Para nadie es desconocido el tramo bíblico de la matanza de los niños en Judea. Furioso Herodes, pues los magos de Oriente lo habían burlado con aquello ya sabido del pesebre y el niño y los padres migrantes y todo lo demás y dispuso entonces la degollina de todo menos de dos años para asegurarse de matar a quien según algunos sería el Mesías.
Pero en nuestro país hay muertes de inocentes a cada momento. Nos cubre una negra sábana mortuoria cuyos pliegues, al paso del tiempo la convierten en mortaja colectiva. No es coa nueva, no de este día. Es así la vida nacional.
No vale nada la vida, la vida no vale nada, nos dice el conocido retruécano (así se llama esa figura oratoria de decir lo mismo pero en otro orden) en cuya síntesis hallamos definición, destino y rumbo resignado. Pero eso es en la música, en la vida real deberíamos estar más agobiados por la fragilidad de nuestra condición.
Ahora a los miles de desaparecidos, los ilustres de Iguala o los desconocidos de las miles de fosas clandestinas y macabras de la patria enlutada, se suma un elemento peligroso para el gobierno a quien se le abre otro frente de critica y dificultad. Ahora quien clama justicia ya no son los familiares de las víctimas sino las Iglesia católica mexicana representada por su brazo político, la Conferencia del Episcopado.
Veamos el panorama.
En Ciudad Altamirano fue secuestrado y asesinado el padre López Gorostieta, quien por cierto llevaba un apellido muy conocido para quien haya seguido la historia de la Guerra Cristera en México; porque Enrique Gorostieta fue un general del Ejército Nacional –primero—a quien los grupos cristeros contrataron para la organización militar del movimiento en defensa de la fe y el rito.
Ese apellido a todos los que hayan leído un poco de la historia de la Cristiada, les recordará algo importante. En fin. Pero el caso es el asesinato de este cura, Gregorio López Gorostieta quien fue muerto después de haber sido secuestrado del interior de un seminario en Ciudad Altamirano.
A ese asunto –ya grave, como un hecho significativo en la ilimitada violencia de toda esa zona de la Tierra Caliente– , se agrega este furibundo comunicado de la Conferencia del Episcopado Mexicano, la cual, como todos sabemos, es un gran poder en este país. La CEM es la asociación de todos los obispos de este país. En la estructura de la iglesia, el cargo más alto es el de obispo; el Papa Francisco es un obispo.
Entonces, si consideramos la actitud del obispo de Roma en torno de la violencia en México, si consideramos la misa del nuncio papal, Christophe Pierre, por los jóvenes desaparecidos en Ayotzinapa el mismo día del secuestro del padre Gregorio, si tomamos en cuenta lo regional, no únicamente local ni igualteco del fenómeno como constante en toda una región del país, podremos entender la importancia de estas frases.
Dice la Conferencia del Episcopado:
«…haciéndonos eco del sentir de muchos mexicanos repetimos «basta ya». No queremos más sangre, no queremos más muertes, no queremos más desparecidos. Exigimos a las autoridades el esclarecimiento de este y de los demás crímenes que han provocado dolor en tantos hogares de nuestra patria y que se castigue conforme a derecho a los culpables».
Esto no es simplemente una manifestación pesarosa o doliente o una consideración luctuosa, esto tiene muchos componentes políticos. Se deben analizar uno por uno.
Por ejemplo, «…haciéndonos eco del sentir de muchos mexicanos…», ¿esto quiere decir, nosotros sí conocemos e interpretamos correctamente el sentir nacional, el pulso de México; sabemos cuántos están hartos?»
Segundo, «…basta ya…», ese «basta ya» es un grito recurrente desde hace mucho tiempo, este es el «basta ya» del grupo por la justicia y la dignidad representado por Javier Sicilia (hombre cercano al catolicismo, por cierto); este es el grito de cualquier grupo en dos simples palabras. Significa, la paciencia social ha llegado hasta aquí.
Y la otra, «…no queremos más sangre…».
Esto recuerda a aquellos letreros y calcomanías presentes y distribuidas durante mucho tiempo en el gobierno de Felipe Calderón: un «NO» muy grande, un signo aritmético de más y una mancha de sangre, igual a esa plasmada en la bandera nacional durante la entrega del Premio Nobel de la paz por el activista Adán Cortés Salas. Ya si alguien quiere asociar el signo de más con la cruz católica, es cosa suya.
Entonces, este documento firmado por el arzobispo de Guadalajara y también presidente de la Conferencia del Episcopado, José Francisco, cardenal Robles Ortega, nos dice otra cosa. Robles Ortega es un cardenal de Guadalajara, tanto como fue cardenal de Guadalajara Posadas Ocampo.
La Iglesia puede tolerar –y hasta aprovechar para su martirologio–, muchos sacrificios, pero no de este modo los sacrificios de los suyos y como dijo alguna vez, el ex rector de la Universidad Iberoamericana, el padre José Morales Orozco, cuando la matazón de Acteal en Chiapas: “…quien toca a un jesuita, toca a todos los jesuitas del mundo».
Así pues, quien toca a un miembro de la Iglesia, de la jerarquía, de la estructura política de la Iglesia Católica, toca a todos los demás.
Ahora estamos viendo a un Gobierno, con tantos frentes abiertos, correr el riesgo de ver a una iglesia convertida de testigo comprensivo y tolerante, a testigo furioso y agraviado. Hasta Don Quijote previno a todos de ese riesgo, topar contra la Iglesia no es buen negocio.
Y cuando la Iglesia se siente agraviada, se puede convertir en un factor de poder aplicado. Vamos a ver cómo puede el Gobierno satisfacer las reclamaciones de justicia y de castigo a los culpables, emitidas en este comunicado de la Conferencia del Episcopado cuya exigencia no se limita al caso del desafortunado padre López Gorostieta. Va más allá. Es una petición por todos los inocentes muertos en este país; los desaparecidos y los humillados.
Hoy habrá homilías en todas las iglesias, lectura de los Evangelios y la fecha nos ligará entre la memoria de los niños degollados y el país de la degollina.
México. Creo en ti, porque escribes tu nombre con la “X” que algo tiene de cruz y de calvario”, decía López Méndez, pero esa es harina de otra costalera. Hoy hay cruces en nuestro calvario. No todo es holística tranquilidad.
Por lo pronto esta columna la desea un fin de año placentero en Acapulco, Valle de Bravo, Huatulco, Miami, Acaponeta, Toluca, Puerto Escondido, Xochimilco o donde su capricho (o su presupuesto) lo haya llevado a preparar el inicio de 2015 (centenario del “Año del hambre”); logre el pleno disfrute de sus afectos, la confianza en sus seres queridos, la esperanza de vivir en un mejor país y si es posible, salud, dinero y amor.
Y si tiene esas tres cosas, agradézcale a quien le deba agradecer.
Acertado y bien documentado como siempre