En el panorama de Marcelo Ebrard se presentan dos problemas enormes. Alguno diría tres, si considera la posibilidad de un tercer matrimonio, pero eso sería lo de menos. Ahí sólo intervendrían él y su futura cónyuge.

Los asuntos graves son, a quien impulsar como candidato del PRD y seguro ganador (por ese sólo hecho) de la futura contienda y por consecuencia el gobierno de la ciudad más grande del mundo y además cómo asegurar para él la candidatura presidencial bajo las mismas siglas.

En esas condiciones han ocurrido varias cosas muy notables. La más evidente ha sido el cese (fulminante, se decía antes) de Martí Batres quien no ocupaba un espacio menor en la estructura clientelar con la cual es posible alzarse con una candidatura en el partido del Sol Azteca. Ni más ni menos el manejo de toda la política dadivosa de la paternalista izquierda hecha burocracia y en cuyo flujo de caja bailan alegres casi treinta y tantos mil millones de pesos cada año.

El rayo jupiterino con el cual Marcelo fundió (temporalmente) a Martí Batres le fue a chamuscar los faldones a su protector, patrocinador y esperanza: Andrés Manuel, quien no ha tomado las cosas de manera digamos deportiva ni mucho menos. Pero eso lo veremos después.

Por ahora es conveniente revisar los antecedentes del “batrazo”.

Cuando Marcelo fue al Museo Nacional de Antropología a la fiesta anual del presidente Calderón (posterior a la de su cumpleaños y coincidente con la apertura de sesiones en el Congreso de la Unión nacional, cuando antes se rendía personalmente un informe a la Nación), se mostró sonriente y satisfecho no sólo por haber sido invitado sino por hallar en el bolsillo del pantalón el pretexto ideal para tanta obsecuencia: la presidencia de la Conferencia Nacional de Gobernadores.

Pero la verdad es más simple, no fue invitado por su la Conago, fue convidado en su calidad de jefe de Gobierno del DF, sin lo cual –por cierto— no tocaría flauta alguna en la virtual asamblea de gobernadores cuya utilidad, todos lo sabemos, se le embarra al queso.

Entonces se produjo el encuentro tantas veces rechazado. Marcelo y Felipe Calderón se saludaron de mano ante la sorprendida complacencia de los fotógrafos. Eso no tendría nada de extraño si no fuera por los reiterados aspavientos del jefe de Gobierno para negar dicha posibilidad. Tantas veces rechazó esa foto, como tantas ha prometido concordia con Andrés Manuel contra quien (promete) no lo verán reñir. ¿No?

Algunos observadores políticos hicimos ver la claudicación de aquella postura de darle la espalda al Presidente como consecuencia de los asuntos electorales del 2006 y sobre los cuales no tiene sentido regresar. Dudoso o no lo sucedido en el 2006 es cosa juzgada.

Pero no sólo en los medios le recordaron la mudanza a Marcelo, también lo hizo su secretario de Desarrollo Social, Martí Batres quien lo reconvino (en sentido contrario) por su conducta. Y cuando digo sentido contrario lo hago con el respaldo del Filósofo de Güemes quien nos ha enseñado la mecánica descendente en las excrecencias de las gallinas: las de arriba cagan a las de abajo y no al revés como ocurrió en este caso.

El desafío regañón de Martí contra su jefe (las relaciones siempre fueron tensas y frías) se basó en una palabra: lealtad. ¿Lealtad a quién? Pues a AMLO, quien usa ese mismo concepto cuando en su libro más reciente explica los conflictos de lealtad como la consecuencia natural de cuando dos personas (él y MEC) quieren lo mismo: la candidatura.

Marcelo le dijo: si no te gusta el gobierno te puedes ir, con lo cual se puso monárquico, pues él solo no es el gobierno, es el jefe del gobierno. Pero si aquel dijo “El Estado soy yo”, MEC puede decir, el GDF soy yo. Y hazle como quieras, hijo, pudo rematar.

Sin embargo eso guarda relación con el asunto de la candidatura cuya nominación recaerá (supuestamente) en quien venza en una encuesta. Pero la salida de Batres también tiene consecuencias en la designación del candidato perredista para suceder a Ebrard.

Casualmente el mismo día del cese (martes), a la vieja usanza, una veintena de “intelectuales” y trabajadores de la cultura, entre ellos el autor del “Diccionario Enciclopédico del DF”, Humberto Musacchio y Julio Bolvitnik, enviaron a “La jornada” (¿a dónde más?) un desplegado en el cual expresaban su adhesión a la candidatura de Martí como el más idóneo para ocupar el cargo en bien de la democracia y todas esas cosas dignas de la propaganda.

Ese golpe de guillotina altera todos los equilibrios y balances. Dentro de la estructura Martí Batres era manejable (al menos en teoría). Hoy han soltado a la calle a un furioso guerrillero.

PAN

Con la intromisión en la continuidad de los gobiernos municipal de Monterrey y estatal de Nuevo León, Gustavo Madero presidente del Partido Acción Nacional va de manera acelerada rumbo al peor lugar para un político: el ridículo. Ni Larrazabal le hizo caso.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

Deja una respuesta