Uno de los episodios más tristes y al mismo tiempo ejemplares de la historia de la revolución mexicana (si por ella entendemos el periodo comprendido entre el triunfo maderista y la promulgación del texto constitucional de 1917); es la “Marcha de la lealtad”, llamada así porque los cadetes del Colegio Militar (tan ejemplares desde la también infructuosa defensa de Chapultepec durante la intervención americana), decidieron proteger al presidente Madero ante los amagos de golpismo cuya culminación ocurrió, sin embrago, poco tiempo después.
Desde entonces el concepto de lealtad es la divisa de las Fuerzas Armadas de este país. También d su comportamiento político.
Y vaya si lo han cumplido a pesar de la forma tan desconsiderada como algunos han tratado al Ejército, en especial cuando se utiliza para mirar sus actividades el anteojo distorsionado de los activistas y profesionales de los Derechos Humanos, reales o falsamente invocados para lesionar a una institución cumplida y disciplinada, pero sobre todo leal.
Hoy, cuando se debate en México la ley de Seguridad Nacional, se pueden leer en los diarios los excesos de militares en otras latitudes, como por ejemplo en Argentina. Pero eso será materia de otros textos, no de este.
Este tiene relación con el concepto de lealtad y su olvido en el mundo de la política.
La lealtad sería, en un sentido amplio, el único antídoto contra la traición.
La deslealtad siempre ha tenido precio: de treinta monedas para arriba. Y desde la abolición de las ideologías, se vino encima también la desaparición de los compromisos. Si no hay ideas a las cuales guardarles respeto, Tampoco se deben cumplir los compromisos derivados de todo esto. Y hoy, en este batiburrillo de la política nacional, con alianzas antinaturales, compromisos inconfesables ( y por eso duraderos y endurecidos) la deslealtad es una muestra de orgullo.
Dígame usted si no. Lea esto:
“El presidente del Senado, el panista Ernesto Cordero, dejó entrever que la definición de su voto para la elección presidencial podría ser a favor del que, seguramente, será candidato del PRI, José Antonio Meade, pero también dijo que hay que esperar las propuestas de otros aspirantes.
“En entrevista, el ex secretario de Hacienda en la administración anterior hizo notar que el hecho de estar afiliado a Acción Nacional no lo obliga a votar por su partido, “menos por una barbaridad como la que propone el Frente Ciudadano por México”.
“Eso es demagogia pura, es algo indignante y absurdo que acaba con la posibilidad de que el PAN regrese a Los Pinos, pues todo lo que toca Ricardo Anaya se incendia, por eso le dicen el cerillo”, añadió el parlamentario.
“Sobre el destape de quien hasta hace unas horas era el responsable de las finanzas públicas, Cordero dijo que el PRI recurrió de nueva cuenta a sus usos y costumbres, pero reconoció que Meade Kuribreña, sería un candidato muy competitivo y así lo acredita su trayectoria política.
“Expresó también que el hombre del día cuenta con simpatías por todos lados, es honorable, honrado y sincero, y no solamente en la cancha priista, pero repitió que hay que esperar a los tiempos definitivos”.
Todo lo anterior es una deslealtad. Si uno forma parte de un partido político y hay algo grave para generar un desacuerdo, se pleitea con el autor del desaguisado, no con toda la institución.
Esto me recuerda una anécdota de Jesús Reyes Heroles quien se halló de pronto con que el Presidente Echeverría, sin consultarlo a él como jefe del PRI, había ordenado el destape y la cargada correspondiente de Manuel Carbonell de la Hoz como candidato al gobierno veracruzano. El tuxpeño estalló en cólera y motivó una entrevista de banqueta:
–¿Que opina usted, Don Jesús del “destape” de Carbonell de la Hoz?
–Pues yo, como veracruzano, no votaré por él.
La maquinaria de las adhesiones se detuvo y desde los pinos se ordenó la marcha atrás. Las ruedas de la locomotora chirriaron, los frenos de emergencia se quemaron y la máquina se detuvo.
Carbonell de la Hoz no fue candidato.
Pero no son iguales Reyes Heroles y Ernesto Cordero.
Cuando los senadores del PAN formaron un grupo rebelde, coincidente con la deserción de Margarita Zavala de Calderón; ofrecieron su permanencia a una idea: dar la batalla interna en contra de Ricardo Anaya, presiente legal y legítimo (para la mayoría) de su partido.
Pero renegar del compromiso y mirar con buenos ojos a un pre candidato de otro partido, tradicionalmente adversario del propio, no es una estrategia admisible. Es una deslealtad y pronto será una traición.
Pero esos son viejos valores. Hoy el acomodo personal permite la marcha de la deslealtad.
Y por cierto, cuando se supo de la precandidatiura de José Antonio Meade, Miguel Ángel Osorio Chong hizo una declaración importante:
“…soy hombre de lealtades…” Y tras la reunión con Meade, el tuiter: «Buena plática con @ JoseAMeadeK. México el tema principal. La unidad es y seguirá siendo la fortaleza del @PRI_Nacional.
Hay diferencias.