Posiblemente se podría decir de esta manera: la pandemia del Coronavirus CVI-19 –distinto del R2D2–, es la primera infección planetaria cuya dispersión y contagio se ha acentuado por los efectos perversos de la transmisión por internet.
No es letal por necesidad; pero en sus consecuencias sociales, es peor, es digital. Las redes sociales se convirtieron de benditas cómplices en agentes de dispersión de la otra pandemia: el temor.
Y si el temor bien administrado se llama precaución, hoy el gobierno actúa de forma similar a otros: no cierra escuelas pero extiende periodos vacacionales. Es una forma de no parecerse al pasado. Pero sí de lograr los mismos resultados.
Si este virus surgió de la China profunda –por medios naturales o de laboratorio, no se sabe–, bastaron dos meses para convertirlo en algo superior a la bíblica lluvia de renacuajos en Egipto o la peste descrita por Camus. Claro, sin los muertos por toneladas.
“·…Era difícil –dice “La peste”–, tomar este anuncio como prueba de que las autoridades miraban la situación cara a cara. Las medidas no eran draconianas y parecían haber sacrificado mucho al deseo de no inquietar a la opinión pública…
“…Sin embargo, en cuatro días, la fiebre dio cuatro saltos sorprendentes: dieciséis muertos, veinticuatro, veintiocho y treinta y dos…”
“…Yo lo sé y no necesito análisis. He hecho parte de mi carrera en China y he visto algunos casos en Paris, hace unos veintitantos años. Lo que pasa es que por el momento no se atreven a llamarlo por su nombre. La opinión pública es sagrada: nada de pánico, sobre todo nada de pánico…”
El mundo ha sido siempre igual. Si un gobierno decidió suspender actividades y cerrar servicios y sitios de reunión para contener una epidemia, quien entonces lo censuró –como lo habría hecho si la actitud hubiera sido la opuesta–, llegará inevitablemente a lo mismo, pero con el disfraz de lo paulatino.
Hasta los expertos en epidemiología son los mismos. Pero si la pandemia es global, debería haber preparativos globales, no soluciones nacionales aisladas.
Hace unos días, uno de los padres de la comunicación digital, Bill Gates, quien hace poco decidió emprender el aburrido camino de la jubilación, escribió un texto notable para utilizar las redes de intercomunicación para algo ajeno a la propagación de rumores o la extendida siembra del pánico o el temor: crear bancos mundiales de información.
En su artículo publicado originalmente en “The New England Journal of Medicine”, Gates dice:
“… necesitaremos esfuerzos diplomáticos para impulsar la colaboración internacional e intercambio de datos. Desarrollar antivirales y vacunas implica elaborar ensayos clínicos masivos, y acuerdos sobre licencias a través de fronteras nacionales…”
Este fragmento se divulgó poco antes de la declaración estadunidense de Emergencia Nacional.
Esta frase siempre nos suena como si los marcianos de Orson Welles ya hubieren llegado a la Tierra y estuviera por comenzar “La guerra de los mundos”. En este caso los invasores como bien sabe quien consulte los infalibles archivos del “3PO”, son apenas cadenas de rara combinación de proteínas y aminoácidos y quien sabe cuántas cosas más, originados por mutaciones no relacionadas con otros planetas.
El estado de emergencia es el equivalente en México a las declaratorias de zonas de desastre o la emergencia para justificar el dineral derramado para compensar y reparar los daños. Aquí ese dinero ya se ha mermado en la estrategia electoral de los “Programas sociales”.
Allá se trata de soltar, con la mano en la cintura, 50 mil millones de dólares para combatir la epidemia y facilitar mecanismos de diagnostico dese la casa o el automóvil, con el auxilio de las empresas privadas de información digital como Google y otras. El mismo Trump ya se hizo la prueba del virus.
Aquí los privados –- las odiosas comparaciones son ahora necesarias–, sólo sirven para comprar “cachitos” en la lotería de un avión de saliva y un tamalito frío de chipilín.
