Cajas, cajas de cartón; paquetería rústica, expuesta a la humedad del trópico, alguna vez llenas de huevos y dentro de las cuales, sorpresivamente, se hallan por pitazo oportuno o por siembra o por milagro de la feracidad tabasqueña, miles y miles de billetes y millones de pesos aprisionados con ligas.
Ligas, cajas de cartón, paquetes mágicos cuya movilidad nunca se explica, como aquellas pacas de droga halladas en Zacatecas en una bodega de chiles deshidratados y de la cual se rehúsan a responsabilizarse sus dueños, ahora amagados por torpes sicarios. Elementos físicos de la policía mexicana, utensilios imprescindibles, ligas “bejaránicas”.
Cajas, paquetes, pacas, objetos todos ellos en cuyo conjunto y súbita exhibición el público nada más confirma los hechos ya sabidos y memorizados: la política es el camino para los negocios sucios pues los limpios, al parecer no existen en este país de la coima, el soborno y la transa. Si no transa no avanza.
Pero no son estas cajas las únicas cuya existencia debemos guardar en la memoria de hechos políticos de escándalo en Tabasco. Gerardo Albarrán de Alba ha escrito estas líneas. Recordemos tiempos no muy lejanos, capitales abundantes, billetiza indecorosa, danzas millonarias; pavanas con faldón de dólares. Eran los tiempos de la hipocresía; los tiempos de Ernesto Zedillo.
“…Seis meses después de las elecciones (1994), López Obrador realizaba un nuevo plantón en el Zócalo capitalino. En la madrugada del 5 de junio, alguien llegó en una camioneta roja y entregó a los perredistas miles de documentos de la Secretaría de Finanzas del Comité Directivo Estatal del PRI en Tabasco.
“López Obrador presentó, en una conferencia de prensa, catorce cajas que contenían información jamás antes vista por la sociedad mexicana: un gasto electoral demostrable de 237 millones 871 mil 112 pesos. Ese mismo día, López Obrador me entregó las 14 cajas, que estuvieron cinco días en mi poder, guardadas bajo tres llaves en un baño de la revista Proceso.
“Así supimos que cada uno de los 297 mil 365 votos atribuidos a Madrazo había costado unos 800 pesos, por menos de 3 pesos que costó cada uno de los 200 mil 087 votos perredistas. El gasto de Madrazo fue equivalente al 73% del costo total oficial de la campaña presidencial del PRI. Era casi el 80% de la deuda pública del estado y casi el 10% del presupuesto del gobierno de Tabasco para 1995.
“Yo revisé los 237 millones 871 mil 112 pesos gastados por Madrazo en los talonarios de siete cuentas de cheques.
“Y ahí vi que no sólo se habían gastado en Madrazo, sino también en la corta campaña de Luis Donaldo Colosio y en la de Ernesto Zedillo, en las de diputados federales y senadores, en las de diputados locales y presidentes municipales.
“Ahí estaban las pruebas de acarreos, desayunos, comidas y cenas; “chayos” para los periodistas; contratación de guaruras; pago de avión, hotel, comidas y «atenciones» para políticos, artistas, periodistas extranjeros y columnistas nacionales; estudios «estratégicos»; carteles anunciando la victoria, y conteos rápidos el día de las elecciones, por si las dudas…
“También vi fichas de depósito originales que sumaban 56 millones 118 mil 886 pesos. Los depósitos en efectivo llegaron hasta 2 millones 455 mil 420, en una sola exhibición.
“El 12 de junio (le) devolví las cajas a López Obrador, y ese mismo día presentó una denuncia en la Procuraduría General de la República (PGR), acompañada por una copia notariada de cada uno de los documentos. El entonces consejero electoral José Agustín Ortiz Pinchetti me comentó: «Ahora podemos ver, desde dentro, el corazón y los intestinos del sistema político mexicano».
Hoy las buenas conciencias ser rasgan el peplo y se llenan el pelo de cenizas. ¡Dios mío! ¿A dónde hemos llegado?. Hemos llegado, digo yo, al punto de partida. La víbora de nuevo se muerde la cola.
En aquellos días de impugnación Arturo Núñez, el actual gobernador cuya actitud (dice Juan José Rodríguez Prats) es de un Ministerio Público, militaba en otras filas y desde ellas colaboró para frenar las investigaciones y acciones contra Roberto Madrazo de quien terminaría distanciado.
