Quien describa los acontecimientos del sábado por la tarde en Querétaro como un episodio de “hoolliganismo” tropical está equivocado. No se trató de un estallido violento dentro de un estadio deportivo; no,  el parque deportivo fue invadido por grupos rijosos inscritos en las grande mafias de la delincuencia organizada, cuyo poder tentacular lo ha capturado todo: caminos, zonas agrícolas, fábricas, estructuras sindicales y deportivas; tráfico de drogas, secuestros, robo de combustibles, trata de personas, lenocinio, pornografía infantil, todo, absolutamente todo, mientras el gobierno se cruza de brazos y su mejor recomendación (como si estuviera para recomendar, en vez de gobernar), es cambiarle el nombre  del cártel, para no dañar la imagen del estado de Jalisco, sin importar el daño social de todas sus actividades, pero todo esto forma parte de un todo en decadencia, un país irremediablemente  violento, no porque sea una condena eterna decidida por la divinidad, sino porque el clima de reto, desacato a la ley, impunidad inducida desde las estructuras de pésima procuración de justicia y nula inteligencia en la prevención del delito, en muchas zonas, le ha quedado grande al régimen, cuya fallida obsesión franciscana, de pobreza y humildad sumida, ha estimulado a los delincuentes hasta grados inimaginables, cuya ridícula expresión se divide en dos partes: atacar las causas del crimen organizado y la delincuencia mediante el subsidio a quien es de todas maneras se van a enrolar en el crimen, para multiplicar las dádivas del pobre gobierno iluso, y el reparto indiscriminado de abrazos sin ton ni son, porque ahora esas teorías de combatir al delito, con sonrisas y besos en las mejillas, ya no parecen ineptitud, se asemejan a la complicidad, así sea por inacción, por omisión, por voltear a ver para ora parte,  como en el parteaguas conocido como “el culiacanazo”, punto de partida de toda evidencia de tolerancia, porque si en aquella ocasión había una resistencia armada  cuya potencia ponía en peligro a muchos inocentes (concedamos tan peregrina explicación), han pasado dos años y el liberto sigue gozando de la vida y nadie ha tenido tiempo para echarle el guante; por eso, no parecen torpes, parecen socios; mueven a suponer complicidad, porque además, en lugar de enderezar el rumbo y lograr la primera condición necesaria para un gobierno legalmente constituido: cumplir y hacer cumplir la ley, nada más eso, todo lo demás vendría por añadidura, como decía aquel, pero si el gobierno abdica de su responsabilidad y no halla mejores recursos sino culpar al pasado de la infección presente, entones ni remediará el pasado, cosa imposible, ni logrará impedir la metástasis sangrienta  en la cual ahora estamos hundidos todos, hasta quienes creen posible la defensa de un gobierno cuyo principal enemigo es la realidad, no sus críticos, ni los periodistas cuyos asesinatos; de uno por semana, casi, son otra prueba de la imposibilidad de lograr el anhelo de todo gobierno exitoso, el funcionamiento de las instituciones, pero si sus modelos de respeto a la ley son Julio Scherer Ibarra y Alejandro Gertz, pues ya vemos hasta donde nos llega el horror, porque estamos todos con el agua al cuello y no es precisamente agua bendita, ni mucho menos, es la visibilidad del naufragio de un gobierno obsesionado por una falsa premisa, se puede seguir engañando a todos todo el tiempo y no es así, porque los treinta millones de crédulos, cuyos oídos se aturdieron con canto de l sirenas populista, ya no están todos convencidos, muchos cargan la desilusión y se guardan la pensión; pero así se sigan creyendo el cuento del flautista de Hamelin; seguiremos viendo muertos, heridos, desplazados, y si no, espere usted a mañana cuando la ciudad caiga de nuevo en manos del tolerado feminismo anarco-nazi, en agravio del feminismo justo, ante el cual alzamos muros de defensa, como no los alza ni Ucrania en el sitio de Kiev.


Lee también:


Rafael Cardona | El Cristalazo

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

Deja una respuesta