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Mientras las sotanas llenan el aire con el chillido de su rasgadura por las Uniones conyugales entre homosexuales, mal llamadas matrimonios (no hay maternidad posible) y peor aun por la posibilidad de adopciones legales (viles levas de efebos disfrazadas de piedad en las neo familias, al estilo de Jackson y Ricky Martin, por ejemplo, dicen), la comunidad “Lésbico Gay” (vaya la tautología; pero en fin) se dispone a llevarle la contra para siempre a Mart Crowley, el dramaturgo americano cuya obra “Los chicos de la banda” fue, un hachazo en las puertas del “closet” en México y otras partes del mundo.

En esa pieza el personaje principal, Harold, lleva una línea cuyo contenido es a la vez descripción y condena. O era:

“Pregúntame por un homosexual feliz y te mostraré un cadáver sonriente”.

Pero hoy la felicidad los colma, al menos en el Distrito Federal.

Han ganado todo cuanto se propusieron desde los años setenta cuando el movimiento homosexual dejó de ser un asunto secreto, reservado nada más para las cofradías y los interesados (ya no se confesaba, se proclamaba la condición antes llamada “rara”), para convertirse en parte activa de la oferta política de una izquierda en cuya amplitud caben todos los “ismos” y los movimientos marginales hasta convertirlos en corrientes político electorales (y ahora se sabe, económicas).

Muy lejos quedan para el PRD aquellos años del primer gobierno de izquierda en México cuando Cuauhtémoc Cárdenas se vio forzado a retirarle Paco Ignacio Taibo II la propuesta de presidir el Instituto de Cultura (una evolución paquidérmica de aquella Dirección de Acción Cultural y Social del DF, encabezada entre otros por Mauricio Magdaleno), por una supuesta declaración cuyo enjundioso final era el abominable, yo no soy maricón, ¡carajo!

Hoy en la ciudad de México hay dos actitudes incomprensibles. Al menos para esta columna.

La primera es la actitud glorificante, casi de admiración; de respaldo y estímulo; alegría, algarabía y triunfalismo ante los recientes cambios legislativos y jurídicos en torno de la convivencia o conyugalidad de los (las) homosexuales (como si fuera una epopeya cósmica) y la otra, la condena, repulsa, censura, acrimonia y llamamiento a la rebelión civil simplemente por el reconocimiento de conductas tan viejas como la humanidad misma aun cuando vale decirlo, el dirigente de los Abogados Católicos, Armando Martínez lo ha dicho con claridad: no estamos en contra de las uniones; sí de las adopciones.

Quizá por aquello del ejemplo, quizá por la muy freudiana frase: infancia es destino. Destino, desatino.

El homosexualismo, condenado o no, es una constante (o una variable permanente en la sexualidad humana) en la historia de hombres y mujeres a lo largo del tiempo y no será por estas leyes como aumente o disminuya. La verdadera diferencia es su visibilidad y la admisión de las adopciones en cuya raíz muchos ven la legalización de la “leva” de niños abandonados cuyo futuro (si es verdad aquello del sino y la infancia) será la repetición del modelo familiar cuando no el “efebismo” fatal.

Pero no todo es una cuestión de amor, como dicen los defensores de estas actitudes y conductas. Ya ha pasado mucho tiempo desde la frase inmortal de Lord Alfred en el juicio contra Oscar Wilde en Inglaterra. “El amor que no se atreve a declarar su nombre”. Eso ahora además de cursi es inexacto.

