Dejemos ahora por la paz la supuesta defunción de un laicismo inexistente en la realidad política mexicana, tan ignorado en los tiempos recientes. No olvidemos –como simple ejemplo– al vivales evangélico Farrera en el discurso de Tijuana cuando nos íbamos a poner firmes contra las amenazas de Trump y terminamos con el cutis en bandeja. Eso puede ser para otra ocasión.

Lo importante ahora es agregar a las definiciones espontáneas del Señor Presidente sobre su gobierno, cuya ideología sigue siendo un misterio.

Algunas de las definiciones recientes, lo colocarían como un  demócrata (la justicia, la verdad, el bienestar de todos son valores democráticos) quien se ha echado encima una labor casi apostólica, persuasiva, peregrina, misionera, en el sentido cristiano de la palabra.

Cuando el Señor Presidente mezcla el humanismo con el cristianismo, nos podemos marear, porque la humanidad de Cristo no es un hecho, es un misterio dogmático.

Por eso la democracia cristiana siempre ha sido algo un tanto amorfo, con perdón de Jacques Maritain y todos sus inspiradores.

La suspensión de la racionalidad; esto es, la admisión cerrada, incontestable, indudable, incuestionable del dogma de Dios hecho hombre para propiciar su sacrificio y con su sangre redentora salvar a los hombres, a todos los hombres (los cuales habrían sido creados por él), no es humanismo; es misterio. Es una idea inhumana: los humanos tenemos (como especie), capacidad de pensamiento, no de ceguera; por lo tanto reducir la figura de Cristo a la de un agitador político y un líder de masas desposeídas, es una parcialidad por lo menos, comodina.

Es preguntarnos si Cristo Jesús es asunto teológico o sociológico o ambos.

Pero el concepto combinado de cristianismo y democracia (judaica la primera; helénica la segunda), ha sido enarbolado en distintos momentos y ha constituido una fórmula política muy recurrida en Alemania, Italia o América Latina, ha estado siempre cercana a la Iglesia Católica, lo cual nos aleja de las definiciones y actuaciones personales del Señor Presidente.

En México el partido oficialmente reconocido como parte de la Democracia Cristiana internacionalmente asociada (bajo el nombre de Organización Demócrata Cristiana de América),  es Acción Nacional.

ODCA fue fundada en Montevideo, Uruguay, el 23 de abril de 1947, cuando se firmó una declaración constitutiva con el nombre de esa ciudad.

Una somera revisión de sus documentos, nos permite estas citas:

“…Entonces los cristianos trabajarían en la sustitución del régimen inhumano que agoniza a nuestra vista, por un nuevo régimen de civilización que se caracterizase por un humanismo integral y que para ellos representaría una nueva cristiandad, no ya sacra, sino profana… El hombre del humanismo cristiano sabe que la obra común debe tender, sobre todo, a mejorar la vida humana misma, a hacer posible que todos vivan en la tierra como hombres libres y gocen de los frutos de la cultura y del espíritu…

“…El hombre del humanismo cristiano no busca una civilización meramente industrial, sino una civilización íntegramente humana”. (Jacques Maritain, ‘Humanismo Integral’, 1936)”.

En ese sentido el objetivo final de esta doctrina político social es:

“…facilitar el desarrollo pleno de la persona en sus comunidades. De acuerdo a esa fórmula (que Mounier llamó “Personalismo Comunitario”), nos distanciamos de los individualistas (que se olvidan de la dimensión comunitaria) y de los colectivistas (que suprimen la libertad de la persona por la “razón de Estado”); aspirando al desarrollo de una “comunidad de hombres libres”.

“Una civilización personalista es una civilización cuyas estructuras y espíritu está orientadas a la realización como persona de cada uno de los individuos que la componen. Las colectividades naturales son reconocidas en ella en su realidad y en su finalidad propia, distinta de la simple suma de los intereses individuales y superior a los intereses del individuo considerado materialmente.

“Sin embargo, tienen como fin último el poner a cada persona en estado de poder vivir como persona… (E. Mounier, 1936)

No vayan resultando similares, a estas alturas, en el cristianismo democrático de Felipe Calderón y el del Señor Presidente. Líbrenos el altísimo.

AUTÓDROMO

De lejos el logotipo “F1” se parece a las letras “EFE” e “I”.

Y dos veces, parece FIFI, y bajo su clara sombra, el domingo por al autódromo, los IV.T gozaban de la F1. Felices con sus gorras de Ferrari y otros símbolos del pueblo mexicano.

Repetían las palabras “paddock”, pits y demás. Le aplaudían a Hamilton y a Verstappen, Bottas y Vettel.

Total, por una mañana todos fueron sinceros. La hipocresía es para los demás días. FI FI FI FI FI…

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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