Hoy el hallazgo de la papeliza, la marmaja, los “billullos” o como se le quiera decir al acopio de “lana”; de “guita”, de “parné” a lo loco, tiene dos explicaciones: una, la labor de inteligencia del gobierno capaz de hallar y confiscar las pacas y la otra, la siembra de las mismas para inculpar al gobernador de los mil ropajes, Andrés Granier, cuya fama de ladrón ni siquiera necesita estas evidencias. Basta verlo a él a sus demandados familiares, basta ir a Villahermosa o a Macuspana y hablar con cualquiera. Cosa de horror.
El problema en este nuevo episodio es su explosiva condición mediática. Hoy la profusión de canales informativos en la TV; su diferencia entre unos y otros, la diversidad de intereses representados en los medios y la ensordecedora presencia de las redes sociales y el chismorreo de los mensajes telefónicos, le dan a estos escándalos una dimensión inmediata cuyo riesgo de fugacidad es tan grande como su paradójica auto anulación.
Las redes sociales hacen ruido; no fincan memoria. Al minuto ya se distribuye con velocidad de microsegundo un nuevo rollo; ya sea la final del futbol o las prótesis de Ninel Conde. Por eso no crean conciencia, pero generan percepción.
Y no hay percepción más simple. Los políticos son ladrones. Todos. Y a ver quién saca de ahí a cualquier mexicano.
El gobierno de Tabasco ha presentado así los hechos:
Fernando Valenzuela Pernas, procurador de Justicia del Estado de Tabasco, atribuyó a un trabajo de «investigación», la suspicacia sobre un dinero trasladado en cajas de cartón del despacho contable particular del ex tesorero (José Saíz Pineda), en la calle Sánchez Magallanes, en Villahermosa a un escondite en la Ranchería Lomitas, municipio de Nacajuca. Ahí estaba el dinero empaquetado en cinco cajas de cartón.
Pero es dinero, dice Sáiz fue “sembrado” por la propia Procuraduría para abundar en la campaña contra Andrés Granier y justificar el pasmo del nuevo gobernador Arturo Núñez quien ha hecho de la persecución contra su antecesor el único fin de su gobierno y la entera justificación para todo cuanto haya ocurrido, ocurra y vaya a ocurrir en las tierras tabasqueñas.
Pero para completar la confusión aparece un elemento novedoso: la secretaria del secretario, Marlis Cupil López (junto con Javier Hernández) dice haber sido golpeada, torturada, vejada, amenazada y cuanto hay, para obligarla a declarar en el hallazgo de cuya existencia no sabe ni ha sabido ni sabrá nunca.
Pero “a través de un comunicado (Tabasco hoy), el procurador del estado, Fernándo Valenzuela Pernas, indicó que los involucrados no fueron detenidos como aseguran e incluso, para ejemplificar (¿¿), la ex asistente de Sáiz Pineda solicitó autorización para llevar a su hija recién nacida a la comparecencia.
“Indicó que Cupil López participó de manera voluntaria en varias diligencias, no solamente en el hallazgo de recursos; de hecho, precisó, ella es quien accedió a que se realizara la visita al domicilio propiedad de Miguel Ángel Contreras, ex subsecretario de Egresos, actualmente amparado, donde se realizó el decomiso millonario.
“Tengo a la vista las declaraciones de Marlis Cupil López y de Javier Hernández, firmada por ellos ante el Ministerio Público, en donde están en carácter de relacionados con los hechos, y donde se aprecia una descripción detallada de la contadora Cupil.
“No tengo reporte de alguna lesión que haya sido causada en el ánimo de tortura, por eso es importantísima la intervención de la CNDH”, puntualizó.”
Y mientras gira esa rueda infinita, tenemos a la mano –sólo para reafirmar la podrida vocación nacional–, el caso del ex gobernador de Aguascalientes, Luis Armando Reynoso Femat a quien se “clavó” la lana de un tomógrafo de catorce millones de pesos de para repartirse con sus diputados; nos enteremos de la impunidad en la “Estela de luz”, en la inflada construcción del horroroso edificio del Senado de la República y así en la interminable lista del más constante elemento genético en el ADN de los mexicanos: la corrupción.