Evitar la desproporción, el abuso y la injusticia en el uso del poder es el fundamento ético y jurídico de los Derechos Humanos. 


Por eso, independientemente de la condición profesional del acosado (Carlos Loret de Mola), la exhibición del linchamiento en contra de un ciudadano, arropado por todo el aparato del inmenso y a veces incalculable poder presidencial, es asunto repugnante.

Es un acto grosero, ventajoso y a fin de cuentas cobarde. En un reciente comentario radiofónico propuse una imagen: es el ataque de un león contra un canario. Sevicia pura.

Pero esta condenable conducta adquiere matices de clarinada cuando en los días de enero y febrero, hemos visto caer, uno tras otro, a un periodista por semana, mientras la exigencia de investigación (como en el caso Maldonado en Tijuana, inevitablemente relacionado con Jaime Bonilla), son descalificadas por el presidente con el argumento pueril de la politiquería.

Pero además de eso, suficiente (en otra parte) para desviar el curso de las preferencias, dos fenómenos se presentan en contra de toda lógica. La estupidez colectiva no entiende la gravedad del momento y por eso la popularidad, la aceptación y hasta el afecto por el presidente siguen muy altos. 


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Todo se debe a la hipnosis de la verborrea y a la sumisión ante quien reparte dinero a manos llenas. Mientras cada beneficiario de las dádivas sienta en el bolsillo sus tres mil pesitos cada mes, el mundo puede venirse abajo. No lo han sacado de la pobreza, pero le han comprado la conciencia.

Pero si de esto ya se ha hablado y escrito hasta el cansancio, también hemos sido todos prolijos en señalar cómo la ola del futuro se nos viene encima sin un dique para contenerla. El porvenir depende de una sola decisión: Morena ganará las elecciones con cualquier candidato. Y no hay fuerza opositora, ni personaje para oponerse.

Y las oposiciones, débiles, fragmentadas, sin líderes reales, sin personajes de peso, se esfuerza en hacer estupideces una tras otra, como la más reciente del Movimiento Ciudadano cuya inadmisible noción de servicio público en una zona dominada por el crimen y sus cómplices políticos, se pretende resolver con el mediano actor Roberto Palazuelos, cuya historieta se cuenta sola.

Y no sólo por sus hechos de sangre y los daños causados al ambiente por sus hoteles, por su condición de altivo “mirreycito”, súbdito único de su inacabable reino de estulticia y frivolidad, sino por su incompatibilidad con el mundo real. 

Palazuelos ha logrado fama y fortuna y tiene derecho a disfrutar ambas condiciones, pero la degradación política del partido en cuyas siglas lo montaron para competir (y perder, además), es absoluta responsabilidad (o irresponsabilidad) de Dante Delgado, convertido en “fan” del metrosexual. 

Pero si la candidatura de Palazuelos fue grotesca, el análisis –a posteriori– de sus méritos (¿deméritos?), es ridículo.

Para darse cuenta de la clase de “yuppie” a quien le han dado una posición inmerecida y desajustada, no se necesita llamar a nadie a consultas, basta con limpiar los anteojos y quitarse la cera de los oídos.

“Mientras que entre la militancia del Movimiento Ciudadano se ha abierto una intensa discusión, con opiniones encontradas, Dante Delgado ha llamado a consultas a los dirigentes más importantes de su partido.

“La próxima semana, MC decidirá si mantiene la polémica candidatura de Palazuelos…” Esto lo publicó Reforma ayer.

Quizá le retiren la candidatura. Posiblemente busquen a otro personaje sin posibilidades de ganancia electoral (este fantoche tampoco las tiene), pero, al menos, de competencia digna. 

Con Palazuelos van a perder las elecciones y además la poca seriedad restante tras la selección de García en Nuevo León, aunque haya ganado. 

–¿Cómo se combinan estas idioteces con la salvación de Del Río Virgen? 

Nadie lo sabe, sólo se están serruchando el piso, y quizá de eso se trate su juego, de simular oposición. 

Rafael Cardona | El Cristalazo

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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