Pusieron el grito en las alturas: ¿cómo es posible?, clamaron al cielo. 

Vanesa Rubio, una economista de muchas o regulares luces, lo mismo da, abandona el Senado para irse del país en la balsa de un rescate académico antes del posible naufragio frente a la marejada por venir en las investigaciones del caso 

Lozoya-Oderbrecht-Videgaray-Peña y asociados. 

Y para colmo, su suplente Nancy Sánchez (como si hubiera sido designada apenas ayer y nadie supiera de sus andanzas “bonillescas”), oscilante se encamina a los brazos de Morena, con lo cual fractura la de por sí débil arboladura del bajel de contención en la Cámara Alta. 

Pero ante la desesperación del grupo priista (como son tan pocos pueden sesionar dentro de un microbús con sana distancia), y en una exhibición de reflejos tardíos, como el guardameta en vuelo con el balón ya en las redes, Miguel Ángel Osorio quiere resolver el entuerto por sus consecuencias sin darse cuenta cómo él mismo fue una de las causas.

El problema del PRI dentro y fuera del Senado, no se presentó con esta fuga de la senadora Vanessa. Se dio cuando en el extremo de la docilidad todos los priistas aceptaron ocho cambios en la presidencia el Comité Ejecutivo Nacional durante el gobierno de Peña, y sumisos bajaron la cerviz en la designación de un extraño como candidato a la presidencia de la Republica, a quien entre otras cosas le pagaron con puestos en el Senado, uno de ellos para la evasiva señora Rubio.

Y si las cosas no fueran lo suficientemente grotescas para el partido, el coordinador Osorio negocia una lealtad cuya inexistencia quedó probada desde la cercanía de Nancy con Jaime Bonilla, uno de los más impresentables engendros de la IV-T. 

Mal van las cosas para quien esconde  la cabeza por temor a una bala perdida o bien  orientada, es igual. Osorio no puede negociar la lealtad de una senadora adoptada  por el binomio Videgaray-Meade, porque él mismo esta demasiado ocupado en defenderse de las acusaciones inmobiliarias con cuya develación Morena lo amenaza a trasmano. Y para más, la “Operación Pavarotti” de Lozoya amenaza con salpicar a todos.

Los pecados sólo se les perdonan a los amigos. Y él no es amigo de la Santa Inquisición. Necesitaría apellidarse Bartlett o Sandoval para salir sin  mancha del pantano. 

Mientras tanto en la sede nacional del PRI solamente vuelan los murciélagos. El abandono del partido es notable. Nadie hace nada y su presidente, Alejandro Moreno, ha extraviado el discurso. Sus escasas palabras jamás causan efecto. 

El edificio simbólico del quehacer político por tantos años es hoy un cascarón vacío sin nada más allá de sus recuerdos. Memoria de los viejos tiempos en un patio donde las palomas decoran con guano el busto de Plutarco y la estatua de Donaldo. 

Nada.

Eso pasa por olvidar a sus militantes,   y preferir a los diletantes; hacer una agencia de recompensas personales más allá de los méritos del trabajo político. Los advenedizos lo usaron a veces como escalera de ascenso y en otras, como ahora, como puerta de emergencia para escapar del incendio. 

Sea cual sea el destino de la senadora Nancy debieron anticipar sus movimientos y someterla o quitarla desde el inicio. Si se dedicaran a lo suyo, si hicieran un trabajo en lugar de planear la escapatoria, el PRI tendría futuro, pero en las actuales condiciones sus posibilidades son tan escasas como los desplegados de los intelectuales o los claxonazos de quienes juegan a la política desde la máquina de escribir o el volante de su automóvil con pancartas.

En las actuales condiciones y en cuanto a la coordinadora de Jaime Bonilla, el panorama es triste. A la senadora propietaria no la pueden retener por la sencilla razón de su extranjería.  Y a la suplente, le suplican lealtad sin habérsela exigido como requisito. Un oso por donde se le quiera ver. 

Cualquier militante de tiempo atrás se preguntaría si vale tan poco un escaño en Reforma como para botarlo como cubrebocas viejo en el nombre de LA academia, así sea la escuela de economía de Londres o cualquiera de esas instituciones extranjeras a donde los mafiosos (“amlopuzo”, dijo), mandan a sus hijos.

Quizá la condición del Senado nunca ha estado tan devaluada como ahora. O la facha o el deprecio. Posiblemente ni cuando Irma Serrano llegó a Xicoténcatl. 

Pero así es la vida. En Italia, la “Cicciolina” y en México, Jesusa, la Secuestradora… o Vanessa.

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Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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