Durante mucho tiempo, cuando la “democracia” mexicana no era como ahora; es decir, cuando era una fórmula infalible para concentrar, distribuir y conservar el poder en un mismo partido, las alianzas electorales eran meras adherencias.

“Cargadas” cuyo fruto garantizaba la supervivencia de ficciones partidarias como el PARM o el PPS.

Pero las sucesivas reformas políticas, cuya finalidad fue romper el monopolio de la concentración política y su consiguiente producto autóctono, la “democracia dirigida”, por la cual los electores marchaban en fila india rumbo a la única urna posible (no olvidemos la fantasía electoral con el candidato único López Portillo), les dieron a las alianzas otro cariz y otro significado.

Al fin de cuentas se lograron entre afines (PRD,PT,MC), pero también entre disímiles (PAN;PRD) hasta el extremo de considerarlas uniones “contra natura” sin pasar con éxito, quizá por eso mismo,  la prueba de la operación gubernamental, ya sea por sus contradicciones o por la ausencia de una real coalición con  propósitos definidos más allá del abatimiento de un dominio prolongado del Partido Revolucionario Institucional cuyo poder en el estado de México hoy sufre amagos ciertos.

Hoy, tanto el PRD como el PAN, recuerdan el escenario de hace seis años en ese mismo proceso en el cual se incuban los mismos ingredientes.

En aquella ocasión, con la estrella de Enrique Peña Nieto en incontenible ascenso, ganar era una garantía de triunfo, un paso previo, un  ensayo general, para vencer en la elección presidencial, como sucedió. Y para ese fin superior el PRI aceptó sacrificar (o postergar) a Alfredo del Mazo Maza; quien  disciplinado supo esperar el sexenio entero. Un tiempo como banquero; otro como diputado. En su caso sería imposible el intento de mudarse de partido. No está en su ADN y nadie lo querría. Su linaje se lo impide. Pero esa misma heráldica es su principal obstáculo.

En las actuales condiciones la excesiva cercanía con Peña Nieto y la posibilidad de ocupar la posición de su abuelo y de su padre, resulta demasiado para quienes harían de su genealogía el arma para combatirlo. Si no a él, a Peña, a través suyo.

Eso podría dejarlo una vez más en la orilla. Pero aun si llegara a ser candidato por sobre Ana Lilia Herrera (senadora y ex alcaldesa de Metepec, con buena calificación general) y Carlos Iriarte, el dirigente del Partido en el Estado, con vínculos indudables con Eruviel Ávila, la posibilidad, ahora sí de una alianza entre PRD y PAN, como en otros estados del país, sería una barrera tan alta como para estrellarse en ella.

Los partidos opositores, con los bigotes relamidos como tigres cebados, ya probaron las delicias de vencer al PRI en estados tradicionalmente bajo su gobierno: Veracruz, Tamaulipas, por ejemplo. Y se preparan para hacerlo en Coahuila y el estado de México. Solos, ha dicho Alejandra Barrales, no podrían. Unidos, posiblemente. Al menos eso dicen y murmuran en los pasillos del arreglo los seguidores de Ricardo Anaya quien necesita un movimiento audaz y eficaz para sacudirse todos los señalamientos con los cuales se frena su paso al futuro.

La fórmula de la alianza habría dado otro resultado en las elecciones anteriores y se conocía  tanto su potencia, como para abortarla mediante la firma (vergonzosa para los opositores, dicen algunos) de un pacto para no hacerla. Cosa extraña. Casi siempre las firmas avalan la voluntad de hacer algo, el compromiso, pero en ese caso fue o contrario: se pactó para no pactar. Y el PRI fue testigo y beneficiario.

Eruviel ganó con facilidad.

Hoy el PAN no tiene candidato fuerte. El PRD tampoco. La señora Josefina Vásquez Mota (AN) quien es experta en deshojar la margarita sin Margarita; levanta muy poco, entusiasmo.

Fría e indecisa.

Alejandro Encinas (PRD), por su parte, se ha metido en la aventura de una constitución para la CDMX y en esa olla de grillos se dispone a condimentar el platillo principal de una cena de negros. La alianza tendría entonces dos partidos (si no se pagan otros oportunistas) y ninguna cabeza.

MIRANDA

Por cierto, Luis Miranda, actual secretario de SEDESOL, firmó entonces el pacto “antipacto” por parte del PRI. Ahora ha comparecido en la Cámara de Diputados con estas reflexiones:

“…Muchos de los conflictos que el país enfrenta, obedecen a la falta de oportunidades. La pobreza es un obstáculo para la cohesión social.

“Brindar a los mexicanos acceso al ejercicio pleno de sus derechos, a la salud, a la alimentación, a la educación, a la vivienda digna; hacerlos sentir parte de nuestro proyecto nacional, es uno de los mejores caminos para reconstruir el tejido social y el respeto a las instituciones; para recuperar la convivencia armoniosa que tanto anhelamos”.

FOVISSSTE

Ayer terminó el registro de aspirantes en el Procedimiento Aleatorio de Otorgamientos de Créditos Tradicionales del FOVISSSTE. Se inscribieron más de 88 mil ciudadanos con  derechos  para las asignaciones cuyo sorteo se hará el 8 de diciembre.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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