Recuperada del basurero del sistema priista –para devolverla a su sitio—la frase de la “sana distancia” como eufemismo para el sabotaje del modelo político dominante hasta fines del siglo pasado, debe ahora ser analizada desde otro ángulo: ¿Debe haber en el PRI otra sana distancia? ¿Cuál?

Pues la opuesta.

La ruptura de la dependencia y la instalación de la correspondencia. Ese partido debe mantener distancia del ejercicio del gobierno en tanto se aleje de cualquier intento de sustituirlo. El PRI no debe ni puede aspirar a gobernar.

Su acción es política; no administrativa.

No debe pensar en intervenir en el gobierno sino en hacer nuevos gobiernos mediante los triunfos electorales, formar sus cuadros, generar ideas para lograr buenas políticas públicas. El gobierno a través de la burocracia (entendida fuera de su connotación peyorativa) debe ocuparse del presente y administrar el hoy: El partido debe trazar la fórmula del futuro.

Solidaridad, coincidencia, similitud, todo cuanto se quiera, pero de ninguna manera intento de usurpar cuanto no le toca.

En el análisis de la etapa Beltrones en el PRI hay voces bien intencionadas y otras aviesas.

Éstas han proferido la explicación más obvia y ñoña de todas: la involución política, la marcha hacia atrás, el paso de cangrejo (aunque los cangrejos hasta en Cancún caminan de lado); el regreso a la vieja práctica por cuyo disciplinado ejercicio fue posible crear “el partido-gobierno”, concepto compartido por la derecha y las izquierdas con envidiosa y anhelante unanimidad cuando los tiempos permitieron el PRI del “milagro mexicano”.

Hoy quienes invocan el “partido-gobierno” sólo tiene un deseo: verlos fracasar a ambos.

Por eso el PRI debe establecer su “sana distancia” del gobierno mediante la cancelación (si lo hubiera) de todo intento o idea siquiera de intervenir en el gobierno.

En ese sentido han acuñado un concepto trasnochado: la vicepresidencia de Beltrones.

La verdad, si en algunos momentos Beltrones actuó como vicepresidente fue cuando gobernaba el PAN.

Juan Camilo Mouriño, desde Gobernación, no daba un paso sin preguntar en Los Pinos para recibir de ahí instrucciones de consultarle al Senador Beltrones, poderoso reformador desde la oposición.

Solamente los desmemoriados pasan por alto cuántos de los actuales rasgos de la nueva circunstancia electoral, por ejemplo, se deben al impulso de Beltrones desde la Cámara de Senadores y cuántos de los cambios actuales están contenidos en aquel documento conocido como las “R” de Manlio Fabio.

VERACRUZ

La dimensión electoral de Veracruz (tiene empadronados a casi seis millones de ciudadanos) convierte ese estado en la prioridad para la organización política del PRI el año entrante cuando se jueguen doce gobiernos estatales. Por eso a Javier Duarte se le golpea de manera tan frecuente con justicia o sin ella.

Y las voces desde el gobierno, señalando la incidencia de crímenes de opinión en el Estado incluyendo los cometidos lejos de Xalapa, no parecen tener otra explicación: alguien desde el propio gobierno, estimula por ese flanco la derrota del PRI el año próximo.

METRO

La tarifa real del Metro no debería ser de los 13.95 pesos (menos de un dólar) como dice el Maestro Jorge Gaviño sino de 20 pesos. Obviamente quien quisiera elevarla a esas proporciones perdería la cabeza y con ella todo lo demás.

La modesta condición de los usuarios (incluyendo esos casi 600 mil a quienes no se les cobra) hace imposible cobrar lo económicamente justo para fijar la tarifa en lo socialmente posible. Pero el Metro, por barato (y también por mal administrado) es una ruina impresentable.

La secuela debe ser simple: primero, manejarlo bien, con honestidad y eficacia. Lo segundo, aumentar paulatinamente o asumir el subsidio como el principal programa social de la ciudad de México. Un Metro prácticamente gratuito.

TANTITO

Por tantito así (y junta sus deditos la fortuna como la muchacha arrepentida a un tris de dar “el mal paso”) y Enrique Jackson hubiera llegado a la Coordinación de los diputados del PRI para la siguiente legislatura.

Pero no, se afianzó César Camacho.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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