Poco le faltaba al presidente Felipe Calderón para terminar el armado de un complejo rompecabezas en su mala relación con Estados Unidos, pero la violencia llegó al punto en el cual toda actitud norteamericana será válida, al menos para ellos en la proclamada “cooperación” en la lucha contra el narcotráfico.
Para comenzar la escalada de endurecimiento mayor del asunto, Barack Obama —a un mes casi del arribo de su esposa a México, si tal no se suspende— le ordena al Departamento de Estado autorizar el retiro de los agentes consulares, empleados y familiares de estadunidenses en seis de nueve oficinas fronterizas; son Tijuana, Nogales, Juárez, Nuevo Laredo, Monterrey y Matamoros. Ya no se cierran oficinas; se autoriza a emigrar y al ultimo en salir se le pide echar llave y apagar la luz.
Mientras tanto, con los dedos debidamente prensados en el marco de la puerta fronteriza, la cancillería emite un comunicado previsible e insuficiente, vacío y “cajonero”, como casi todos los suyos:
“…Las autoridades mexicanas trabajarán con determinación para esclarecer las condiciones en las que tuvieron lugar los hechos y llevar ante la justicia a los responsables… se mantendrá la coordinación con las autoridades diplomáticas estadunidenses conforme avancen las investigaciones…
“El gobierno de México lamenta profundamente los asesinatos de tres personas con vínculos al Consulado General de Estados Unidos en Ciudad Juárez, que tuvieron lugar este fin de semana… reitera su compromiso de garantizar la integridad de todas las personas, no sólo del personal diplomático y consular acreditado en su territorio y sus familias, sino la de todas las familias mexicanas y de toda persona que visite nuestro país”.
Eso de comprometerse a “garantizar la integridad de todas las personas, no sólo del personal diplomático y consultar acreditado”, suena como una burla cuando hay miles de casos en los cuales no se han hallado ni responsables ni cómplices. Los aprehendidos en esta batalla no corresponden ni al diez por ciento de los ajusticiados.
Pero más allá de la inseguridad fronteriza, el problema de hoy es la inminente visita del Presidente hoy a Ciudad Juárez, donde seguramente pronunciará un enérgico discurso lleno de enjundia, pasión y… nada más.
Después de un mes de su primera y agitada visita, el Presidente no podrá sino recitar de nuevo el fervorín con el cual su gobierno no ha logrado ni parar la violencia ni identificar siquiera a los responsables directos, pues de nada vale mencionar a La Línea, Los Aztecas o cualquiera otra de las bandas.
Es como mirar gonococos en el microscopio sin tener penicilina.
Sea como sea, éste ha sido el mayor desafío a la “binacionalización” del conflicto. No importa cuántos mexicanos mueran en esta lucha: el asesinato de dos burócratas gringos enciende las alarmas en Pensilvania 1600 y por consecuencia en todo el gobierno americano, cuyo mejor recurso en estos casos siempre es la intervención directa, por si la indirecta no fuera ya una grosería.
Distinto es el caso de Acapulco.
Ahí no importan los 43 muertos en los días recientes tanto en la zona turística como en poblaciones cercanas. Lo importante allá es el confort de los springbreakers, ahítos de alcohol y mariguana. Esas transgresiones no nos agreden; nos dejan dinerito.
La Casa Blanca había confirmado apenas la semana pasada la visita de la señora Obama, lo cual llenó de alborozo a los analistas políticos cuya lectura obligada son las revistas People y Caras. Tan mona ella, la señora Michelle, tan elegante, tan todo.
“…la visita de la primera dama estadunidense tendrá como fin no sólo dejar constancia de “los profundos lazos” que unen a México y EU, sino que, además, proseguir con el diálogo en materia de educación y desarrollo económico y social hacia ambos lados de la frontera… la adicción a las drogas en las dos naciones; los problemas de salud entre la niñez y la juventud; la situación de los inmigrantes, el problema de la obesidad y la diabetes”.
Así se anunciaba la visita y reunión de dos mujeres sin responsabilidad política ni administrativa ni legal alguna. Mientras ellas hablan pesarosas de los diabéticos y la mucha azúcar en su sangre, los matarifes siembran el país de cadáveres con alta concentración de plomo en el torrente sanguíneo.
Y como siempre, la protección de los bienes y vidas de los ciudadanos americanos será el pretexto para apretarle el cuello al indefenso gobierno cuyas promesas de justicia y solución del caso se van a quedar en el enunciado, como sucede día con día.
TLAXCALA
Recibo este mensaje de un compañero periodista de Tlaxcala. El PRD nombra a Minerva Hernández Ramos como candidata al gobierno de Tlaxcala y Pedro Arturo López Obrador sentencia: “la chaparrita será candidata pero no gobernadora”. El candidato del tabasqueño se llama Alberto Amaro.
“Pedro Arturo López Obrador, tabasqueño él, llegó a Tlaxcala como delegado de Liconsa, cuando su hermano era influyente jefe de Gobierno del DF y fuerte aspirante a la Presidencia de la República. Le gustó tanto el estado que se quedó y, para 2009, el PRD lo nombró candidato a una diputación local por el II Distrito (Contla), pero el tribunal echó abajo la candidatura por no reunir los requisitos legales.