Sinceramente no se si deba lamentarlo, pero en los últimos años no he visto ni siquiera un minuto el Canal 11 de televisión.
Me he perdido –dicen— la infinita sabiduría y la no menor simpatía de John Ackerman, de cuyo comportamiento al aire y sus acusaciones de machismo en el estudio, me enteré por textos de Sabina Berman. Supe también de la efímera gloria en la TV oficial –nunca tan oficial–, de Hernán Gómez, el hermano de Facundo. A ese tampoco lo veo.
Quizá sea difícil sobrevivir en este oficio con tan enormes lagunas, a la cual se suma una peor: no he visto jamás una emisión de Estefanía Veloz. Me han hablado de su comprometida y habilidosa defensa de la 4T y por consecuencia del presidente de la República.
A veces creo haberme equivocado cuando José Antonio Álvarez Lima, delante de su jefe, Jenaro Villamil, me sugirió colaborar con el canal del IPN, el cual –dicho sea de paso–, nunca le ha servido para nada al Politécnico, pues nunca ha sido suyo, sino de la SEP y el presidente en turno. El director del Poli no decide ahí, ni la hora de ordeñar a la burra.
Pero no deben ser estos espacios para exhibir mis penurias culturales o mediáticas. Tampoco para sudar calenturas ajenas. Hace poco me enteré de la salida de Álvarez Lima y el nombramiento de un señor muy joven y muy talentoso, dedicado antes a labores administrativas de segundo pelo.
No importa, lo joven se le va a quitar y el talento, si lo tiene, le permitirá hacer algo en ese circuito cerrado de la 4T. Y en el camino quizá aprenda algo de televisión. O no, lo mismo da.
Pero todo esto guarda relación con un hecho cercano. El desencanto de los devotos. La señorita Estefanía Veloz, declaró hace poco tiempo su contrariedad por la candidatura del “Toro sin Cerca” (por cierto, el mejor “rating” a lo largo de los años en Canal 11, fue “Toros y Toreros”, dirigido por Julio Téllez).
Pues bien, la joven conductora anunció los límites de su compromiso y declaró su voluntad de alejarse del Movimiento para la Regeneración Nacional (Morena), si en contra de sus principios (los de Morena y de ella), se insistía en la candidatura de un atrabiliario machista patriarcal, abusador y todo cuanto de él conocemos, aunque lo proteja el manto sagrado de YSQ.
Y la joven Veloz cumplió con su palabra: dio portazo en Morena y se fue dignamente. Después de eso es obligado buscarla en la pantalla. Ahora no la podrán quitar. Será libre, si quiere.
Pero sus expresiones (y me atengo a lo dicho en una entrevista milenaria con Azucena Uresti, quien no puede negar su simpatía por el líder cuatroteísta), confunden un poco. Al escucharla, cualquiera –con poca información–, podría creer en una diferencia entre Morena y el presidente.
Y eso no es cierto. Morena no existe más allá de la voluntad presidencial, la cual a veces se expresa en esa tolerancia como de normal rural –no digamos Montessori–, en la cual se les permite a los militantes jalar cada quien por su lado bajo la desesperante incapacidad de Mario Delgado.
Pero sólo hay un elector. Y comparte los pecados.
Total, sin darle demasiadas vueltas, si el Toro pace en las praderas de la impunidad consagrada, es gracias al voto y la defensa presidenciales. Ya estamos grandecitos para creer esas patrañas de las encuestas y la independencia del partido.
Quizá por eso hasta los devotos se desencantan. Leo a Genaro Lozano:
“No es un momento sencillo para quienes hemos sido votantes de López Obrador todas las veces que se ha presentado para un cargo público. Es realmente un momento doloroso y triste para las y los votantes que queríamos ver un cambio radical y profundo, no solo en la forma de hacer política, sino también en el fondo.
“En su tercer año de gobierno, la 4T toca fondo y le urge más que nunca relanzarse o correrá el riesgo de que se le recuerde como otro gobierno más que llegó con esperanza y terminó con decepción. Nadie quiere esto, pero los focos de alerta ahí están y son evidentes.
“Es un momento de desencanto y de dolor…”
También es momento para cantar como Mona Bell…. Ya lo sabía, ya lo sabía…
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