No tenemos motivos ni tendríamos razón para llamarnos a engaño. No vamos a estas alturas del juego a sentirnos decepcionados ni desilusionados por las jugarretas de los políticos profesionales, por su doble o triple discurso, por su recalcitrante y necesaria capacidad para mentir, omitir, soslayar, ocultar o esconder, sus acciones y sus intenciones.

No sería inteligente.

Si el político seduce a las masas, debe hacerlo con el arma favorita de todo seductor: el engaño, la ilusión cultivada, la esperanza en un futuro quizá inexistente pero cuya búsqueda resulta placentera; la lisonja, el gran cortejo.  Así es la política.

Por eso el ambicioso cuya vida es fundamentalmente la búsqueda del poder siempre disimula sus intenciones.

Por eso invoca grandes causas, enormes empeños,  siempre en  favor de otros, por eso se ofrece como intermediario sacrificado en pos del bien común, por eso se muestra ajeno a otras pasiones… hasta cuando ve logrado su afán.

Entonces hace todo lo contrario, se debe desquitar el sacrificio personal del  disciplinado ascenso.

Hoy en el Partido en el Partido Acción Nacional estamos viendo un episodio más en una de estas novelas: una pandilla de resentidos y desplazados, se opone a la forma como Ricardo Anaya, el actual jefe del Comité Ejecutivo, quiere capitalizar sus éxitos. Y él, observa con ávida sagacidad un espacio como jamás podrá ver de nuevo.

Nadie gana el premio mayor de la lotería dos veces con el mismo número. Nadie.

Y hoy la fortuna le toca el hombro al joven Anaya quien usa todos sus recursos para avanzar por el sendero si no de la presidencia, sí al menos de una candidatura presidencial en toda forma, con grandes oportunidades, con muchas posibilidades, con irrepetibles condiciones de ventaja sobre los otros partidos.

Y los demás panistas, quienes siempre han querido lo mismo, hasta Felipe Calderón quien no sació su sed de poder ni siquiera con seis años en Los Pinos y propulsa a su esposa para el cargo, combaten a Anaya con una mentira: la unidad del Partido. Si tanto es su afán unificador podrían respaldarlo y se acabarían las divisiones.

Hoy comparan a Anaya con Roberto Madrazo y él bien se guarda de no compararlos con la media docena de políticos organizadores del llamado Tucom. ¿Quien llevó al PRI a la ruina electoral en esos días? ¿Madrazo o el Tucom? Pues ambos, pero uno pudo contener al otro. Es otro asunto.

Por ahora Anaya es simplemente un listo abusivo.

Se ha adjudicado para una promoción personalizada en la cual su imagen se identifica con la del Partido. Lo ha querido encarnar, lo quiere representar no como lo haría un dirigente interno, un presidente, sino como un propietario. En ese sentido Andrés Manuel López Obrador puso la muestra de cómo aprovechar en beneficio personal las limitaciones publicitarias para los partidos, impuestas desde anteriores reformas. Y Anaya lo entendió completamente y lo puso en práctica.

La veintena de inconformes críticos e hipercríticos ante la autopromoción de Anaya esgrimen argumentos tan hipócritas como las disculpas del propio criticado. Pero nadie debe escandalizarse por eso. Los políticos mienten. Siempre mienten o por lo menos ocultan.

Por eso este discurso de pereza o Hueva, como dirían los jóvenes:

Más allá de que en público niegue su aspiración para convertirse en el candidato a la Presidencia de la República, (Anaya) está utilizando la estructura y los recursos del partido –dicen los inconformes–, en beneficio de ese proyecto personal a través de medios cuestionables e incurriendo en un grave conflicto de intereses. La responsabilidad de dirigir Acción Nacional, es absolutamente incompatible con la pretensión de construir un proyecto político como aspirante a la Presidencia de la República.

“Si Ricardo Anaya piensa competir es necesario que lo asuma públicamente y deje la dirigencia del partido”.

Por su parte el ex presidente Felipe Calderón “tuiteó”:

Panistas exigen a Anaya que defina su aspiración para 2018. Y más : La unidad del PAN es vital para el país, la dirigencia de Ricardo Anaya está poniendo en riesgo esa unidad”.

Resulta jocoso el cinismo de Felipe Calderón: cuando él desde la presidencia manipuló al PAN hasta designar por dedazo a César Nava y a Germán Martínez, sin reparar en opiniones o consejos, no miraba el espejo de la unidad del partido. Y así les fue.

En estas condiciones referir la opinión de Margarita Zavala es inútil. Ya ha hablado su ventrílocuo.

Pero en la política todas las cosas tienen una consecuencia. Hasta las inconsecuencias. Golpear a Anaya es fortalecer a los demás aspirantes. Y en esa condición está Rafael Moreno Valle, gobernador de Puebla y tan resentido como Gustavo Madero.

Si un partido es en teoría una agrupación de personas con las mismas ideas y la misma doctrina, tanto como para ser correligionarios, todo esto debería sobrar. Para eso hay asambleas, reglamentos, programas, principios, pero ya se sabe, en la política los principios casi siempre van al final.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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