Cuando ya agonizaba el fenecido 2019, el gobierno desplegó una consulta sobre el futuro del inevitable Tren Maya.
La mascarada consultora, recurso justificante de cualquier decisión previamente asumida, fue censurada por muchos, entre otros, por la oficina de la Organización de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, con base en la fragilidad de tales mecanismos de opinión, en contra de los pobladores originarios de esas tierras.
Ya se sabe, el indigenismo da para todo, menos para mejorar la eterna pobreza de los pueblos indios. Fernando Benítez decía, los indios, hermanito, son carne de todos los zopilotes. Tenía razón.
La oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aquí, dijo enfática sobre la palmípeda consulta: No cumplió con todos los estándares internacionales en la materia.
“La Oficina observó –dice la información del 20 de diciembre–, que la convocatoria, el protocolo y la información presentada sólo hacían referencia a los posibles beneficios del proyecto y no a los impactos negativos que pudiera ocasionar.
“Durante las sesiones observadas, en diversas ocasiones las personas participantes preguntaron sobre dichos impactos sin obtener una respuesta clara y completa. La ausencia de estudios sobre los impactos o la falta de difusión de los mismos, dificulta que las personas puedan definir su posición frente al proyecto de manera plenamente informada. No obstante esta circunstancia, desde las autoridades se avanzó a la etapa consultiva del proceso…”
La ONU-DH dice más pero es innecesario repetirlo todo. La síntesis es simple: el gobierno fabricó una consulta para justificar sus decisiones previas y simular una participación democrática en medio de un asistencialismo ruin.
“…las personas de las comunidades –dice ONU-DH–, expresaban su conformidad con el proyecto como un medio para recibir atención a necesidadesbásicas como agua, salud, educación, trabajo, vivienda, medio ambiente sano y cultura, lógica que afecta el carácter libre de la consulta”, Lo cual carece de novedad. Lleva el sello de la casa.
El gobierno, como es obvio, defendió su proceder y sus bienhechoras intenciones, y la naturaleza incluyente de sus procedimientos de consulta y acusó a la ONU de asumir la posición de una militancia social opositora, válida y respetable desde luego, cuyo único resultado satisfactorio habría sido el rechazo del proyecto, lo cual no fue el caso. Con esta actitud se aparta de su misión de construir las condiciones para el pleno ejercicio de los derechos humanos”.
Obviamente el diferendo con la ONU carece, como la ONU misma, de importancia. Es apenas un señalamiento externo, de esos cuya calidad el gobierno desprecia –con todo respeto–, cuando le es adversa.
Pero en otras ocasiones, el respaldo de la ONU ha sido expuesto públicamente como garantía de cualquier cosa conveniente para la imagen oficial, la cual es quizá la mayor de sus preocupaciones.
Si la ONU opina en contra, se pone del lado de los opositores. Pero si la ONU se convierte en casa de consignación para vender un avión (sin poderlo vender todavía), entonces las Naciones Unidas son la palabra dorada cuya calidad moral avala y respalda todo cuanto el gobierno haga y diga.
Eso fue absolutamente evidente cuando Michelle Bachelet avaló la creación y funcionamiento de la Guardia Nacional
Recordemos:
“El gobierno de México y la ONU firmaron un convenio de colaboración para mantener «en el ADN» de la Guardia Nacional el respeto a los Derechos Humanos.
“La Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, dijo que su oficina no puede estar ausente de lo que pasa en el país y por ello celebró que se haya firmado este acuerdo para colaborar en la creación de la Guardia Nacional.
“No se puede asegurar la seguridad sin pleno respeto a los Derechos Humanos”, afirmó Bachelet al señalar que se está cambiando el paradigma con un enfoque en estas garantías”.
Y cuando la ONU nos lleva al Consejo de Seguridad, entonces es el escenario para nuestro lucimiento internacional. Pero si opina sobre la calidad de una simulación consultiva; pierde toda calidad.
Pero en materia de Derechos Humanos o de venta a consignación de un gigantesco aeroplano, la ONU sirve igual para un trapeado o para un fregado.
Total, el avión ni se vende ni se usa. No lo compra ni Obama. Cuesta como un hijo idiota en Harvard o como “Nico” Castillo en el América.
MANOTAZO
¿Y cómo ven?, el Santo Padre le mete dos manazos franciscanos a una señora exaltada cuya garra le tira la manga de la sotana. ¡Bien!