La palabra “chat” tiene un mérito equívoco en el nuevo lenguaje político mexicano. Si bien la acepción en inglés significa charla y esto en cualquier idioma se acerca más al parloteo y menos a la hondura de un diálogo profundo, la moda cibernética obliga a los políticos a ajustarse a los nuevos tiempos y “exponerse” frente a los cibernautas en conversaciones sobre cualquier cosa.
Durante las campañas más recientes, todos los candidatos fueron a los periódicos cuyos sitios de “Internet” los hacía técnicamente posibles y sostuvieron diálogos inanes sobre temas casi siempre cajoneros, muy distantes de las reales conversaciones políticas de arreglo y negociación cuyos recovecos nunca nadie conoce, excepto los interesados y sus apoyadores visibles o invisibles.
Pero una cosa es el genuino afán de tomar en cuenta a la opinión pública para legislar o gobernar con base en sus exigencias y otra ampliar los mecanismos de la propaganda para después decir, todo se hizo de cara al pueblo. No son iguales los despliegues de la publicidad a la comunicación verdadera entre afanes políticos y demandas sociales.
Eso y los “foros” radiofónicos y las conversaciones frecuentes con los conductores de noticiarios convertidos en sinodales (o aduanas de opinión) casi siempre a modo, les han dado a los fenómenos de comunicación un nuevo escenario en el cual la sola aparición es ya un acto democrático aun cuando no sea sino una forma “interactiva” del manido boletín de prensa.
Por eso llama la atención la más reciente aportación de Fernando Gómez Mont al debate sobre las “alianzas” cuya imposición originó su abandono de las filas panistas y una lesión político emocional quizá de carácter permanente o duradera hasta en tanto no cambie la actual dirigencia real del PAN.
El pasado nueve de febrero –por ejemplo– Gómez Mont sostuvo un debate con el público de “W” Radio en el cual actuaron como moderadores Carlos Puig y Salvador Camarena. La finalidad era única: explicar y promover la Reforma Política de Calderón. Un día después se armó el desmadre de la renuncia con todas sus consecuencias hacia adentro y hacia fuera.
A pesar de lo inminente de su crucial decisión, Gómez Mont nunca se salió del guión propuesto para el “forodebateradiofónicointeractivo” con el cual sahumó a su jefe. Sin embargo dijo algo llamativo entre otras muchas cosas de interés:
“Tenemos que recuperar la capacidad en las campañas políticas de que los políticos discutan entre sí qué creen y qué postulan para la gente; no que cada quién ande con su rollo.
“Esta coincidencia de discursos no es democrática. Lo democrático es que los políticos discutan frente a los ciudadanos por qué consideran que lo que ellos defienden es mejor que lo que el otro postula. Por qué se asumen más capaces del otro contra el que contienden y cuáles son sus argumentos para afirmar que eso sucede. Eso es lo democrático”.
Esto siempre y cuando no haya una alianza antinatural de por medio. Si se discuten ideas y posturas no hay forma.
Hoy, en otro “chat” promovido desde la Secretaría de Gobernación (“cotorreo”, lo podrían traducir los malquerientes del ciberespacio), Gómez Mont ha puesto en la liza un tema polémico: la reglamentación de las alianzas. Solamente –es obvio–, una modificación jurídica facultaría al IFE a aplicar requisitos a las alianzas como ha planteado el secretario de Gobernación.
Es muy notable también cómo esta idea expresa la necesidad de una fórmula legislativa para evitar los pecados fraudulentos por él mismo denunciados cuando su partido aun no incurría en la fabricación de componendas con la revolución democrática y el no terminaba con la factura de los platos rotos en el bolsillo.
“…sería conveniente –dijo– reglamentar las alianzas” electorales para determinar cuáles cumplen los requisitos democráticos de congruencia, consistencia y trascendencia. El objetivo es garantizar la claridad de las ofertas de los partidos políticos.
“No estoy en contra de cualquier tipo de alianzas. Lo que he dicho es mi preocupación porque éstas se construyan de manera democrática (…) Después del revuelo de las últimas semanas, el tema de la regulación de las alianzas tarde que temprano será revisado. Todavía hay tiempo para hacerlo antes de la próxima elección federal. ”
Requisitos democráticos de congruencia, consistencia y trascendencia, ha dicho. Palabras muy pesadas para los matrimonios recientes. La trascendencia se acaba en el pretendido resultado electoral (si se logra) pero de congruencia o consistencia, no hablemos ni media palabra, por favor.
La orden panista emitida desde donde las órdenes se pueden dar, tiene de todo menos congruencia excepto por la fobia compartida.
Y la advertencia de contar aun con hojas en el calendario para hacer esto antes de la elección federal del 2012, posiblemente sea una anticipación a las previsiones aliancistas con miras a esa fecha o bien una previsión de nuevos capítulos en la reforma política, como si el gobierno se estuviera preparando para decir, no lo vuelvo a hacer.
EVO
“…Nos demuestra Evo –dijo Marcelo Ebrard al homenajear al presidente de Bolivia–, que sí se puede tener un gobierno popular, nacional, preocupado por los intereses del pueblo, leal a la mayoría, resuelto, respetuoso de las instituciones democráticas; transformar la realidad de la sociedad y defender los intereses nacionales con éxito.”
Con tantas flores le hubiera alquilado una bicicleta sin tarjeta de crédito…