Convencida por sí misma o por la influencia de la realidad, la señora Margarita Zavala de Calderón se dio cuenta de las cosas (o dejó de disimular) y se bajó de la contienda por la Presidencia de la República, para gozo de quien deba sentirlo y vergüenza de quien en ello deba hallarla.
Ayer, cerca del mediodía comenzó a circular la información:
“Como lo adelantó Crónica, Margarita Zavala renunció a la candidatura independiente a la Presidencia de la República.
“Ayer (martes), reconoció que ya tenía dificultades para financiar su aspiración política, lo que incluso la había obligado a no cumplir con el pago a sus colaboradores.
“No se trataría de apoyar a otro candidato, sino sólo de bajarse de la contienda argumentando que los caminos que hoy se brindan a una candidatura por fuera de los partidos y sin recurrir al financiamiento público, están cerrados de facto”.
Ayer por la mañana se grabó la emisión de Tercer Grado, en Televisa. El siguiente programa, después de la entrevista con ella, será con Jaime Rodríguez El Bronco, quien se mantiene (hasta ahora) decidido en su empeño independentista y redentor.
Poco después se dijo esto:
“(El Financiero).- Margarita Zavala renunció a la candidatura independiente a la Presidencia de la República, confirmó Juan Ignacio Zavala, hermano de la ex primera dama, y columnista de El Financiero.
“Su renuncia no implicaría el apoyo a algún otro candidato.
“Más temprano, Noticieros Televisa informó de la renuncia de Zavala, la cual anunció la candidata en la grabación del programa Tercer Grado.
“Días antes, el equipo de la candidata había explicado que tenían problemas de financiamiento.
“He decido bajarme de la contienda (…) retiro la candidatura de la contienda por un principio de congruencia y de identidad política. Pero también para dejar en libertad a los que generosamente me han apoyado”, dijo en el programa de Televisa”.
Este desistimiento significa varias cosas.
La primera, una evidencia de la imposibilidad de competir cuando no se tienen las bases políticas ni de organización para hacerlo. Un poco, tomar el asunto con la discutible seriedad del espontáneo en el ruedo.
La circunstancia misma de las candidaturas independientes queda ahora en entredicho.
No basta con invocar el derecho constitucional a votar y ser votado ni alentar en el empeño individual el impulso generado por el general repudio a los partidos políticos, los cuales son a fin de cuentas instituciones de interés público, alentadas y subsidiadas por el Estado, y la otra competir fuera del tablero en un juego de ajedrez con torres y caballos en el aire de la apariencia.
Cuando de manera artificial la candidatura de Margarita Zavala fue insuflada, especialmente por el bloque de amigos y gacetilleros agradecidos por los favores recibidos del expresidente Calderón, muchos nos dimos cuenta de lo descabellado de este proyecto.
Ni había en su trayectoria méritos para tenerlo, ni tampoco capacidad personal para llevarlo a cabo. Mucho menos temple para resistir la vorágine de una campaña.
Pero nadie criticaba a la señora porque no es de buen gusto. No es políticamente correcto tratar a una dama (especialmente a quien fue una decorosa Primera Dama), con el mismo rigor aplicable al Bronco, a Ricardo Anaya o Andrés Manuel. La acusación de misoginia inhibe la crítica de los bien portados.
Pero si alguien ha sido misógina, ha sido la realidad.
No puedo más, ha dicho y ha tirado el arpa del escenario. Lanzó la toalla al centro del cuadro y se volvió a su casa de Las Águilas a reposar las fatigas de una aventura terrible y fracasada.
Pero poco antes de este previsible desistimiento, Ricardo Anaya se pandeaba.
Dos detalles lo hacen evidente: el primero (como si algo ya supiera), la petición a Margarita de sumarse a sus esfuerzos, como si nada hubiera ocurrido entre él y la pareja Calderón-Zavala, indivisible binomio en esta trama.
El segundo, la insistencia de llamar al voto útil.
—¿Qué significa ese voto?
Pues una patente del asesor de Anaya, Jorge Castañeda, quien bautizó así el último recurso para convertir una contienda de tres, en una lid de dos.
Si “C”, no puede ganar y “B” o es de tu agrado, usa tu voto no en el desperdicio de un derrotado, sino en la utilidad de un ganador. Vota por mí para anular al otro, no por mí mismo. Un tanto esa es la lógica del “voto útil”.
Así se “pandeaba” Anaya:
“Ricardo Anaya llamó a Margarita Zavala a integrarse a su proyecto:
“Me encantaría que pudiéramos hacer equipo. Yo a Margarita le tengo un gran respeto y consideración”, aseguró al enfatizar que lamentó mucho la salida (del PAN) de la ahora candidata presidencial independiente…
Y además:
“…En todos los procesos electorales en la etapa final se da el voto útil, es decir, la gente identifica quiénes son los que tienen posibilidades reales de ganar…”