me lleva a una añeja relación, como muchas otras cosas me empujan a recordar gente a la cual he conocido a lo largo de muchos años de escribir sobre cientos de cosas y casos de la vida pública. Un  periodista a veces se relaciona con personas peligrosas y difíciles. A veces complejas para entenderlas.  De él depende si sigue por ese camino, si fomenta esas ligas de riesgo, como hubiera dicho Pierre Choderlos de Laclos.

La imagen me regresó a unos años atrás. Había conocido a un  empresario sinaloense quien me dijo una tarde, sin más: “El Güero” Palma asesinó a mi hermano.

–¿Y qué vas a hacer? ¿Lo vas a denunciar?

–¿Tu crees que soy idiota? Si lo persiguen todos los policía de México, o hacen como si lo persiguieran, no tiene caso denunciarlo por un homicidio. ¿Qué voy a hacer? Esperarlo. Estas cosas se arreglan entre sinaloenses; de otro modo. No me importa cuánto tiempo pase; pero lo voy a encontrar un día.

2.- Esperaba yo en la puerta del Hotel Meliá del Paseo de la Reforma. El chofer daba vueltas mientras yo salía. No tardo.

Un piquete en las costillas y una voz extraña a la espalda. Giro y lo veo. Una máscara de cirugía reconstructiva. Una nueva cabellera implantada como si fuera una muñeca infantil. El cuero curtido por el sol excesivo. Lentes de contacto de un  tono café dorado. Como película de horror.

–¿No te acuerdas de mi?

–No, le dije.

–Tuve un  accidente y me operaron. Soy tal. Y me dijo su nombre. De acuerdo con la información disponible este hombre estaba en la prisión federal de seguridad de quien sabe dónde. Tuvo la ocasión de capturar a Amado Carrillo y lo dejó ir. Lo forraron de dólares, la policía lo supo; la DEA también. Lo metieron preso, yo vi cuando lo metieron. Pero nunca vi cuando lo sacaron.

Y ahora en la calle.

–He seguido tu trabajo me dijo entre ufano y preventivo. Me gusta cuando escribes cosas bonitas. Síguele, todos te apreciamos mucho.  Hay te hablo luego, yo tengo tu teléfono. Saludos en tu casa.

3.- –Tortura, tortura; cómo joden con eso. No saben cuántos inocentes se han salvado por interrogatorios eficaces, al límite. Como debe ser.

Mi amigo es corpulento. Tiene un rostro apacible y modales finos. Es cortés y cuidadoso. Maneja despacio. Se toma una pequeña libertad infractora: tira la colilla del tabaco por la ventana. Cierra el cristal y cuenta.

–Una vez apañamos a un güey relacionado con el secuestro de una niña. Una chavita como de doce años. Yo tenía la latida de una organización completa. Sentía cómo por ahí iba la cosa. Estaban coludidos con lenones, con exportadores de mujeres, con tratantes. Toda esa mierda.

“—Pero el cuate este no soltaba la sopa. Yo le pedí al jefe media hora, nomás media hora con el hijoesuputamadre. No veas, ni te imaginas cuántas cosas se pueden hacer en media hora. Quedó para el arrastre, eso sí. Pero antes me dijo todo. Rescatamos a nueve mujeres secuestradas, violadas hasta la repugnancia, drogadas. En fin. Apañamos a toda la banda de ojetes. Y a todos les fue igual. Ya no se a cuántos les dimos “piso·, pero eso sí; esos cabrones ya no hicieron más chingaderas. Ni una.

–Eso te lo juro”. Y suelta una sonora y orgullosa carcajada.

4.- Muchos de mis muchachos se quedaron sin  trabajo, ¿ves?. Fue cuando desmantelaron la Federal de Seguridad y aquí en el DF la DIPD, entonces por un lado los discursos y por el otro la gente sin tragar. ¿Qué íbamos a hacer? ¿Empujarlos a la delincuencia? Pues no. Entonces formé un escuadrón. Chico, hasta eso.

–Les dije, váyanse al Metro, a los paraderos de autobuses a apañar abusivos y rateros. Pero me los convencen; que se porten bien. O de plano, que ya no se puedan portar mal.

“Y en el Mero a los “metemano”, a los que siguen a las muchachas y luego las violan o las comienzan a perseguir, pues a esos. ¿Qué, qué? Nomás un correctivo; una manita rota, un bracito partido; uno se puso pendejo y pus se quedó tuertito.

–“Eso supera a los vagones rosas y a los horarios especiales. Darles en la madre, pinches ojetes”.

Y en este año se pone en acción el nuevo sistema de Justicia Penal. El otro.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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