–“Fea, chaparra y cacariza (ni pa’l, perro)”, decía de esta ciudad Pedro Ramírez Vásquez constructor de algunos de sus edificios mayores.
“Ciudad de los batracios”, le llamaba José Pacheco a esta ruina en el desierto donde perdimos casi todas las batallas, en opuesta paráfrasis a Latrobe cuya definición palaciega los ignorantes atribuyen a Humboldt.
–¿Dónde habrá quedado aquella grandeza cantada por Bernardo de Balbuena y repetida por Salvador Novo? Nadie lo sabe. Hoy la ciudad de México es un amasijo de estilos y desestilos, dominada por la codicia inmobiliaria cuyos atropellos a la dignidad de barrios enteros son tristemente increíbles, pero por desgracia frecuentes e incurables.
Sin embargo surgen a veces algunas ideas brillantes, como esa del corredor Chapultepec, cuya definición aportaría soluciones peatonales, ecológicas, de reordenamiento del transporte y de fomento a la inversión (nada más mil millones de pesos para comenzar), mediante un aprovechamiento en el cual se integrarían dos colonias ahora degradadas (o en proceso de degradación, como la Juárez y la Roma-Condesa).
El proyecto, a pesar de su audacia renovadora, ya recibió la calificación de os profesionales pero también de los otros profesionales, los del no rotundo y siempre presente. Los negativos, los malquerientes de la protesta sistemática, ya gritaron su negativa y enviaron la circular de su protesta: queremos consulta, queremos diálogo, queremos plebiscito, queremos a los 43 de Ayotzinapa; la solución del crimen de la Narvarte y el castigo por a Noche Triste. Todo cabe en un desplegado sabiéndolo acomodar.
El proyecto Chapultepec, podríamos llamarlo, haciendo un uso amplio de la palabra, una pérgola sobra toda la avenida. Pero la idea, según yo conocí el proyecto, es mucho más ambiciosa, porque entre las muchas vergüenzas urbanas en el centro de la Ciudad de México, en la zona cercana al Centro Histórico, está ese paradero de autobuses entre Lieja y el Circuito Interior, Una vergüenza invasora.
La Secretaría de Salud quedó absolutamente asfixiada entre los horrores de la Estela de Luz y el paradero de autobuses, microbuses, taxis y cosas espantosas entre el Circuito Interior, avenida Veracruz y avenida Chapultepec. Ese lugar pero se pretende construirlo para abajo, hacer un paradero de autobuses donde no estorbe, donde no se vea, donde no atrofie la circulación ni el paisaje urbano.
En una zona histórica importante, donde está la gran fuente donde se dividían el Bosque de Chapultepec y la Ciudad de México. De ahí hasta la fuente del Salto del Agua, la Tlaxpana y la Mariscala. Un sistema hidráulico de distribución de agua potable.
Pero el proyecto actual es dejar lo construido para autobuses, automóviles, bicicletas y peatones, y arriba construir una especie de rambla, como las de la ciudad de Barcelona, un paseo sobre el arroyo donde la gente tenga rampas para subir; caminar, donde haya restaurantes, cafeterías, galerías, centros de exposiciones.
Así todo hasta llegar a la Glorieta de Insurgentes, pero entre la calle de Florencia, (en algún tramo se llama Monterrey) ahí hay otra de las vergüenzas urbanas, hay un estacionamiento de patrullas en un gran predio hurtado a la ciudad por parte de la Secretaría de Seguridad Pública, porque ésta es la única ciudad del mundo donde las instituciones se roban las calles.
En ese predio grande se pretende construir torres de oficinas, venderlas y con ese dinero pagar todo lo demás, para evitarle a la ciudad un sólo peso fiscal para hacer esto y todo lo paguen quienes van a comprar los condominios y las zonas comerciales ubicadas sólo en ese pedazo.
El área de la Glorieta del Metro de Insurgentes, estación del Metrobús, se pretende convertir en un área para un teatro al aire libre. Ahí donde ahora se disputan el terreno entre los “chemos” y los “emos” y los “darketos” y los “punketos”, toda esta fauna extravagante a los pies de la policía.
El proyecto es muy interesante, parece una forma de recuperar una zona venida a menos. Esto levantaría la calidad de la obra pública en México, le daría atractivo de turismo interior a la ciudad, cosa también con sus riesgos porque entonces las tribus urbanas se van a pasar para el Corredor de Chapultepec, pero en fin. La ciudad no es culpable de la calidad de sus habitantes, pero la ciudad sí es responsable de la calidad de su obra pública.