Los políticos han mostrado sus verdaderos rostros: los cautos, los impositivos, los dubitantes y los indecisos; los firmes y los tibios, los responsables y los irresponsables. También han sido puestos a prueba los sistemas públicos de salud, pero sobre todo la capacidad de organización y la coherencia.
Y los mexicanos, en eso, somos expertos en la contradicción.
–¿Por qué se suprime o aplaza al menos el Tianguis Turístico de Yucatán? Pues por la misma razón por la cual se mantiene el concierto de “Vive Latino”, así algunos de sus artistas se hayan excusado. Si al Real Madrid lo ponen en cuarentena; en México todos los jugadores, hasta Renato Ibarra, pueden andar por la calle. Oaxaca pone el ejemplo y cierra lo necesario. Le sigue Nuevo León, Querétaro avanza por la derecha. Cada quien por su lado, cada quien su virus.
Hay una enorme lista de preguntas y una gran cantidad de escenarios públicos o cerrados. Hasta el bazar de Matilda se suspendió. La UNAM cierra sus museos y suspende sus conciertos, como la Sectaria de Cultura de la Ciudad de México, pero en el sector gubernamental no se divulgan las clausuras o aplazamientos, porque ¿sabe usted?, la verdadera razón del régimen es no parecerse al gobierno de Felipe Calderón, ni siquiera al de Marcelo Ebrard, aunque en el fondo estén haciendo lo mismo, pero con menos ruido.
Por eso el Señor Presidente ha exhortado a seguir por el camino de la ciencia. Por eso nos ha dicho, con la modesta calificación dispensada siempre a los suyos, cómo estamos en manos de los “mejores expertos” del mundo mundial ( de seguro también hay peores expertos, ¿se acuerdan cuando Rioboo era el mejor ingeniero del planeta?), y cómo debemos suspender las guerrillas de la murmuración electrónica en las “benditas redes sociales” (ahora sí, ¿verdad?), para no sembrar temor y desasosiego.
La pregunta es si el gobierno se esta cuidando a sí mismo o está haciendo verdaderos esfuerzos por proteger a la población con estas cataratas diarias de palabrería. El doctor Hugo López Gatell, subsecretario (convertido en fervoroso “mediólatra”), se ha vuelto –además–, el rey de los lambiscones, para usar la definición de Porfirio.
¿Recuerda usted los argumentos científicos sobre la proximidad humana?
Pues as
í dijo, sin rubor ni decoro el 29 de febrero:
“… Pero si pasáramos a un escenario dos e inclusive un tres (en esas estamos), entonces sí, la recomendación y la aplicación que se le pediría a la población sería no saludar de beso ni abrazo, porque entonces ahora (sic) sí hay (¿o habría?) un riesgo importante en un escenario dos y tres de poder trasmitir, o cuando yo saludo de beso, de abrazo, de mano poder trasmitir el virus a una persona.
“Lo mismo sucedería, por ejemplo, para el tema de los espacios públicos, cerrados y abiertos…”
Pero…
“…Como decía yo mismo ayer, tenemos un presidente que tiene un sentido social, que está inmerso en su enorme y generoso corazón”.
Aquí no es posible seguir redactando sin analizar esa frase :
¿El Señor Presidente tiene el sentido social “inmerso en su enorme y generoso corazón?.
“… y la población lo quiere; entonces, es un reto, porque la población lo quiere abrazar (¿toda la población nacional de 120 millones de personas lo quiere abrazar al mismo tiempo, doctor?) y a él le gusta abrazar a la población (para abrazarte mejor, dijo el lobo a Caperucita), lo cual me parece sumamente positivo…
“…Hoy en la fase en la que estamos no hay ninguna restricción para que lo haga, ni él ni nadie más…” (¿entonces todo el rollo de las manitas lavadas y el vade retro?).
Pero la fase II se acerca inexorable. La epidemia no matará a muchos, pero la pregunta es sencilla: ¿la estrategia pública de salud será exitosa o significará un terrible tropiezo para la IV-T en medio de complicaciones económicas no previstas?
Yo tengo mi opinión; pero quizá alguien tenga otros datos.