Obviamente el título de esta columna es una frase genial, sobre todo por ser ajena.

La aplicó Eulalio Ferrer a la propaganda política contemporánea: “de la lucha de clases a la lucha de frases”. O sea, la vacuidad, la ideología sin ideas, la leche deslactosada, el café sin cafeína, la política sin políticos y… obviamente (como dijo José Pagés Llergo), el periodismo sin periodistas.

Y todo esto de la fraseología me viene a la cabeza después de revisar el rollazo de los bien portados en torno del caso Iguala, cuya cima anual (la de 2015; faltan las 50 por venir) se verá hoy en el Museo Tecnológico de la CFE.

Pero ante tanta y tan dolida solemnidad utilizada como ariete político, mejor pensar en los filósofos de nuestro tiempo: el de Güemes o Yogi Berra cuya muerte ocurrió hace unos cuantos días.

Obviamente alguien dirá, como se atreve este cabrón a burlarse del caso guerrerense y salir con las mamilas de Berra y Obón, pero a veces la risa es el reflejo de un dolor callado, frase esta digna del poeta Juan de Dios Peza, quien atribulado dijo vestido de Garrick:

“Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma,
un relámpago triste: la sonrisa”.

Y dicho lo anterior pensemos los dichos de Berra. Este es verdaderamente genial:

“Si no sabes a dónde vas, lo más seguro es que acabes en otro lugar”. O esta otra: “Siempre voy a los entierros de los demás, porque de lo contrario ellos no vendrán al mío.”

Esas ideas son dignas de André Breton, quien en el nombre del surrealismo y del padre y del hijo escribió aquello del “cuchillo sin mango y sin hoja, que no tiene filo”. También la taza parea zurdos, el peina para calvos y la ilusión del descorazonado.

Nos advirtió el filósofo de Güemes sobre el régimen pluvial. Ya es miércoles y nada. Si para el sábado no cae agua, pues está semana ya no llovió…

En fin, Berra se ganó muchas veces el título del jugador más valioso, llegó a la cima de su profesión, habitó con distinción y modestia el Salón de la Fama, fue amigo de todos y durante años fue célebre, recordado y querido. Hacía reír a Marilyn Monroe y jugaba a las vencidas con Joe DiMaggio.

Sin embargo fue célebre, por encima de todo por haber sintetizado lo impredecible del juego de pelota con una sola idea: “esto no se acaba hasta que se acaba”.

Y en eso el béisbol se parece a la vida. Se termina cuando llega a su fin, no antes; nunca después.

NARRO

Muchas cosas me han sorprendido de José Narro, pero por encima de todas hay un rasgo maravilloso de su temperamento: la permanencia del humor. Aun en medio de asuntos críticos, de alto riesgo político, lo vi ponerle buena cara al mal tiempo y pensar una salida de ingenio.

Al presentar su último informe al frente de la Rectoría de la UNAM habló de esa alegría suya para hacer las cosas y se despidió de manera gentil: es difícil decirle adiós a una tarea tan grata.

Comodidad, buen talante en una silla sobre la cual se desataron las tormentas contra otros otros hombres quizá tan talentosos como él. Y recuerdo a Ignacio Chávez o a Salvador Zubirán. Por no decir de algunos de triste memoria

Narro combina eficacia con buen trato. Educado, cortés y de una firmeza inamovible. Convencido de la dignidad de sus empeños llega a fin de un rectorado ejemplar. Deja a la UNAM en paz y en trabajo. Elevó su prestigio; cuidó y aumentó el patrimonio de la institución.

Ya cumplió con la Universidad. Ojalá en fructuosa madurez, le siga cumpliendo a México.

VW

Agobiada por el escándalo de las computadoras truqueadas cuyo mal funcionamiento altera la medición de los contaminantes, la automotriz Volkswagen se hunde en un escándalo internacional de repercusiones aún no calculadas.

Sin embargo jamás olvidaré uno de los amores de mi juventud: un escarabajo sedán con banderas direccionales en el marco de la puerta. A pesar de este escándalo, en la memoria, todos somos VW.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

Deja una respuesta