La ciudad de México, al menos en el campo administrativo se apresta al aprovechamiento económico de los cambios jurídicos y el clima de amplitud libertaria en cuanto al uso y abuso del cuerpo hasta para fines distintos de los anatómico digestivos (recordemos otra frase eterna en torno de los papalotes y en derecho de hacer uno de esos cometas con la parte propia o el título de Don Francisco de Quevedo sobre las gracias y desgracias del ojo del culo, obra señera del Siglo de Oro, por cierto. )

Y si alguien desconoce tal texto de Quevedo, le presento aquí una muestra:

“…Y así, como cosa tan necesaria, preciosa y hermosa, lo traemos tan guardado y en lo más seguro del cuerpo, pringado entre dos murallas de nalgas, amortajado en una camisa, envuelto en unos dominguillos, envainado en unos gregüescos*, avahado** en una capa, y por eso se dijo: «Bésame donde no me da el sol». Y no los de la cara, que no hay paja que no los haga caballeriza, ni polvo que no los enturbie, ni relámpago que no los ciegue, ni palo que no los tape, ni caída que no los atormente, ni mal ni tristeza que no los enternezca. Lléguense al reverendo ojo del culo, que se deja tratar y manosear tan familiarmente de toda basura y elemento ni más ni menos; demás de que hablaremos que es más necesario el ojo del culo solo que los de la cara; por cuanto uno sin ojos en ella puede vivir, pero sin ojo del culo ni pasar ni vivir…”

| Pero esta columna no tiene por objeto hablar de tales venturas o desventuras sino de explicar cómo el uso diverso de la ya tantas veces dicha parte del cuerpo ha generado todo este embrollo en el cual cada quien dice tener la verdad en un puño, cosa bastante probable pues la razón no es una, sino (como el ombligo, para no seguir con lo mismo) cada quien tiene la suya.

Por lo pronto el siempre imaginativo Rojas Díaz-Durán, secretario de Turismo del DF, retoma una vieja idea de cuando Alejandra Barrales ocupaba la ya dicha cartera y le propone a la capital aprovechar las facilidades de la nueva legislación y atraer a los miles y miles de turistas con orientación sexual diversa e invitarlos a este paraíso de la tolerancia, pues en eso nos hemos convertido.

Recordemos esta información (Crónica, 25 de junio 07) :

“La Secretaría de Turismo del Gobierno del Distrito Federal busca incentivar a dueños de hoteles y restaurantes para que inviertan en la creación de espacios dedicados al turismo lésbico gay nacional e internacional, pues aseguran, es uno de los sectores que más gasta.

“La titular de la Secretaría, Alejandra Barrales Magdaleno informó que actualmente uno de cada cuatro turistas extranjeros que visitan la capital del país es homosexual, de ahí que “urge” la colaboración del sector turístico para que se capten los beneficios económicos de las personas con estas preferencias.”

La información divulgada en los últimos días del año pasado decía (según divulgó El Sendero del Peje):

“El secretario de Turismo del DF, Alejandro Rojas, declaró que las bodas gay, aprobadas por la ALDF, promoverán la actividad turística en el DF, convirtiendo a la ciudad en “gay friendly (oh, yeah)”

“De acuerdo con la información, los matrimonios homosexuales promoverán la inversión de empresarios del turismo de hotelería, paquetes de luna de miel y vacaciones, vestidos, banquetes y demás servicios relacionados con las bodas gay.

“La Ciudad de México se suma de esta manera a ciudades como Buenos Aires, Nueva York, San Francisco, Toronto y otras que reciben millones de dólares de inversión y divisas por la actividad turística de la comunidad lésbico-gay.

“Dio a conocer además que en 2010 se inaugurará un hotel específico en la Zona Rosa para la comunidad lésbico-gay como parte de la inversión de un empresario español, así como el interés de al menos cinco empresas para generar inversiones para esta comunidad. Rojas llamó a la iglesia a que “seamos tolerantes, que la realidad social es una cuestión a la que hay que adaptarse.

“Además pidió no generar enfrentamientos ni tensiones puesto que la Santa Inquisición ya no existe”.

Aliviada por este descubrimiento de Don Alejandro, alguna vez escribano constituyente en el GDF, en torno a la inexistencia del Santo Oficio, esta columna se imagina cómo será la región más transparente del Arco Iris. Vestidos de novia en la calle de Honduras y de seguro fotografías en la columna a la Independencia con todo y el fálico simbolismo del enorme cilindro con la victoria en la cima.

