La policía de García Harfuch estrena estrategia y retiene a manifestantes no violentas, las golpea y las despoja de sus pertenencias. Personal de Martí Batres, secretario de Gobierno, debió intervenir para liberarlas y para que una menor encapsulada por media hora recibiera apoyo sicológico y se pudiera levantar una denuncia penal

El festejo tuitero de Sheinbaum en el que señaló que había niñas pacíficas en la marcha de mujeres de este 26 de noviembre, no sirvió de nada a Laiya R, niña de 11 años que se vio encapsulada durante media hora por varias decenas de mujeres policías y que recibió jalones de cabello cuando se abalanzó a proteger a su mamá, también encapsulada y a quien jaloneaban para quitarle una mochila de la que finalmente las uniformadas no encontraron nada peligroso pero de la que se robaron un celular.

El festejo de Sheinbaum por la marcha

La madre, Ale, es estudiante de derecho, vivió durante años la violencia física con el padre de Laiya y, derivado de eso y otras agresiones de los varones de sus entorno, en los que confiaba y que sólo terminaron por cimentar en ella la certeza de que había que luchar por los derechos de las mujeres, decidió no conformarse con el pequeño negocio que ha logrado levantar en su colonia. Estudia derecho en la mismísima Universidad Nacional y no falta a casi ninguna marcha de mujeres.

Este viernes fue distinto, primero porque había relativamente pocas manifestantes y una exagerada cantidad de policías. Cuando Ale y Laiya caminaban y gritaban consignas sobre 5 de mayo (no pintaban, no accionaban bombas de humo, no insultaban a las policías), y ya a unos pasos del Zócalo un contingente policial se les abalanzó al grito de “revisión de mochilas”.

El objetivo era claramente Ale, vestida de negro y con pañoletas moradas. La madre fue reducida a un costado de la calle y Laiya logró escabullirse hasta donde vio que su madre era jaloneada de los cabellos. “Suelta la mochila o no te suelto los pelos”, escuchó la niña a una iracunda policía. La madre se aferró a su bolso y vinieron patadas en las pantorrillas y más jalones de pelos; la niña recibió también algunos jalones de pelo a mitad del encapsulamiento.

La madre se aferró a su bolsa y eso derivó en agresiones físicas más directas. Su espalda quedó marcada con escoriaciones propinadas al mismo tiempo que le jalaban el cabello. La madre optó por soltar la bolsa y proteger a su hija, ya en shock para esos momentos. Afuera, una amiga de Ale y otras mujeres que vieron lo sucedido, comenzaron a rodear al bloque de mujeres policías y exigir la liberación de la madre y la niña.

El policía Javier Parra se acercó y se dijo responsable de lo que estaba pasando, no dio más explicaciones y se dirigió hacia el grupo de policías que, de facto, habían robado pertenencias de una manifestante. No quedó claro que buscaban, pero quedó claro que no lo encontraron. Cínicamente la bolsa robada paseo entre las policías y el autodenominado responsable de la acción de encapsulamiento, mientras la madre trataba de calmar a su hija. Cuando la amiga marcaba al celular de Ale, este sonaba e la hilera de policías, ya lejos de donde hurgaban su bolsa.

Sólo la decidida intervención de otras manifestantes impidió que Ale y su hija se convirtieran en las detenidas 7 y 8 de la jornada (después se sabría de esas otras detenciones en circunstancias similares: mujeres semiaisladas, marchando, que pasaban frente a una línea de las policías granaderas). Pasaron más de 15 minutos en ese enroque de fuerzas: ni las policías se abrían, ni las manifestantes dejaban que se movieran para completar un posible arresto de la madre de Laiya.

Las mujeres recibieron entonces un apoyo inesperado: personal de Martí Batres, secretario de Gobierno, comenzó a llegar y a platicar con las testigos. Hablaron con los policías y sus preguntas lograron abrir el ostión policial. Media hora después de su retención y el hurto de sus pertenencias, Ale y Laiya fueron liberadas.

La bolsa de Ale fue devuelta, rota, pero el celular no.

El personal de Batres se apoyó en otra comitiva oficial que recién apareció, llamada por radio: la de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México. Laiya fue llevada a recibir apoyo sicológico en tanto que Ale era informada que se le apoyaría si quería presentar una denuncia.

“No va servir de nada”, le dijo alguien al oído. Ale pensó unos segundos y dijo que sí lo haría. No la desmotivó ni que el MP que le correspondía era el siniestro de La Lagunilla.

A las 19:40 quedó levantada la denuncia penal CI-FICUH/CUH-4/UI-3 del 2022 por abuso de autoridad y robo simple (¡ejecutado por policías!).

“Voy a seguir hasta el final, si no para qué hay derecho”, señaló al salir del MP.

La suerte quiso que en el camino de regreso se toparan con un grupo de policías de Omar García Harfuch que platicaban tranquilamente en la esquina. “Por allí no, mamá”, le rogó Laiya, “nos van a pegar…”

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