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“Capital en movimiento” es el lema de esta administración. Ya lo sabemos. Pero ignoramos el capital de quién. No ha de ser el de los ciudadanos inermes ante los caprichos de hurto y abuso de un gobierno con el aleve disfraz de la izquierda. Prolija y vasta es la clasificación popular en torno de los ladrones. “Amigos de lo ajeno”, los llamaban las crónicas policiacas de cuando Téllez Vargas era non entre los reporteros de la policía. “Discípulos de Gestas”, les decían otros. Y en el colmo de la ociosidad se llegaba a clasificarlos por su especialidad, forma de “trabajar” o método de escapatoria.

Así conocimos al “zorrero”, quien solía defecar en el lugar de su intromisión como fórmula supersticiosa de escapatoria segura. Supimos también del “retintero”, cuya velocidad de piernas le permitía huir con el bolso femenino recién arrebatado.

Había “paqueros” de labia infinita y capacidad para convertir en un paquete de periódico cortado al tamaño aquel bulto de dinero desparecido ante los ojos del “gil” o incauto ambicioso a quien le vendían una riqueza fabulosa en dinero real y le daban a cambio trozos del viejo diario de la semana pasada.

Supimos del “cacomixtle”, llamado así por aquellos animales hábiles para sacar las gallinas de su corral. Es obvio el título de “dos de bastos”, o sea, quien con índice experto y cordial bien adiestrado puede sacar del bolsillo una cartera sin producir ninguna sensación en la víctima.

Este trabaja a bordo de autobuses o vagones del Metro, donde los apretujones actúan en favor suyo.

Existen los “boqueteros”, quienes pueden horadar muros y hallar riquezas fabulosas como sucedió con aquellos cuya habilidad dejó en la inopia a muchos adinerados en Tecamachalco, donde perforaron la bóveda de seguridad del inseguro Banamex.

También había maestros del “coscorrón”, quienes agujereaban tejados y hasta losas para entrar a las casas por la parte de arriba y vaciar todo cuanto de valor hubiera sin romper ni siquiera un vidrio.

Todos estos son frutos del ingenio humano para hacerse de lo de otros. Para despojar a los demás, para robar y faltar de paso a uno de los principales mandamientos. No robarás.

Pero ninguno de estos, ni siquiera Efraín Alcaraz Montes de Oca, alias El Carrizos, el rey de los “zorreros” entre cuyas hazañas estuvo allanar y desvalijar la casa del presidente de la república Luis Echeverría con todo y la vigilancia del Estado Mayor, puede superar a Marcelo Ebrard.

El actual jefe de Gobierno del Distrito Federal (émulo de aquel personaje creado por José Emilio Pacheco, Caco Nepote) cuyos recursos administrativos, disfrazados de servicio a la sociedad, le generan movimientos de dinero de hasta por 500 millones de pesos nada más con el pretexto de cambiar las tarjetas de circulación de todos los automóviles y transportes de la ciudad de los atracos. Eso sí es robar.

“Capital en movimiento” es el lema de esta administración. Ya lo sabemos. Pero ignoramos el capital de quién. No ha de ser el de los ciudadanos inermes ante los caprichos de hurto y abuso de un gobierno con el aleve disfraz de la izquierda.

Como no hay quién lo defienda, dé usted su vehículo de baja aquí y póngalo con placas de Tlaxcala, Querétaro, Guerrero o el Estado de México. Mejor no circular un día a seguirle engordando la bolsa a las campañas del MEC a través del esquilmo mediante mal llamados servicios públicos en una ciudad cuyos trozos se vienen abajo con insólita velocidad.

PATYLÚ Y BELCEBÚ

No queda muy clara la petición de César Nava, presidente del CEN del Partido Acción Nacional, al secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont (quien tanto lo desprecia) en relación con las intromisiones de Ivonne Ortega en el proceso electoral para disputar la alcaldía de Mérida.

Nava acude a Bucareli a plantear un asunto absolutamente fuera del campo de responsabilidades del secretario de Gobernación. Las elecciones en este país, por si no lo sabe César, no se operan ni administran ni supervisan desde esa dependencia. Otros son sus fines, como, por ejemplo, ser testigo de honor en pactos deshonrados.

Debería ir mejor a Liconsa, a ver si Ignacio Durán le compra la leche de la vaca Tomasa.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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