Rojas Díaz Durán ha tenido otras ideas geniales en la ciudad de México. Una de ellas fue la respuesta política al veto oscular de Romero Hicks cuando como alcalde de Guanajuato prohibió los besos (olímpicos, les llamaba) en la vía pública.

El imaginativo funcionario ideó entonces una asamblea plenaria de besucones en el Zócalo, cuya amplitud permite todo, desde dinosaurios o desnudos masivos; fotografías de lamas jugando con elefantes, música, bailongo o plantones tabasqueños a la cual llamó con mucha creatividad por cierto, “El besotón”.

Ahora de seguro pondrá un circuito turístico en autobús descubierto cuyo nombre podría ser el “Turigay” (por aquello de la “friendly gay city”) o si se le quiere traducir, el “Putobús” o para menor sonoridad del neologismo, el “Jotobús”. Ya no será “Ruta 100”; será “41” (“¡zafo!”, decíamos en la escuela)

O quizá ese pudiera ser un elemento adicional en la oferta turística del resucitado proyecto marceliano del tranvía turístico cuya utilidad (además de hinchar bolsillos en época preelectoral) servirá para untarse en el Camembert.

Ya podremos entonces, con el uso del “homotranvía”, estar como la otra “friendly city”, San Francisco California, con nuestro trenecito callejero y decir como Tennessee Williams, aquí también tenemos nuestro “Street car named desire…”

Pero no siempre ha sido así. En algún tiempo la “izquierda” combatía a los homosexuales, al menos en los terrenos de la burla y la crítica. “Los anales”, les decía el periódico comunista “El machete”.

Carlos Monsivais lo cita en su prólogo a la crónica autobiográfica de Novo, “La estatua de sal”:

“Tan pronto se dan a conocer Novo y sus congéneres, se vuelven blanco de la izquierda política. “El machete”, la gran revista del Partido Comunista de México, hecha muy centralmente por artistas, Diego Rivera el más notorio, en el número del 28 de agosto de 1924, publica una sátira, “Los rorros fachistas” de subtítulo propio del teatro frívolo:

“¡Mancebos, eruditos y poetas, corresponsales de periódicos burgueses y comisionados por algunas secretarías de Estado para agasajar a sus acates de la nave “Italia” a su vuelta de Veracruz se reúnen para hacer añoranzas! Los personajes son el Rorro número 1, el número 2, el número 3, el número 4, el número 5-6. Al texto lo preside el grabado de Orozco, “Los anales”.

El dibujo de Orozco va dirigido centralmente (por eso su caricatura esta en el centro) a golpear a Novo. En los trazos cursilones y con corazoncitos cruzados por saetas y querubines soplando las nubes, “los anales ” se tocan la entrepierna o le palpan el trasero al de junto. Pestañas postizas, deditos en la boca; pantalones entallados, nalguitas levantadas. Toda una burla.
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*Gregüescos, calzones bombachos como los usan los alabarderos de la Guardia Suiza, vaticana, por ejemplo. **Calentado como con vaho.

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Son viejas las historias sobre la llegada del lobo. Ahí viene, ahí viene, decía aquel Y cuando le creían el lobo no venía; cuando nadie le hizo caso apareció el feroz animal.

Las advertencias de la DEA, divulgadas en los últimos días del año de manera escandalosa, no tenían los mejores antecedentes. ¿Quién les iba a creer si no pudieron siquiera boletinar a un sospechoso cuya misión fue finalmente cumplida aun cuando de mala manera en el aeropuerto de Detroit?

Si se producen ataques, la DEA dice ufana; se los dije. Si no, podrá propalar, la filtración oportuna de información detuvo los ataques. Ellos siempre ganan, especialmente cuando el mercado americano de las drogas no cede, ni en su consumo ni en sus ganancias. Y México, haciendo el trabajo sucio en su propio territorio.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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